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Del feminismo de Camba al desvarío de la 'ley trans'

«El empecinamiento del movimiento feminista en negar la biología y sustituirla por un construco cultural llamado género ha abierto una brecha en su seno»

Opinión

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | TO

  • Escritor. Su último libro es ‘Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla’ (Athenaica, 2023).

Con los años, uno entra en la edad de las relecturas. Por supuesto, ello no significa que de repente uno deje de leer lo que se escribe y se edita hoy en día, como si ninguna novedad mereciera ya la pena. Pasa tan solo que el reloj de la vida va marcando las horas y uno no quiere privarse del placer de volver sobre determinadas lecturas con las que disfrutó en sus años más o menos mozos. Se da incluso el caso, como me ocurrió a mí hace un par o tres de semanas con la interesante biografía de Camba que Francisco Fuster acaba de publicar (Julio Camba. Una lección de periodismo, Fundación José Manuel Lara), en que se produce una conjunción entre lo nuevo y lo viejo. Digamos que lo primero lleva a lo segundo, aunque, puestos a ser sinceros, yo a Camba, como a Pla, los leo y los releo desde hace décadas, con una devoción similar a la de esos creyentes que leen y releen, antes de acostarse, un fragmento del ejemplar de la Biblia que guardan en el cajón de su mesilla de noche.

Pero a lo que íbamos. En su biografía Fuster alude a un artículo de Camba escrito durante su estancia en Londres como corresponsal de El Mundo, publicado a finales de 1911 y titulado Las suffragettes. Feminismo con pantalones. El artículo lo leí hace años, como el resto de su producción londinense de entonces, pero lo cierto es que lo había olvidado y gracias a la referencia del biógrafo he vuelto a él. Trata, como el título ya da a entender, del movimiento sufragista y, en especial, de la radicalización que estaba experimentando en Estados Unidos –donde la obtención de un triunfo electoral había llevado a las mujeres a vestirse de hombres, esto es, con pantalones– y, en menor medida, en Inglaterra. Al respecto, Camba consideraba que “en el fondo, las feministas no quieren otra cosa más que suplantar, sustituir al hombre. No hay nada menos femenino que el feminismo. El feminismo es un ideal que pudiéramos llamar masculinista. Todas estas mujeres son varoniles. Su mayor vanidad consiste en decir que ellas son tan capaces como los hombres de echarse a la calle y de realizar actos de violencia. Al feminismo le falta dulzura, morbidez, simpatía. En una palabra, le falta feminismo”.

«Las mujeres han progresado en derechos gracias a las que han predicado con el ejemplo al margen de ideologías y movimientos»

Ha llovido mucho desde que Camba escribió este artículo. Ha llovido un larguísimo siglo, en el que las mujeres –cuando menos en el llamado primer mundo– han progresado una enormidad en derechos, empezando por el del sufragio, hasta el punto de que hoy en día la igualdad efectiva entre sexos es, con alguna que otra disfunción que el tiempo irá solventando, un hecho. Y en ello ha tenido mucho que ver el feminismo, sin duda. Pero no el feminismo como algo monolítico, como un movimiento, sino el de aquellas mujeres que han luchado a favor de esa igualdad de derechos y de oportunidades sin recurrir a la victimización de su propio sexo, sin prestarse a la degradante política de cuotas en el ámbito público, sin echar mano del lenguaje políticamente correcto ni, en general, de eso que se conoce como perspectiva de género. O sea, el de que aquellas mujeres que han predicado con el ejemplo al margen de ideologías y movimientos.

Ahora que el empecinamiento del movimiento feminista en negar la biología y sustituirla por un constructo cultural denominado género ha alcanzado ya su último estadio con la ley del sólo sí es sí y, sobre todo, con la ‘ley trans‘ y su autodeterminación de género desde casi la mismísima cuna, hasta el punto de abrir una brecha considerable en el seno del movimiento y del principal partido de izquierda que le presta su apoyo; ahora que ello ha derivado en actos de censura a la libertad de expresión en recintos universitarios como los sufridos de forma reiterada por los profesores Pablo de Lora y Javier Errasti –el más reciente, la semana pasada en la Complutense madrileña, donde páginas de libros suyos críticos con la ‘ley trans’ han servido, una vez emborronadas con insultos e incluso amenazas de muerte, para empapelar las paredes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología–; ahora que el desvarío, en fin, parece no tener límites, quizá no esté de más volver a aquella reflexión de Camba de hace más de un siglo y a su convencimiento de que “en el fondo, las feministas no quieren otra cosa más que suplantar, sustituir al hombre».

Puede parecer una boutade, puro ingenio malicioso. Pero, como escribió Arcadi Espada, con Camba es casi un imperativo andarse con cuidado. Al fin y al cabo, fue el propio periodista gallego quien avisó en 1913, en su crónica de presentación a los lectores de Abc, de que no había que tomarle nunca completamente en serio. “Ni completamente en serio ni completamente en broma”, añadió al punto.

4 comentarios
  1. ToniPino

    No conozco muy bien la historia del movimiento feminista, pero es claro que han existido personas que han luchado por la igualdad jurídica y social de hombres y mujeres, como Clara Campoamor, de lo mejor que hubo en la malograda Segunda República. Incluso en el represivo franquismo hubo mujeres que lucharon por los derechos de la mujer, como la falangista Mercedes Formica, que consiguió un cambio del código de derecho civil. El feminismo fue necesario y consiguió avances importantes, como la lucha contra el racismo, aunque tuviera excesos indeseables. En todo movimiento suele haber algunas derivas fanáticas y radicales.

    Aunque aún quedan espacios en que la mujer está discriminada, como, por ejemplo, en su reconocimiento pleno en las profesiones técnicas o en su mayor dificultad para alcanzar puestos directivos, llegó un momento en que el feminismo se quedó políticamente algo agotado.

    Hubo, entonces, que reinventarse, pues la lucha feminista, o mejor pseudofeminista, seguía siendo un filonazo. En vez de dedicarse a terminar con las discriminaciones reales que quedaban, surgió un nuevo feminismo, el radical, muy ideologizado, sectario, criminalizador del hombre y socialmente divisivo.

    La base ideológica es colocar toda conducta negativa de cualquier hombre en un “sistema estructural”, lo que facilita politizar todo, desde el asesinato a la pareja, la discriminación en una empresa, esa masculinidad de los colegios mayores, que son casos contra los que hay que luchar, pero sin convertirlos en estructurales y sin criminalizar a todos los hombres, como hacen las feministas más extremas, como ha podido leerse en los lemas de sus pancartas en la manifestación del 8-M.

  2. Feliu

    Esta imposión ideológico «queer»socava los cimientos de nuestra socidad. No solamente es un conflicto de una parte de la sociedad, implica una «deconstrucción» de los valores democráticos mas esenciales. Una sociedad construida sobre cimientos irracionales conlleva conflicto y caos. Imagínense que ordemos la Carta Magna solo con sentimientos de los ciudadanos. Imaginense que ordenamos las leyes solo con los sentimientos de los ciudadanos. Imaginense que nos valoramos unos a otros solo con nuestros sentimientos. Aunque parezca que no pueda ser, lo cierto es quevtodo esto es lo que conduce esta forma de creerse que somos los humanos, que es la ideologia queer. Ahora se pone el punto de mira en el sexo pero su seguimiento conduce a una lógica social que se extiende a todas y cada una de las parcelas relacionales de la sociedad.

  3. 23xtc

    brecha la que tendrá usted si se le ocurriera quejarse, ya que sabe dónde y a quienes hacerlo, sobre la demostración del odio que denota afirmar que los heteros somos violadores en potencia por las afirmaciones en el edificio de su capital de provincia catalana.

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