Maroto y la ley trans
Maroto pretende llevar la Transición de lo político a lo sexual. Que la gente cambie de sexo, vale, pero que lo haga como el PP cambia de principios: paulatinamente, sin prisas, al ritmo de los andares de Rajoy.
Quien me conoce sabe que me opongo a la ley trans, que no estoy del todo cómodo con la idea de que un hombre pueda hacerse mujer y de que una mujer pueda hacerse hombre. Me opongo, la considero una aberración filosófica y política, y precisamente por eso no acepto cualquier crítica contra ella. Si la ley trans es una aberración, ¡una especialmente dañina!, hemos de tomarnos la molestia de refutarla debidamente, por los motivos oportunos.
Esa molestia no se la ha tomado Javier Maroto, lo cual no es noticioso, lo sé, pero sí bastante grave. «No se puede pasar de ser mujer a ser hombre en dos minutos». De todas las críticas a la ley trans que he oído, y por motivos estrictamente laborales he oído unas cuantas, ésta es, sin duda, la más peculiar. ¿Cuánto tiempo se necesita para hacer el tránsito? ¿Un mes? ¿Acaso dos? ¿Un año? ¿Una década? ¿Lo sabe Maroto? ¿O simplemente está hablando por hablar?
Maroto nos propone un cambio de sexo ordenado, paulatino, reflexivo. Que cada cual haga lo que quiera, faltaría más, pero que lo haga bien, sin radicalismos. Frente a los de Podemos, que propugnan un cambio abrupto, una ruptura en toda regla, él sugiere algo más meditado, creo que una transición. ¡Pretende llevar la Transición de lo político a lo sexual! Que el cambio de sexo sea un paso de la ley a la ley, del orden femenino al orden masculino, nunca de un caos a otro. Maroto piensa en una transición dulce, como ésa que desean para sí los equipos de fútbol que sustituyen a su entrenador. Que la gente cambie de sexo, vale, pero que lo haga como el PP de principios: progresivamente, sin prisas, al ritmo de los andares de Rajoy.
Hay que considerar bien las palabras de Maroto. El PP no se opone a la esencia de la ley trans, con la que está básicamente de acuerdo, sino a algunos de sus detalles más anecdóticos. El otro día Feijóo habló de la necesidad de un asesoramiento adecuado y ahora Maroto nos habla de plazos. Dos minutos son muy pocos; ¡exijamos al menos diez! Que uno se cambie de sexo, perfecto, pero que lo haga meditadamente, sin precipitaciones. El PP quiere una jornada de reflexión sexual y algo me dice que Podemos no tendría ningún problema en aceptarla.
Sirva la crítica de Maroto, su absurdidad, para apercibirnos de que sólo hay dos opciones, no más. O bien la realidad biológica se elige, se construye, o bien tan sólo se descubre, se acoge. Sé que al centroderecha le sonará radical, pero no hay término medio.