Noticias falsas
«Los políticos y la prensa tienen el monopolio de las noticias falsas; por eso les jode que haya quien trate de disputárselo»
Ayer, 8 de noviembre, se condenó por primera vez en España a alguien por difundir una noticia falsa. Según cuenta El Mundo, se trata de un Guardia Civil que procuró engañarnos a todos en Twitter, donde colgó el vídeo de una violación cometida en China al tiempo que se la imputaba a un marroquí que la habría perpetrado en Canet de Mar. ¿La condena? Quince meses de cárcel y una multa de mil y pico euros porque, además, al agente lo movió su «animadversión y rechazo a los inmigrantes extranjeros de origen marroquí», dice el juez.
Hasta ahí todo bien. O más o menos bien. Se debe procurar, desde luego, que no se difundan noticias falsas, y cualquiera que lo haga debe ser condenado. Pero sospecho que al juez, como a la prensa que ha celebrado la noticia, no le preocupa tanto que existan las noticias falsas como los temas que éstas aborden. Lo digo porque hemos visto periódicos que publicaban vídeos delirantes de presuntas matanzas rusas a civiles ucranianos, ¡hasta editoriales que achacaban a Putin la inflación en España!, y nadie parecía tan preocupado. Tampoco percibí tanto rechazo a las noticias falsas cuando, durante el coronavirus, se hablaba de nuevas olas, variantes, mutaciones al tiempo que se responsabilizaba de las muertes por coronavirus a aquellos que no querían vacunarse o, ¡peor!, a aquellos que salían a echar unos bailoteos y tomarse un par de copas.
Los hay que pueden argüir que no, que a pesar de las informaciones de la prensa, que aseguran que lo han condenado por difundir noticias falsas, al Guardia Civil lo han condenado en realidad por difamación, por incitar al odio contra los marroquíes, pero sigue sin cambiar nada. Entonces, diría yo, que se condene también a aquellos que inventan noticias para azuzar la rusofobia o a aquellos que inventaron noticias para sembrar el odio contra los no vacunados. Y son muchos; tantos, que algunas oficinas de prensa se vaciarían. Y Moncloa, y Ferraz, y Génova…
En realidad, el sistema está bien montado, por eso me hace gracia que cuatro crypto boys que minaban monedas desde su casa pensasen que podían derribarlo: los políticos mienten y la prensa amplifica esas mentiras o inventa otras. Y hasta ahora tenían el monopolio, y en realidad lo siguen teniendo; lo que les jode es que haya quien trate de disputárselo. No condenan la mentira, ¡qué va!, si viven de ella. Condenan que exista alguien tan temerario como para no creerse la suya e inventarse una propia.