Iglesias, totalitarismo al desnudo
«El padre de Podemos identifica los medios con la Reacción y se dice víctima de un sistema que ‘identifica la libertad de información con los millonarios’»
Este artículo se podría haber titulado Progres protofranquistas. Quizá hubiese sido lo realmente apropiado, después de constatar el silencio generalizado en las filas supuestamente progresistas ante la teoría de los tres tercios de Iglesias para ordenar los medios de comunicación. Pero esto ya no sorprenderá a nadie; es parte del escenario viciado por la polarización sectaria. Puede Meloni decir cualquier sandez de su particular nacionalcatolicismo, y se rasgan las vestiduras como si Europa se tambaleara; pero incluso los profesionales del periodismo ven a Iglesias proponer una destrucción de la cultura democrática del periodismo y, en el mejor de los casos, silban melodías mirando para otro lado.
Como corresponde, he oído íntegramente su intervención en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Chile, vía youtube:
Puede usted pensar, y con razón, que eso no está pagado. Sin embargo, es muy difícil encontrar un espectáculo tan abracadabrante, estupefaciente y por momentos descacharrante. Y es gratis.
Iglesias identifica los medios de comunicación con la Reacción. Ahí sigue enredado en los viejos fetiches retóricos del comunismo, aunque el origen de éste se remonte a los contrarrevolucionarios en la Francia de 1789. Iglesias ve una Reacción en España, en definitiva deseosa de volver atrás, en la que participan no sólo los partidos de la derecha sino también el poder judicial, fuerzas armadas, fuerzas policiales, poder económico y «sobre todo, el poder mediático». Ahí es nada. Todos. No hay que sorprenderse demasiado: no hay seña de identidad más característica del comunismo que andar viendo movimientos reaccionarios incluso en su propio espacio, así los marxistas consideraban reaccionarios a los anarquistas, los bolcheviques a los mencheviques, los socialistas a los socialdemócratas, los trostkistas a los estalinistas, los maoístas a los rusos, los rusos a los eurocomunistas, y suma y sigue. ¿Cómo no va a ver Iglesias algo así por todas partes? Su lema podría ser Nasido para cazar reaccionarios.
«Iglesias sostiene que hay un oligopolio que controla el 90% de lo que la gente oye o ve»
Volvamos al presente, a la España en la que Iglesias ve una Reacción sistémica, aunque él se centra en los medios porque, concluye, «los medios de comunicación son el terreno fundamental de la política». De hecho, sostiene que hay un oligopolio que controla el ochenta o noventa por ciento de lo que la gente lee, oye o ve. ¡Ya quisieran, oiga! No es que Iglesias se haya quedado en los viejos libros de Chomsky sobre el mundo de ayer, sino que amplía su distopía.
Y sigue: «Los medios de comunicación, lejos de ser una suerte de actores neutrales, meros transmisores de la información, son básicamente grandes aparatos ideológicos». Lo dicho, ahí siguen con Althusser y los aparatos ideológicos del Estado, erre que erre, y las lecturas mal digeridas de Martín Serrano y otros teóricos de la Comunicación en un mundo digitalizado que requeriría siquiera una mirada más cercana al siglo XXI. Un poco, siquiera.
Aquí Iglesias, como en un aria estelar, ofrece uno de sus grandes momentos sobre los medios, denunciando que «son capaces no sólo de organizar los temas de la conversación pública, sino incluso de jerarquizar esos temas». ¡Ahí va la hostia! Pues claro que agenda-setting y jerarquización son consustanciales al periodismo: elegir los temas y ordenarlos por su relevancia. Una sociedad democrática necesita precisamente profesionales del periodismo que se ocupen de eso, que es su trabajo; en contraste con las dictaduras y modelos liberticidas que al parecer le sirven a él de inspiración. En definitiva, el apunte de Iglesias, más obvio que una sentencia de Tamara Falcó, es como si hubiera dicho: «¡los jueces son capaces de dictar sentencias ellos mismos!» o «¡la policía detiene a gente!». Cualquier alumno de Periodismo en el primer cuatrimestre del primer curso ya ha superado esa obviedad.
«La última vez que Iglesias glosó sus ideas poco democráticas del periodismo fue en un programa estrella de la SER»
Toda la obsesión de Iglesias es ser víctima de «un sistema que identifica la libertad de información con el derecho de los millonarios a ser propietarios». Ahí, concluye, la democracia se derrumba. En definitiva, Iglesias es incapaz de una aproximación mínimamente real a la complejidad del sistema. Y no logra salir de la dialéctica de los ricos, una vez más, como ahora hace el propio Gobierno pedropablista para ennoblecer la presión fiscal como un triunfo contra esos ricos.
Por cierto, la última vez que Iglesias glosó sus ideas poco democráticas del periodismo, fue días atrás en un programa estrella de la SER. Sin duda, una prueba evidente de que él es una víctima de ese oligopolio cruel y sólo puede expresarse en rincones marginales.
A renglón seguido, por cierto, Iglesias matiza que esos millonarios «en muchos casos utilizan mecanismos corruptos». Y ahí, por un momento, el oyente contiene la respiración esperando una denuncia sobre Jaume Roures. Pero en seguida se desvanece. De hecho, en más de un momento, el padre espiritual de Podemos deja claro que considera que los nacionalistas son tan víctimas de las operaciones de lawfare como Podemos. Esto da aún más chispa a este monumental engrudo conceptual, puesto que el nacionalismo controla TV3 y casi todo el sistema de medios catalán, además de la escuela y las universidades, la policía, las organizaciones sociales, también las empresariales, y, de haber prosperado las leyes antidemocráticas de septiembre de 2017 con las que Iglesias tanto simpatiza, los jueces.
El sistema, razona Iglesias en su delirio, impide a la izquierda ganar salvo en situaciones de blitz. O sea, de alta aceleración incontrolada. Pero en ningún caso en contextos estables: ahí la reacción se impone. Considerando que el PSOE es el partido que más tiempo ha gobernado en España, sin duda Iglesias considera que el PSOE es parte de la derecha. También se ve que considera que SER, El País, Público, eldiario.es, Radiocable, etcétera, son medios de derechas, como TV3, La Vanguardia, El Nacional y casi todo el sistema catalán. Brillante.
¡Y los tres tercios!
Y llega el gran momento final: los tercios. Iglesias defiende que se necesita un sistema que garantice la pluralidad social, que se expresa en los procesos electorales. Eso sí, aunque busca un sistema que permita controlar los medios, defiende que este sistema se arbitre legalmente para no ser la RDA. Y ahí fija esa teoría de los tercios:
«Tiene que existir al menos un tercio de medios públicos, no definido por el Estado sino definido a partir de las correlaciones parlamentarias y lo que vota la gente (…) Al mismo tiempo, reconocer como parte de lo social a actores que no tienen la capacidad económica para intervenir en el Estado pero que son actores sociales ineludibles… asociaciones de vecinos, asociaciones sindicales y estudiantiles… puedan gestionar medios (…) Y además un tercio básicamente de medios para que los millonarios puedan seguir teniendo televisiones y radios».
Con esta teoría, que deja a «los millonarios» un tercio de los medios para que sigan con sus corrupciones pero compensadas por los otros dos tercios, Iglesias cree que evitarían parecerse a la RDA. Y ciertamente podrían no parecerse a la RDA, pero con muchas posibilidades de acabar siendo algo semejante a la RDA. Que quizá sea, en definitiva, su sueño húmedo.