THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

Las barbas de tu vecino

«Son evidentes los riesgos de que la economía española sea percibida como imprevisible, con un calendario electoral que dificulta toda solución nacional»

Opinión
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Las barbas de tu vecino

El ministro británico de Economía, Kwasi Kwarteng, y la primera ministra, Liz Truss. | Reuters

Mucho se ha escrito sobre la crisis del Reino Unido, la debilidad de la libra y la irresponsabilidad  del paquete económico presupuestario y de su nueva primera ministra. Mucho menos de qué nos puede pasar a nosotros. La economía británica ha perdido el favor de los inversores internacionales por sus políticas erráticas. Un Brexit ingenuo, una confianza injustificada en su poder imperial y en la Commonwealth como alternativa al mercado europeo, unas rebajas de impuestos acompañadas de una expansión brutal del gasto público para evitar el necesario ajuste de consumo y renta a los nuevos precios de la energía, un gobierno vacilante y un ministro de Hacienda pretencioso y despectivo que brinda con champán ante  la caída de la libra, han hecho pensar a los inversores que el Reino Unido quizás no sea ya tan diferente de las economías emergentes castigadas periódicamente con crisis de confianza en sus Tesoros. No es nada nuevo, ya tuvo que recurrir al Fondo Monetario Internacional en los sesenta.

Pero vengamos a España. La falta de criterio de la política económica es evidente. Lo que hace unos meses era imposible e irresponsable, es de repente verdad revelada. Basta que lo proponga el líder de la oposición y que se apunte algún barón regional asustado de sus escasas perspectivas electorales. Hablemos de deflactar la tarifa del impuesto a la renta, reducir el IVA al gas o al consumo de primera necesidad. Para completar el desconcierto, se acompañan estas medidas con un discurso mas propio de latitudes bolivarianas de enfrentamiento social y se estigmatiza  a ricos y poderosos, se denigra a empresarios y se persigue a los creadores de riqueza.  Con el resultado ya conocido de que cae la inversión y el emprendimiento y crece el número de personas que buscan en el empleo público su refugio. En un país, España, donde el sueldo medio de los funcionarios es superior al del sector privado y los empleados públicos trabajan menos horas, se jubilan antes y desconocen el paro. Y a eso, nuestro gobierno le llama progreso sostenible, porque los empresarios son unos explotadores. 

«España tiene un sistema educativo ideologizado que castiga la excelencia y premia la mediocridad»

Ese país tiene problemas económicos estructurales bien conocidos y perfectamente diagnosticados. Un mercado de trabajo injusto e ineficiente que crea paro y desigualdad, una baja productividad crónica que lastra el crecimiento potencial, un déficit estructural de las cuentas públicas agravado por  un sistema de pensiones insostenible, un sistema educativo ideologizado que castiga la excelencia y premia la mediocridad, una justicia lenta e imprevisible, una elevada dependencia del ahorro externo que provoca vulnerabilidad al ciclo internacional de tipos de interés y un desarrollo del Estado de las autonomías disfuncional y ajeno a criterio alguno de eficiencia, que se mueve a golpe de oportunismo electoral. Problemas todos ellos que en el largo ciclo de tipos de interés cero y financiación sin límite, parecían solo un entretenimiento de especialistas y agoreros, el triste sino de los economistas.

Pero el sueño se ha terminado. Los tipos de interés han subido y permanecerán así  muchos años. Quizás se trate solo de la «reversión a la media», ese concepto estadístico que describe algo tan sencillo como la vuelta  a la normalidad y el sentido común, pagar por el crédito, tras el dudoso experimento de las políticas no convencionales. O quizás, esperemos que no, estamos entrando en un ciclo largo de inflación y estancamiento provocado por una nueva guerra fría, el deshacer de la globalización, unas políticas energéticas mesiánicas y el agotamiento de la locomotora china. En ambos casos, son evidentes los riesgos de que la economía española sea percibida como una economía emergente más, imprevisible, volátil, sometida a un calendario electoral que dificulta cualquier solución racional, y con un gobierno dispuesto a todo para perpetuarse en el poder. ¿Quién tiene miedo a una crisis de liquidez si ya se ha ocupado la Fiscalía, Radiotelevisión Española, el CIS y hasta el el Consejo  Nacional de Seguridad?

Hay varias y poderosas razones por las que España aún no ha sufrido una crisis de confianza internacional, mas allá de un leve repunte de la prima de riesgo. Las mismas que explican que las elecciones italianas no hayan generado mas que un «esperar  y ver». La fundamental se llama Unión Monetaria Europea. Pero no conviene tentar la suerte. Máxime cuando  los fundamentos  de esa Unión, la voluntad alemana de hacerse cargo de la factura,  están siendo frontalmente cuestionados por la amenaza rusa. Nadie responsable puede pensar que con un 10% de inflación, una recesión inevitable y la práctica certeza de pasar frío y cerrar fábricas este invierno, la política alemana pueda ser la misma. Nadie salvo el Gobierno español.

«Los fondos europeos se están desaprovechando porque se están gastando tarde y mal»

Dos son los principales instrumentos de cobertura que permiten a España evitar por ahora una crisis de confianza: los fondos europeos NGEU y el BCE. Eso y una excelente  temporada turística producto de la necesidad de vivir  tras la pandemia, tan excelente como extraordinaria y que está siendo utilizada para tapar la realidad. Pero vayamos a los dos colchones de seguridad  de la economía española. Los fondos europeos se están desaprovechando y no van a ser tan generosos como algunos siguen ingenuamente esperando. Los estamos desaprovechando no solo porque se están gastando tarde, como nos recuerda puntualmente el observatorio de EY. Sino también porque se están gastando mal.  Acabamos de saber, cortesía de BBVA Research,  que su impacto macroeconómico va a ser mucho menor del estimado en los presupuestos generales del Estado. Se está perdiendo una gran oportunidad de corregir los problemas estructurales antes mencionados y utilizar la extraordinaria y temporal generosidad europea para aumentar el crecimiento potencial de la economía española. Pero ha prevalecido el clientelismo electoral y el intervencionismo gubernamental. Nunca dejes que la realidad te estropee tu historia, aunque sea un relato de ciencia ficción o un biopic al uso.

El Banco Central Europeo ha aprobado un nuevo instrumento  financiero para evitar problemas de financiación injustificados a los países miembros del euro. Se conoce como TPI y les voy a ahorrar los detalles técnicos. En esencia consiste en que la autoridad monetaria europea garantiza el precio y  la disponibilidad de crédito a los países que se comporten bien, que tengan  políticas económicas responsables. Se trata de asegurar que no habrá una nueva crisis de liquidez como la de 2010. Algunos en España piensan que es un cheque en blanco, un gran triunfo de la pegada europea de nuestro presidente. Los más, que ante una situación de emergencia, las resistencias de los halcones monetarios desaparecerán y correrán a salvar a nuestro país, para salvar al euro no porque nos tengan cariño o valoren nuestras políticas. Yo, y unos pocos más incorregibles, pensamos que los banqueros centrales tienen unas responsabilidades estatutarias que no pueden desatender. Y que su respuesta política no puede ser la misma con una inflación desbordada que no solo cuestiona su credibilidad profesional y el prestigio de la institución, sino que amenaza con acabar con su independencia. Cumplirán con su obligación y serán los nuevos hombres de negro. Ho tornaren a fer. Lo escribo así, a gusto del gobierno de progreso,  para ver si se entera y reacciona antes de que sea demasiado tarde. 

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