THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

San Chez, santo patrón de los pobres

«Este PSOE podemizado se ha aferrado al relato de ricos/pobres. Una estrategia peligrosa que fomenta la fractura social y la desconfianza en el sistema»

Opinión
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San Chez, santo patrón de los pobres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Europa Press

Bastan cinco minutos de discurso del presidente, en la sesión de control o en un mitin, para percibir cómo Sánchez ha llegado a creerse San Chez, el santo patrón de los pobres, protector de los humildes frente al abuso humillante de la casta rica. Del mismo modo que hay quien se cree Napoleón, Sánchez va por ahí como un mix de Gandhi y Evita Perón. Ese rol de santo patrón de los pobres, de San Chez, es la apuesta desesperada para no perder pie en las encuestas cada vez más amenazantes.

Desde hace semanas, ante un año peligroso electoralmente, la izquierda se ha aferrado al relato de ricos/pobres; y la decisión andaluza de bonificar patrimonio (si llevas años y años siendo la comunidad del furgón de cola, con malos servicios y una economía herrumbrosa, ¿no vas a probar algo diferente? En definitiva es lo que prescribe el principio apócrifo de Einstein de no repetir la misma fórmula si buscas resultados distintos) ha acentuado ese mensaje. La estrategia populista ha estallado hasta el paroxismo: los de arriba vs. los de abajo, el establishment vs. el buen pueblo, la casta y los humildes… hasta su variante definitiva de ricos contra pobres.

Se trata de generar un victimismo, que en definitiva es la táctica básica en el nacionalpopulismo desde la crisis de 2008:

¡Los ricos ens roban!

Moncloa ha pasado de pantalla, y después de su relato para la crisis energética y la espiral inflacionista basado en unos poderes oscuros que mueven los hilos de la derecha exprimiendo a los ciudadanos, han evolucionado al esquema de ricos contra pobres, en la que puedan presentarse como los paladines de los humildes en lucha contra el abuso de los poderosos a los que representa la derecha. Olvídense del pequeño detalle de que la izquierda sea en la actualidad el poder, y de otros pequeños detalles como la subida de sueldo que el Gobierno acaba de concederse a sí mismo, por encima incluso de los diputados y funcionarios, lejos de la realidad de la calle. Eso es sólo un pequeño gesto de doblez moral; pero en un PSOE cada vez más podemizado simplemente han concluido que sólo podrán salvar el poder si movilizan un sentimiento de odio y rencor bajo la clase media.

«La tensión de pobres contra ricos abona el resentimiento y genera una falsa percepción»

Se trata de un relato potencialmente eficaz, pero corrosivo para la vertebración social. Mariano Rajoy, no exento de culpa en el ascenso de Podemos, lo advertía días atrás en el Foro La Toja: «Resucitar de nuevo el viejo debate ricos-pobres es muy peligroso. Eso es populismo, eso es Perón…». En definitiva, la tensión de pobres contra ricos abona el resentimiento, la fractura social, y genera una falsa percepción. Por supuesto en España no hay un 99% de clase media, como sostenía días atrás María Jesús Montero, que por otro lado no es una de las 15.000 ministras más armadas intelectualmente que hayamos visto, pero tampoco se puede confundir pobreza con ese llamado umbral de la pobreza, por demás amargo, en que tienes problemas para poner la calefacción o afrontar un imprevisto. Resulta incomprensible que Sánchez  mencione en el Congreso que más de una cuarta parte de españoles están en riesgo de pobreza, y los suyos aplaudan a rabiar. Es como si tomaran conciencia felizmente de que cuentan con suficientes pobres en el país para ganar la batalla. Por cierto, en esa imagen, deformada como en un espejo valleinclanesco del Callejón del Gato, Sánchez parecía olvidar que él lleva años gobernando y que ese número de pobres no es un éxito sino un fracaso en el que él ya ha aportado su cuota de responsabilidad, entre otras cosas porque en estos años ha aumentado ese número.

Pero allí estaba la bancada de la izquierda aplaudiendo a rabiar el número de pobres… sin duda porque les permite tener confianza en que cuentan con una base sólida.

El problema de depender del relato de ricos y pobres es que necesitas seguir teniendo pobres en los que apoyarte y ricos a los que estigmatizar. Si no, la cosa no funciona. Y ese es un mal asunto cuando tu misión es cambiar las cosas. Vayamos a lo gráfico: pongamos el caso de un chico de pueblo, uno de esos villorrios de la España más o menos vaciada con menos de un centenar de habitantes, hijo de un ferroviario modesto de la estación, que estudia aquí y allá, y antes de los dieciséis se coloca en un comercio, hasta que se atreve a emprender su propio negocio, y lo va extendiendo incluso al país vecino…

¿No debería ser un héroe social?

Bueno, ese es exactamente la historia de Amancio Ortega, nacido en Busdongo de Arabas, 44 habitantes, hijo de ferroviario, que a los catorce fue contratado por un comercio textil, e hizo carrera poniendo una tienda de batas hasta convertirse en una de las mayores fortunas del planeta. Es un tipo tan odiado que cuando hace la donación de equipos de prontoterapia contra el cáncer o equipos de mamografía de última generación por cientos de millones, desde la izquierda se le cubre de insultos y se le reclaman unos impuestos evadidos sin que conste prueba de que hubiera dejado de pagar. Lejos de ver a Amancio Ortega como un icono de que el pobre puede prosperar, abrirse camino y llegar a lo más alto, se le odia.

«Te apoyamos mientras seas pobre; si prosperas ya no eres uno de los nuestros»

Y si odian a Amancio Ortega, claro está, es porque desbarata sus argumento. No quieren iconos del ascensor social en el que se puede prosperar y tener éxito, incluso ser el máximo exponente de la casta rica, porque así se les acaba la denuncia de que esto no es posible. Por eso les resulta tan odioso: te apoyamos mientras seas pobre; pero si prosperas, sencillamente ya no eres uno de los nuestros… has fallado a los tuyos.

Para que te defiendan como pobre, sin tener que odiarte por haber salido de ahí, debes seguir siendo pobre. Si triunfas, les obligas a odiarte. Y de eso se ha contagiado peligrosamente este PSOE podemizado cada vez más irreconocible, quizá porque ya no lo pilota un hijo de vaquería como Felipe González sino un tipo sin escrúpulos por supuesto de trayectoria acomodada.

Pero esto no es una broma, más allá del sarcasmo de ese aguafuerte. Como mencionaba Rajoy en aquel discurso, se trata de una estrategia peligrosa, puesto que fomenta la fractura social, la desconfianza en todo el sistema, la percepción victimista de que todo es una injusticia que emana del abuso. Sin embargo, los aprendices de brujo de Moncloa, esa nueva nomenclatura del sanchismo, actúan como si esto sólo fuese un relato ganador, sin reparar en los riesgos. Por eso han sacado en procesión a San Chez, el santo patrón de los pobres, y van a mantenerlo así durante todo un año hasta las elecciones con el relato redentorista del resentimiento.  

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