La inflación, otra manipulación
«Al fracaso de su quehacer en economía el Gobierno añade una indecente manipulación que intenta convertir en triunfos sus derrotas y un veto a la crítica»
Conocido ayer el dato avanzado de la inflación interanual -6,8%-, les ha faltado tiempo al Gobierno y a sus mariachis para sacar pecho presumiendo del pretendido éxito de la política económica gubernamental que, supuestamente, está siendo capaz de embridar el fenómeno inflacionista que, según argumentan, viene directamente provocado por la guerra iniciada por Putin. Sin cuestionar de momento la veracidad del dato oficial, pese a que ya suenan voces expertas que alertan sobre las posibles incidencias técnicas que pudieran estar desvirtuando el dato oficial de la inflación, sí que es necesario desmontar las bases de la propaganda oficial.
La realidad inflacionista es la que es y no la que nos cuentan. Por ello, es preciso afirmar que la inflación había llegado a España antes de que el sátrapa ruso consumara la invasión de Ucrania, pues en enero del presente año sufríamos ya un incremento del 7,6% del IPC. Y, además, la inflación está lejos de ser embridada, toda vez que el último dato sitúa a la subyacente en un peligrosísimo 6,3%, creciendo sobre el dato precedente -6,2%-, y más del doble de la existente antes del inicio del conflicto Rusia-Ucrania que era un 3%. Quiere decirse que la auténtica bomba inflacionaria que duerme bajo nuestros pies -la inflación subyacente- no se está solucionando, sino que aumenta a ritmo más que peligroso. Pero los publicistas de La Moncloa omitirán cualquier referencia al respecto y nos seguirán vendiendo el inventado éxito de Sánchez contra la inflación. Clara manipulación.
Desgraciadamente, el expuesto no es el único supuesto de fiasco económico que se nos vende como éxito. Verbigracia, al informarnos sobre el comportamiento del PIB, el Gobierno y sus terminales mediáticas nos publicitan día sí y día también que actualmente la economía española está creciendo a mayor ritmo que las de nuestro entorno. Al hacerlo omiten decir que España es el único país de la región que aún no ha recuperado el nivel de PIB previo a la pandemia, por lo que en materia de recuperación económica somos los colistas. Como vemos, otra manipulación.
«El truco contable es tan sencillo como característico del Gobierno: los parados computan ahora como empleados»
Otro tanto cabe decir en materia de empleo, cuestión en la que Gobierno tampoco está siendo capaz de revertir el problema estructural que supone nuestro elevado nivel de desempleo en el que, además, duplicamos la tasa de paro de nuestros países vecinos. Eso sí, mediante una muy preparada contra reforma laboral, ha conseguido derivar hacia el estatus estadístico de trabajadores con empleo a un gran contingente de parados reales -del orden aproximado de 600.000-, mediante la supresión de modos de contratación temporal y su inevitable reconducción a la figura del fijo discontinuo. El truco contable es tan sencillo como característico del actual Gobierno: Los parados computan ahora como empleados y de ese modo, aunque en absoluto sea cierto parece que el nivel de empleo sube y el de paro desciende. Una manipulación más.
Y así, de manipulación en manipulación, el Gobierno nos va retratando una imagen ficticia de nuestra economía absolutamente ajena a la realidad pero que, eso sí, sirve para que sus voceros ondeen las banderas y hagan sonar los timbales y los platillos propagando un imaginario éxito de la política económica de Sánchez. Y ya se sabe, el que ose discrepar de la versión oficial es derrotista, milita en el negacionismo y, además, no está dispuesto a arrimar el hombro, acusaciones que son permanentemente vertidas contra todo aquel que disiente, ya se disienta desde la condición de opositor político, de periodista, de analista económico o de mero observador.
De manera que, al fracaso de su quehacer en economía el Gobierno añade una indecente manipulación por la que intenta convertir en triunfos sus derrotas y, por si no fuera suficiente, le añade un inadmisible veto a la crítica. Esta última característica, por la que desde la oficialidad y sus aledaños se juzga y se condena al que discrepa, es una de las notas que caracterizan a cualquier dictadura, estado al que afortunadamente todavía no ha llegado España, pero del que sin duda lleva recorrido un largo trecho.