Privilegiados
«Nadie puede ir contra la ley de la gravedad, pero casi nadie se atreve a desafiar la gravedad de la ley que convierte en privilegiados a quienes tienen la ideología de moda»
Supongo que en todas las épocas ha habido tipos humanos preferidos a los demás y convertidos públicamente en parangones virtuosos propuestos a la admiración popular. Los pertenecientes a ese modelo siempre han gozado de ciertos privilegios sobre los demás. Conocer el modelo privilegiado de cada época nos dice mucho sobre ella y sobre el punto de moral colectiva (es decir, publicitada por los más poderosos e influyentes) alcanzado allí. Un ejemplo de nuestros días servirá para mostrar a qué me refiero.
El reciente intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia ha sido muy celebrado por unos y ha dejado bastante perplejos a los demás. Por supuesto, en cualquier democracia se celebra que una compatriota haya sido recuperada del encierro en un país totalitario con pocas o nulas garantías legales. Bienvenida sea, pues, Brittney Griner al seno familiar y social que le corresponde. Nos alegramos de su liberación tras nueve meses de cárcel por un delito nimio, mas bien imaginario, como es encontrarse en posesión de una pequeña cantidad de aceite de cannabis para uso propio: su condena era exagerada y abusiva (como tantas por cierto referidas en muchos países a esas sustancias prohibidas conocidas arbitrariamente como «drogas»). Pero nuestra alegría por ver en casa a Brittney no disminuye la irritación al recordar que su libertad se ha comprado al precio de excarcelar a un peligroso criminal como Victor Bout, llamado el «mercader de la muerte», acusado de vender armas rusas a Al Queda, a los Talibanes, en Ruanda, en Sierra Leona… En Argelia hizo mejor negocio todavía, al vender almas al gobierno y a los rebeldes que combatían contra él. Sin duda Putin le consideraba el preso más codiciado (y más útil, si se le recuperaba) de cuantos estaban en cárceles norteamericanas. Frente a este formidable gángster, el peso como rehén de la atlética Brittner era francamente insignificante.
«La concienciada y díscola Brittney reunía más condiciones favorables a la propaganda progre de Biden que Paul Whelan, varón, blanco, heterosexual, de pasado militar y que según cuenta su hermano canta el himno todas las mañanas»
Pero es que además existía otro canje posible, si de intercambiar presos se trataba. Paul Whelan lleva prisionero en Rusia desde 2018, cuando fue detenido en un hotel de Moscú: había ido a la capital soviética para asistir a la boda de un compañero pero fue condenado por espía y le cayeron dieciseis años de cárcel. Fue marine durante catorce años, estuvo destinado dos veces en Irak y alcanzó la graduación de brigada. Puede esperar pocos tratos de favor en su prisión rusa. En principio, dicen las autoridades americanas que pidieron que el canje fuese Bout por los dos yankis, lo que parece lo más lógico dado el rango del rehén ruso. Pero Putin se negó y por tanto no quedaba más que elegir a uno de los dos (según Biden, claro, porque es imaginable un negociador mas exigente que no hubiese cedido fácilmente ante el autócrata aunque se hubiera retrasado el intercambio). Pero es evidente que si a Putin le interesaba sin duda recuperar a Bout, no estaba menos claro a quien debía preferir Biden: Brittney Griner es mujer, negra, lesbiana, deportista, y se ha negado a estar presente en la cancha con su equipo cuando se interpreta el himno de su país (en solidaridad, por lo visto, con el Lives Black Matter). Dicen las autoridades americanas que no se trataba de elegir a uno de los dos -ellos querían ambos, aseguran- sino de conformarse con uno o no tener ninguno. Puede que sea así, no soy quien para desmentir a tan altas instancias. Pero sugiero que la concienciada y díscola Brittney (la mas ortodoxa de la heterodoxas) reunía mas condiciones favorables a la propaganda progre de Biden que Paul Whelan, varón, blanco, heterosexual, de pasado militar y que según cuenta su hermano canta el himno todas las mañanas (aunque esto puede que sea un truco para que lo echen cuanto antes de su jaula). Como dijo Karine Jean-Pierre, secretaria de prensa de la Casa Blanca, «Brittner Griner es una inspiración para los americanos LGTBQI+ y las mujeres de color». Según parece Whelan y sus años de servicio en el frente no inspiran nada especial a nadie ni sirve a la promoción del liberal Biden: así le va.
El caso me recuerda el Nobel de este año a Annie Ernaux, cuando algunos creímos que podía haberlo ganado el gran Michel Houllebeck. Pero fue ella misma la que nos sacó de nuestra confusión. En una entrevista en Estocolmo le preguntaron por su colega y la biliosa laureada se congratuló de que el premio gordo lo hubiera obtenido ella y no Houllebeck «que es antifeminista y reaccionario». Después leyó su discurso de aceptación y dejó claro que los esfuerzos teóricos no son lo suyo: parecía escrito por Errejón pero con peor sintaxis… Lo malo es que flota la duda de que la Academia Sueca puede haberse visto influida por la pureza política (de izquierdas, que es lo que cuenta) de Ana frente a la incorrección de Michel. Nadie puede ir contra la ley de la gravedad, pero casi nadie se atreve a desafiar la gravedad de la ley que convierte en privilegiados a quienes tienen la ideología de moda o si comparten una rancia, que al menos sea rancia de izquierdas. ¡Qué le vamos a hacer!