THE OBJECTIVE
Fernando Cocho

El capital humano como resistencia

Cuando no se tienen recursos financieros, se hace de la necesidad virtud o se improvisa

Opinión
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El capital humano como resistencia

Vivimos en la era de las comunicaciones en red, de la gestión del conocimiento aplicado a la captación de talento, de la globalización en el sistema económico; lo que no implica que ni los recursos se inviertan bien, ni se garantiza que las ideas dejen de ser ocurrencias sin la más mínima reflexión.

No hay ningún sistema perfecto, y cuando viajas por el extranjero te das cuenta de las cosas buenas que no percibías, pero también compruebas que las lecciones aprendidas parece que están mejor sistematizadas fuera que en la “tierra patria”.

La gestión de conocimiento es la transferencia de tácito a explicito que una persona, un equipo o una organización decide sistematizar para lograr un objetivo que suele valorarse en términos de eficiencia. Esto es: que durante un tiempo, normalmente corto por torpeza o inoperancia, podemos lograr metas que satisfagan durante mayor tiempo las necesidades de una sociedad para cumplir los planes estratégicos de un país, de una empresa, de un colectivo, que necesita tener control sobre cuestiones como el recurso humano, el tecnológico, el financiero, las infraestructuras, y ver la desviación porcentual que se tiene respecto a la idea inicial. Eso que cursimente se llama en consultoría “la carta de los Reyes Magos”.

Y no porque sea algo que emana de la propia organización, si no más bien, o bien está impuesto por normativas que se han de cumplir so pena de multas y mala reputación; o bien los propios actores tienen intereses, que muchas veces no coinciden con la ciudadanía y si a cualquier otro tipo de compromiso conveniente nacido de un proceso de influencia y captación de recursos que les toca gestionar de forma “conveniente para el Statu Quo”, y que ciertamente no revierten más que en consolidar la posición de fuerza que se tiene por parte de los estados, los gobiernos y/o las empresas “habilitadas”, bajo pliegos realizados para que se actúe de forma sencilla, pudiendo ser que se adjudiquen a quien en ese momento es cómplice o colaborador necesario en las estrategias políticas o a entidades transnacionales que ciertamente son las que “reparten el pastel”.

Pero las propias administraciones carecen de un modelo unificado, aunque sea meramente en lo estratégico para definir sus objetivos, actuando a “golpe de voluntad y con cerros de colaboradores” o expertos para justificar la reducción de la incertidumbre que tienen en todo momento. Puesto que cuando se aplican indicadores de gestión del conocimiento, y siendo meramente un modelo más, se intenta conocer en profundidad las relaciones que hay que tener en cuenta para la Gobernanza. 

Ya saben que el que hizo la ley hizo la trampa. Por eso la única forma de “inventar” o al menos participar en esas cuestiones, y evitar el fracaso, siempre está supeditado a la frase “hacer de la necesidad virtud”, porque sólo con la imaginación en acción podremos enfrentar el cambio de paradigma que estamos sufriendo.

La verdadera “madre del cordero” es cómo hacerlo. Y la forma más adecuada a nuestro interés es intentar convertir los elementos que tengo que poner en marcha para “actuar” en las cuatro áreas de interés tanto estratégico como operativo o táctico. 

Poder clasificar el peso que en cada momento hay dentro de las relaciones entre los “capitales”, humano, tecnológico, económico, social… dándoles cuerpo real a lo que son meros escenarios, nos hace cuando menos poner nombre a los problemas. Y una vez culminada esa tarea colectiva, y una vez determinado cada uno, definirlos, darles nombre y referenciarlos con diferentes fuentes de indicadores y elementos mesurables de algún modo. Tras lo cual podremos establecer las acciones que se consideren con mayor probabilidad de éxito o de “menor” fracaso. La gestión del conocimiento, como el uso de la inteligencia, nadie dice que fueran procesos fáciles de aplicar.

Al final de todo es la necesidad de encontrar soluciones para el largo plazo, el medio y el corto, donde nunca será otra cosa que tomar las riendas de manera efectiva de todos los actores implicados, sus intereses, sus capacidades… Ponerles número y verlos actuando cuando se les dota de sentido.

La necesidad se convertirá en el principio motor de la imaginación y la creencia en las capacidades, dándose que uniendo ambas tendremos un conocimiento superficial y opinable, pero conocimiento al fin y al cabo de los límites de cada uno y lo que nos pueden proporcionar.

Y es así, y no de otra manera, como este “francotirador” elige sus piezas y como se nutre de información para pasar de la mera opinión, respetable pero que tiene las “patas muy cortas para correr o dar un servicio”, a un conocimiento que de otra manera no se tendría de forma regular, ni de forma adecuada. Ese conocimiento evidentemente somos de la opinión de que ha de ser racional e intelectivo, porque todo está inventado, pero en los detalles de cómo se articula es donde las sociedades tienen que ver tanto sus fortalezas como sus deficiencias en la argumentación, en la presentación de sucesos y en las conclusiones o si se prefiere, siendo conscientes de “qué presas y qué sucesos deben ser delatados”.

No hace falta que lo compliquemos mucho. Al final, de una u otra manera, cuando dejen de ser rentables esos indicadores, como la sociedad evoluciona. Nosotros con ella seguiremos saliendo de caza, unas veces repletos de sueños y quimeras no llegaremos a tener éxito suficiente y otras vías se abrirán, pero seguro que las más de las veces lograremos “acercarnos” al objetivo para “abatirlo” con palabras y que sean los conciudadanos los que decidan qué camino tomar.

Todo esto sólo lo puede hacer el ser humano si confía en las herramientas, y si sobre todo desarrolla un espíritu critico que le permita disminuir los problemas para crear una verdadera narrativa que él mismo tendrá que aplicar. Pero eso ya es otra historia para otro día.

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