Illa saca la estelada
«La izquierda, en sus múltiples batallas contra España ha perdido pelo, pasea abrigos de pobreza y alterna con personajes tan estupefacientes como Junqueras»
Este invierno político nos trae un florecimiento de chanchullos que poco a poco van encontrando su definición más precisa en el término caciquismo. Cataluña, si se despista, se acostará un día monárquica y se levantará de facto republicana. Efectivamente, estas fórmulas del caciquismo han caído bien en la Cataluña independentista, sin embargo el mensaje de Illa es que «lo que mueve a tomar esta decisión responde a la necesidad de tener una mirada de futuro». Y por estas cosas, el premio al independentista del año va a ser para Illa. Unas horas ha tardado en desmentir al Gobierno y sacarle una pierna, insinuante, a los amigos de Esquerra.
No sabemos qué están negociando en esa mesa o carromato de negociación, que probablemente sea una carpa flotante, pero parece que una «consulta para el autogobierno». Parecía que Salvador era un político jubilado o fuera de juego desde el desastre de la pandemia, pero ha sabido reinventarse, con sus trajes a medida del independentismo. Justo cuando el procés ha dejado de ser un proyecto político y se ha convertido en un proyecto de fervor fracasado vienen a asegurar la convivencia y todo eso. Esto sí que es eficacia democrática. Estamos ante el nivel más sublime de la batalla política, ese arte de tomar la pulsión independentista y si ésta decae, anunciar el referéndum y marear es la clave, y es lo que acaba pareciendo democrático.
«El truco es no romper la legalidad vigente, sino ir de la ley a la ley para que nadie cometa un delito»
El suicidio masivo y neoclásico del Régimen del 78 se logrará desde la reforma interna, que es como un golpe anunciado, a cámara lenta. Y ojo, el truco es no romper la legalidad vigente, sino ir de la ley a la ley para que nadie cometa un delito. Lo único que faltaba para poder revestir todo el asunto de «cosa democrática» es una consulta o referéndum que recoja un 51% de participación. Y que el 55% de ese 51% diga sí. Solo votando los independentistas y algún socialista despistado llegarían sobrados. Así las cosas, Illa ha aprovechado todo el jaleo para apuntalar el asunto. Parece que van siempre a lo loco y en realidad tienen una estrategia muy bien pensada. Su intención no es otra que hacer la consulta y después, palante. Pero no les corre prisa, menos mal.
Illa es un político sin tirón y un tipo que se ha disfrazado de tecnócrata para beneficiar a la tendencia y tradición más antiliberal de España, la golpista. Un país que ha sufrido tramas de corrupción y numerosos golpes de Estado debe tener tipificados los delitos de sedición y malversación, pero aquí deciden que hay que tener socios hasta en el país catalán. La izquierda, en sus múltiples batallas contra España ha perdido pelo, pasea abrigos de pobreza y alterna con personajes tan estupefacientes como Junqueras. Ahora quieren sumarse a los sueños idealistas y fanáticos de los que se encierran cada vez más en la plaza de su pueblo. Ya ven, Salvador Illa ha resultado ser una siembra política muy fecunda, una que no se corta un pelo alternando banderas. Hoy estamos en la semana de la bandera de la estelada.