Sánchez show
«El dramático show de ayer no es el punto final de nada, sino un punto y seguido del auténtico golpe a la democracia de Sánchez. Es ahora cuando empezamos a ver a lo que se refería cuando anunció que iba “a por todas”
¿Hay alguien que dé más? Tras bombardear con inusitada fuerza todas las estructuras que conforman el modelo democrático que nos dimos en 1.978, Pedro Sánchez dirigió ayer desde la distancia el dramático espectáculo que se vivió en el Congreso de los Diputados. Ver como el grupo parlamentario socialista actuó en concertación con el resto de su mayoría parlamentaria para traer a colación el golpe de Estado de 1981 generaba estupor, pero provocaba auténticas náuseas escuchar al portavoz socialista Felipe Sicilia concretar que, frente a los uniformes de entonces, los golpistas de hoy llevan togas.
No cabe mayor mentira, mayor irresponsabilidad política ni mayor bajeza moral. Atacar de ese modo al Poder Judicial desde los aledaños del Gobierno es disparar con fuego cruzado a nuestro Estado de Derecho y, consecuentemente, a nuestra democracia. Todo en el día en el que el Congreso aprobó una reforma del Código Penal diseñada por y para los delincuentes que delinquieron contra nuestro orden constitucional.
Por cierto, para retratarse aún más, en su nauseabunda intervención Felipe Sicilia esgrimió que, históricamente, los golpes de Estado han provenido siempre de la derecha, olvidando el perpetrado en 1934 por los líderes de su propio partido. También del que triunfó en 1.923 que fue celebrado y festejado nada menos que por Largo Caballero, dirigente del PSOE. Pero ya sabemos que en el ejercicio de su “memoria democrática”, los socialistas cambian y mutilan la Historia a su capricho y en su beneficio.
Desgraciadamente, el dramático show de ayer no es el punto final de nada, sino un punto y seguido del auténtico golpe a la democracia que está asestando Pedro Sánchez. Es ahora cuando empezamos a ver a lo que se refería cuando desde la tribuna del Congreso anunció que iba “a por todas”. Y, ciertamente, produce escalofríos intentar imaginarse lo que realmente puede esconder la amenaza de Sánchez. Es así porque acudiendo a la lógica más estricta nada puede descartarse por grave que parezca, pues no en balde es obligado recordar que hace unos años nadie podía imaginar que fuera a realizar lo que ha realizado hasta ahora. Por ello, con perspectiva de futuro su “a por todas” puede incluir cualquier cosa, toda aquella que le sea preciso realizar por exigencia de los delincuentes condenados que le auparon y le mantienen en La Moncloa. Ésta es la única pista de la que disponemos: Dado que su disposición a debilitar España y al Estado tiene una relación directa y constante con lo que le exigen sus socios parlamentarios, serán éstos los que definan el contenido del “a por todas” con el que nos amenazó Sánchez.
De manera que basta con escuchar hoy a Junqueras, Aragonés, Otegui y demás rufianes para anticipar las cornadas que Sánchez proporcionará mañana a España, a los españoles, al Estado y a lo que queda de democracia. Mal presagio sin duda. Yo sigo pensando que probablemente, los únicos que pueden evitar el desastre de su reelección son una parte de los que votaron socialista en 2019. Aquellos que reconozcan que fueron engañados, aquellos que no quieren la modificación de las leyes para favorecer a los delincuentes, aquellos que no desean que el futuro de España lo dibujen los que no quieren permanecer en ella, aquellos que anhelan el mantenimiento -sería ya la recuperación- del modelo de convivencia democrática inaugurado en 1.978. En definitiva, con la “pesadilla Sánchez” pueden acabar aquellos que votando socialista en 2019 asisten perplejos e indignados a la espuria utilización que se está haciendo de su voto. Y no es preciso que voten a quien no les guste, es suficiente con que no repitan su error, repetición que de producirse sería culposa pues nadie puede aludir después a un posible engaño cuando es consciente del anterior.