THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

La soledad de Marlaska

«Si el presidente del Gobierno fuera un hombre leal con los suyos, o bien hubiera acompañado a su ministro, o bien hace ya meses debía haberle destituido»

Opinión
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La soledad de Marlaska

El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, este jueves en el Congreso. | Europa Press

Ayer por la mañana veía por la pantalla del ordenador la sesión del Congreso y lo más patético me pareció la soledad del ministro de Interior en el banco azul, en la zona donde se sientan los miembros del Gobierno. 

Antes había visto la respuesta de la ministra de Justicia a la pregunta de una diputada y antes por supuesto a la arrogante Irene Montero, nuestra Eva Perón, decir las barbaridades a las que nos tiene acostumbrados, quizás también a algún otro miembro del Gabinete. Estaban, pues, por ahí, los ministros respondiendo (o no) a las preguntas que se les formulaban. Pero de repente se esfumaron, como por ensalmo. A Marlaska lo dejaron solo, solo ante el peligro. 

La Constitución dice en su art. 108: «El Gobierno responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados». Reparen en el «solidariamente» y en el término «gestión». Puede sostenerse que la gestión de un ministro en una actuación puntual y concreta -como es el caso de lo acontecido  en Melilla el pasado junio sobre las que daba explicaciones Grande Marlaska- no deba obligar a la responsabilidad solidaria del resto de miembros del Gobierno. Puede sostenerse. Pero lo que no es de recibo, en un caso importante como este, además con repercusiones internacionales, es la falta de apoyo moral de sus compañeros y, muy especialmente del presidente. 

Sin embargo, nadie estaba ahí, peor aún, los que antes estaban y habían intervenido en la sesión, huyeron como conejos: que no seamos considerados cómplices de un sucio asunto en el que ha habido violencia y muertos de pobres africanos que arriesgaban su vida  para escapar de sus condiciones de miseria. «Dejemos sólo a Marlaska, nosotros no queremos salir en la foto, nos compromete demasiado, somos de izquierdas». Antes cobardes que de derechas, debían estar pensando.

«Ni el presidente hizo compañía a su ministro de Interior. Marlaska estaba allí, solo ante el peligro, abandonado y afligido»

O quizás, incluso probablemente, recibieron órdenes de arriba, del presidente, Bolaños mediante, claro. «Esto es cosa de Marlaska, nada que ver los demás, escapemos de esa trampa, no ensuciemos nuestra imagen, nosotros debemos ser más solidarios con los inmigrantes que con un compañero del Gobierno, antes que nada somos de izquierdas». Ni el presidente hizo compañía a su ministro de Interior. Marlaska estaba allí, solo frente a los demás grupos parlamentarios que pedían su dimisión, solo frente al peligro, abandonado y afligido. 

Si el presidente del Gobierno fuera un hombre leal con los suyos, no el que todos conocemos, o bien hubiera acompañado a su ministro, o bien, hace ya semanas, o meses, debía haberle destituido. De momento, al menos cuando escribo estas líneas, no ha hecho ni una cosa ni otra. Ha escurrido el bulto, seguramente ha dado orden a los miembros de su Gabinete de dejar solo a Marlaska y cualquier día lo cesará sin contemplaciones. 

Con ello salvará su imagen, sobre todo en el plano internacional, que ahora tanto le importa. «Hace ya tiempo que estaba descontento con este Marlaska,  pero le daré otro cargo para que no se me enfade, ¿cuál tengo a mano?». Eso dirá el gélido Pedro Sánchez sin despeinarse. De momento, ayer por la mañana, el probable cesado miraba a derecha e izquierda sin ver a nadie. Al final, dio las gracias a los diputados del  grupo socialista que le habían acompañado y se abrazó con un tal Patxi López. Patético.

«Estos trágicos sucesos de Melilla tienen un trasfondo: el misterioso cambio de la postura de España en el Sáhara»

Estos trágicos sucesos de Melilla tienen, además, un trasfondo que no cabe olvidar: el misterioso cambio de la postura de España en la cuestión del Sáhara. En marzo pasado, nos enteramos de que España había cedido en  su tradicional posición de respetar los mandatos de la ONU sobre el derecho a la autodeterminación del Sahara y optaba por la autonomía de este territorio dentro de Marruecos. 

La información la hizo pública el Rey de Marruecos al leer una carta personal que le había enviado Pedro Sánchez de la que al parecer ni el Gobierno estaba enterado. Las explicaciones posteriores del ministro Albares fueron confusas y el asunto ha caído en el  olvido. Pero, al parecer, España se había sumado a las posiciones de Estados Unidos, en concreto y nada menos, la nueva orientación adoptada por Trump. 

¿Tienen conexión los sucesos de Melilla con esta debilidad de España por el amigo americano? ¿Es posible que unos 2.500 africanos asalten la valla de Melilla sin que se enteren la autoridades de Marruecos?  ¿Qué hay detrás de todo este oscuro asunto? 

En todo caso, Sánchez nos debe una explicación y lo que más me intriga es que ningún grupo parlamentario, que yo sepa, se la haya pedido.   

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