Pedro Sánchez 3-España 0
«El sanchismo ya nos lleva tres goles de ventaja: los indultos a los golpistas, la derogación del delito de sedición y el abaratamiento del delito de malversación»
Espero que me sepan perdonar el recurso al lenguaje futbolístico para titular el artículo, pero es fruto de la impotencia. He pensado que podría ser una buena idea para intentar captar la atención de la población española, que asiste indiferente al espectáculo obsceno de degradación institucional y democrática perpetrado por Pedro Sánchez. Quizás el símil futbolístico consiga llegar allí donde no lo ha conseguido el discurso político.
España se está jugando su permanencia en la primera división de las democracias liberales, que son las que limitan el poder de sus gobernantes a través de un sistema de contrapesos formales y materiales. El rival que amenaza con hacernos descender de categoría es el equipo sanchista, integrado por socialistas, filoetarras e independentistas y liderado por Pedro Sánchez, su goleador indiscutible.
El sanchismo no piensa competir respetando las reglas del partido y pretende que nos enfrentemos a él imponiéndonos a personas vinculadas a su Gobierno en los puestos defensivos de nuestro equipo: en enero de 2020 colocó a Dolores Delgado, su exministra de Justicia, al frente de la Fiscalía General del Estado. O a José Félix Tezanos, exmiembro de la ejecutiva socialista, en el CIS. Ha impuesto la sustitución sin motivo de quienes jugaban como titulares en los puestos del Centro Nacional de Inteligencia, del Instituto Nacional de Estadística y de Radio Televisión Española.
«Como el juego sucio no parece pasarle factura, ahora trata de colocar en el Constitucional -nuestro VAR- a Juan Carlos Campo»
También ha acusado a nuestros porteros, los jueces y magistrados que integran el poder judicial, de prevaricadores, vengativos y machistas. Y como el juego sucio no parece pasarle factura entre su afición, ahora trata de colocar en el Tribunal Constitucional -nuestro particular VAR- a Juan Carlos Campo, que estuvo al frente de la cartera de justicia hasta julio de 2021, y a Laura Díez, alto cargo de la Moncloa. Entre los trofeos conseguidos por el primero, destacan los indultos a los prucesistas y el diseño de la derogación del delito de sedición. La segunda cuenta entre sus galardones con el Estatuto de Cataluña de 2006 que coló en su preámbulo la calificación de la autonomía como Nación.
Para que ustedes lo entiendan mejor, y continuando con la analogía futbolística, el objetivo de todas estas artimañas de Sánchez es que el partido lo arbitren quienes hasta hacen cuatro días eran jugadores de su equipo, para que permitan que suban al marcador goles que deberían de ser anulados. Es como si La Liga eligiese a Gerard Piqué como árbitro para dirimir el próximo clásico, aunque me temo que esto generaría un escándalo e indignación mayores en nuestra sociedad que las maniobras antidemocráticas del Presidente.
El sanchismo ya nos lleva tres goles de ventaja: los indultos a los golpistas, la derogación del delito de sedición y el abaratamiento del delito de malversación. Pero estos tres tantos no son suficientes para pasar a la siguiente ronda: no basta con que los independentistas salgan impunes, sino que también hay que garantizar que lo puedan tornar a fer sin que tengan que responder penalmente por ello.
La derrota total del Estado democrático y de derecho español será el gran triunfo del sanchismo. Pero para llegar a la final necesitan marcar un cuarto gol: la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial y la de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. Con esta última, persiguen eliminar el examen previo de idoneidad de los nuevos magistrados. Con la primera, proponen rebajar las mayorías para que el Consejo elija a los dos magistrados del órgano que vela por que las leyes que emanan del Legislativo se ajusten al espíritu de la Constitución: de una reforzada a otra simple. Además, a los vocales que intenten bloquear el nombramiento se les podrá acusar de un delito de prevaricación.
Se trata, a fin y a la postre, de culminar el asalto al Constitucional garantizando una mayoría progresista con las tragaderas necesarias para convalidar un futuro referéndum secesionista del que, desde el independentismo, se nos avisa sin disimulo. Un gol a la Constitución del 78 tramposo e injusto, pero que subirá al marcador como el de Maradona en los cuartos del Mundial de 1986: de la «Mano de Dios» al Dedazo de Sánchez.
Y mientras los hooligans mediáticos del equipo presidencial jalean las trampas de su delantero y le aplauden mientras embarra el terreno de juego, los futbolistas de la oposición se dedican a pasarse el balón temerosos de lanzar a puerta: unos se niegan a abandonar el centro del campo para no ser abucheados por los ultras sanchistas y otros se empeñan en bombear balones al área buscando desesperadamente a un delantero que remate.
El panorama punitivo de esta España derrotada por el sanchismo es terrorífico: impunidad para golpistas o penas más bajas para corruptos y agresores sexuales, al tiempo que se crean nuevos delitos cuyos autores son jueces o empresarios. Pero nada de esto parece alterar la cotidianeidad de los españoles, que han naturalizado aquello de lo que deberían de abominar. No somos conscientes de que, tras la derrota en octavos del mundial de Qatar, el partido no ha terminado y España se está jugando mucho: la convivencia democrática que heredamos de la transición.