Los caminos del voto
«Feijóo no debe ser uno de los grandes confiados en el efecto Feijóo y parece estar buscando la manera de llegar a la Moncloa sin mayoría propia»
Desde el punto de vista político, los españoles nos hemos debido adaptar a una sucesión de votaciones que si se suman a las incesantes y variopintas encuestas que se hacen casi de forma semanal nos obligan a mantener una atención ininterrumpida al supuesto estado de salud de los partidos. Uno llega a pensar que esta atención tan exagerada puede obedecer a un empeño en que nos olvidemos de la realidad vivida y nos fijemos en esos instantáneos retratos, con frecuencia nada desinteresados. A su vez, que los partidos políticos vivan pendientes de las encuestas muestra que su preocupación principal se centra en ellos mismos, mucho más que en los efectos reales de las cosas que hacen, lo que revela una cierta tendencia al narcisismo.
Merece la pena subrayar que tanta mirada puede contribuir a que perdamos de vista lo que es más importante, los cambios de fondo. Así, por ejemplo, preguntarse si el PP está un poquito por encima del PSOE, o al revés, puede nos haga olvidar que el PP ha perdido muchos millones de votos desde hace ya unos cuantos años y que esa realidad tan constante tiene mucho mayor interés que cualquier ‘efecto Casado’, como si quiso ver en su día, o el ‘efecto Feijóo’ que sus más afectos ponen tanto empeño en subrayar. Del PSOE cabe decir otro tanto, pero hay una gran diferencia entre las actitudes que han adoptado esos partidos a la hora de explicarse y de combatir el multitudinario abandono de sus votantes.
En el caso del PSOE no es difícil reconocer que, a consecuencia de perder la primacía electoral tras ser derrotado por dos veces por el PP de Aznar, ese partido ha pasado por un proceso muy turbulento de reposicionamiento político y de riñas internas tratando de alumbrar un PSOE ‘nuevo’, lo que sus adversarios llaman el ‘sanchismo’, en el que sus militantes han tenido mayor peso que sus electores, lo que no deja de tener lógica. Todavía hoy no está claro que el PSOE de Sánchez sea capaz de conseguir mayorías electorales, pero el partido parece muy conforme con su nueva singladura, aceptando con naturalidad que muchos viejos socialistas parezcan haber roto con él y la necesidad de configurar alianzas extrañas para alcanzar la gloria.
El caso del PP es bastante distinto. Pese a ver cómo perdía votos a raudales y cómo le surgían alternativas por su derecha y por su izquierda, el partido no parece haber considerado necesaria ninguna especie de reconsideración y sus líderes sucesivos, Rajoy, Casado, Feijóo, pese a las diferencias que se puedan señalar, han compartido una doble presunción, en primer lugar que el PP llegaría de nuevo al Gobierno a la vista de los desastres de la izquierda, una nueva versión de la vieja idea fraguista de la ‘mayoría natural’ y, en segundo lugar, que ese retorno se haría mediante una reconstrucción, cuyos planos nunca estuvieron claros, de lo que se reconoce como centro derecha. Cabe esperar que la confianza del PP en que esos dos supuestos sean un camino seguro hacia Moncloa sufra, como es lógico, un severo desmentido en el caso de que no consiga desplazar al PSOE en las próximas generales.
«Feijóo no debe ser uno de los grandes confiados en el efecto Feijóo y parece estar buscando la manera de llegar a la Moncloa sin mayoría propia»
Un motivo para sostener que un suceso de ese tipo podría traer consigo un cambio muy profundo en el significado, la composición y el funcionamiento del PP estriba en que, retóricas y escenificaciones aparte, el PP ha hecho de manera reciente dos cosas muy inusuales. La primera, ejecutar una especie de magnicidio, apeando de la presidencia a un líder que no aseguraba el éxito deseado y proclamando un nuevo líder que, por lo menos, ganaba en Galicia y la segunda, el que Feijóo, al que se podría decir que le han adjudicado una nueva y última bala, esté haciendo algunas cosas que se podrían considerar un poco raras en la tradición política del PP.
Feijóo no debe ser uno de los grandes confiados en el efecto Feijóo y parece estar buscando la manera de llegar a la Moncloa sin mayoría propia, un objetivo lógico y un propósito en el que es casi inevitable que se deje aleccionar por las habilidades que Sánchez ha mostrado en el caso. Su pronto llamamiento al «bilingüismo cordial», sus intentos de acercamiento al PNV y el que se haya hablado, incluso, de un acercamiento, eso sí «sigiloso», a Junts per Cat, parecen apuntar un intento de conseguir que esos escaños que han aupado a Sánchez y han sido ajenos, por lo habitual, a una presidencia del PP no se le nieguen de plano si consigue más escaños que el PSOE y el Rey le encomienda la formación de Gobierno.
Como a los nacionalistas periféricos siempre se les puede dar más, pues su capacidad de recaudación es legendaria, el propósito de Feijóo puede ser extraño, pero no es absurdo. Las dificultades del caso para Feijóo serán muy de otro tipo pues es poco probable que ni siquiera un gallego sea capaz de conseguir satisfacer las fauces nacionalistas al tiempo que comprueba la irritación que les entra a buen número de españoles que no pueden acceder a esas ventajas comparativas, justo por ser unos mindundis que votan al PP. Tampoco acaba de vislumbrarse con claridad el que escaños de su derecha se puedan prestar a esa operación, pero como diría un gallego «¿Quién sabe?».
«Los caminos del voto son bastante inescrutables, por muchas elecciones parciales que le echemos y por más encuestas que le encarguemos al brujo de preferencia»
A veces se tiene la sensación de que muchos de los dirigentes del PP desearían que se les considerase la ‘izquierda civilizada’, el partido que realiza a la perfección el ideal que consiste en hacer lo mismo que su adversario, pero de mejor manera, los chicos listos que saben gobernar, los expertos a los que hay que acudir cuando parece que todo se hunde, pero ya debieran haber tomado buena nota de que la política no es tan simple como eso.
Los caminos del voto son bastante inescrutables, por muchas elecciones parciales que le echemos y por más encuestas que le encarguemos al brujo de preferencia. El futuro es siempre una incógnita, pero a los de letras, y Feijóo es del ramo, siempre se nos enseñaba aquello de Cicerón de que la historia es magistra vitae, que del pasado cabe aprender. Por eso resulta extraño que el PP no haya parecido nunca, esa es al menos mi impresión, de verdad interesado en aprender de sus errores, en hacer alguna forma de autocrítica que le ayudase a descubrir las razones por las que tantos de sus votantes se le han vuelto esquivos, las causas que los han alejado de una mayoría absoluta y que obligan a poner cara de alborozo cuando los arúspices les susurran que casi llegan a 140 diputados.
Se puede tener la impresión de que en el PP persisten algunos rasgos de la más rancia derecha, alguna forma de recuerdo de aquella consigna de Cervera con la que los sumisos obsequiaron a Fernando VII, «lejos de nosotros la funesta manía de pensar». El PP es un partido joven, pero ya está entrando en una cierta madurez, ya le han pasado unas cuantas cosas que están en la memoria de todos. Por eso resulta literalmente increíble que crean no necesitar ningún Congreso ideológico, que supongan que pueden recomponer el tipo a base de ser más progres y feministas que nadie y que crean que ese tipo de adornos que a muchos de ellos les parece el colmo de la elegancia política es justo el picante de la salsa preferida por los que parece que siguen optando a lo que sea en lugar de volver a votarlos.