THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Un juego arbitrario y corrupto

«Twitter censuró una noticia sobre el hijo de Biden que podría haber cambiado el destino de Estados Unidos. Los medios de comunicación miraron para otro lado»

Opinión
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Un juego arbitrario y corrupto

Ilustración. | The Objective.

Twitter censuró una información muy relevante en las elecciones de 2020. La información afectó de forma decisiva a aquella elección; tanto, que si Twitter no hubiera cortado el acceso en su red de una noticia publicada por un veterano periódico neoyorkino, el destino de los Estados Unidos sería otro. Elon Musk, que ha decidido hacer nuestra vida más interesante, está publicando los documentos internos que cimientan esta historia de corrupción administrativa, periodística, y empresarial. 

Hunter Biden, hijo del entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, llevó su ordenador portátil a reparar a la tienda de un tal John Paul Mac Isaac en abril de 2019. Ahí se quedó el chisme, sin que Hunter lo fuera a buscar. Se abre entonces un hiato del que no tenemos noticia, hasta que la dio el diario The New York Post. Tenía en su poder el ordenador de Biden jr., había escudriñado su contenido, y empezó a sacarlo a la luz pocos días antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2020. Biden contra Trump.

Hunter entró en Burisma Holdings, la principal productora de gas del país, para implementar unas buenas prácticas empresariales, después de que su principal dueño fuera acusado de utilizar la empresa para lavar dinero. Joe Biden dijo en público que coaccionó al Gobierno de Ucrania para que destituyera al fiscal anticorrupción Viktor Schokin: o lo quitaba de en medio, o retiraba las ayudas USA. Zelenski obedeció. O bien Schoking entorpecía las investigaciones por corrupción y los dos Biden trabajaron por limpiar el aire en la gasística ucraniana, o bien apartaron al fiscal precisamente por perseguir la corrupción. 

«La noticia sobre el ordenador de Biden jr. era la sorpresa que podía asegurar cuatro años más de Trump en la Casa Blanca»

El asunto está por aclarar, y en cualquier caso, no nos importa aquí. Además de alguna prueba gráfica de la desordenada vida de Hunter, el ordenador contenía varios email con información sobre los negocios del lobbista en Ucrania. La noticia sobre el ordenador era la sorpresa de octubre que podía asegurar cuatro años más de Trump en la Casa Blanca. The New York Post había lanzado una bomba nuclear, y había que desactivarla en pleno vuelo. Twitter cortó el cable adecuado, y Elon Musk acaba de hacer públicos los documentos que demuestran cómo lo hizo.

El periodista Matt Taibbi ha tenido el acceso a esos documentos, y los ha extractado en la propia red social. Los altos directivos de Twitter decidieron censurar la información del diario. «La decisión se hizo al máximo nivel de la compañía, pero sin el conocimiento del CEO, Jack Dorsey, y en la cual jugó una parte decisiva la exdirectora del área legal, de política y de confianza, Vijaya Gadde»; la mujer que miraba con cara de ajo a Musk el día de su llegada a la compañía. 

La razón que dieron es que la información procedía de un hackeo; un acceso indebido al contenido del ordenador, contra el contexto que el propio diario había dado sobre el origen de la información. Esto es importante. Los directivos de Twitter nunca dijeron que el contenido fuera falso.

Dentro de la empresa, varios trabajadores de alto nivel pusieron en duda los motivos. «El hackeo era la excusa. Pero en pocas horas casi todo el mundo se dio cuenta de que no se sostenía. Pero nadie tuvo las agallas de confrontarlo». 

Tomada la decisión, Twitter censuró por el medio más efectivo, y más duro. Un medio que había pensado para los casos más extremos, como la distribución de la pornografía infantil: bloquear la distribución del enlace a la noticia. También cerró la cuenta del NYP. 

El equipo de la red social trabajó en colaboración con el Partido Demócrata. Aunque los dos partidos tenían acceso a la plataforma, «dado que Twitter estaba, y está, compuesto por gente de una orientación política, hay más canales, más medios de queja abiertos a la izquierda (bueno, a los demócratas), que a la derecha», dice el periodista.

No es sólo el Partido Demócrata. Aquí entra en juego lo que Donald Trump y sus acólitos llaman deep state, y que bajo ese nombre de reminiscencias gnósticas se encuentra la vieja y gloriosamente ineficaz Administración: las agencias y organismos del Estado que, como describe la Public Choice, tienen sus propios objetivos, que no tienen por qué ser los del Gobierno, y que nunca son los de la sociedad de la que viven. Me refiero a la Oficina Federal de Investigación: el FBI. 

«El FBI decidió no investigar el asunto. Quizás supieran que una Administración Biden sería más generosa con la agencia»

El FBI es una institución corroída por la corrupción. Es como una Junta de Andalucía gobernada por José Antonio Griñán, pero con el poder del Estado con más medios del mundo. El FBI decidió no investigar el asunto. Qué motivos tuvo para hacerlo, no lo sabemos. Solo podemos hacer ingeniería inversa a partir de lo que hizo, y de lo que no hizo. 

Lo que hizo fue fundamentalmente dos cosas. Una de ellas es decir que el contenido de la información del NYP provenía de un hackeo ruso. Mintió. Dijo lo contrario de la verdad a sabiendas. La otra fue reunirse con las redes sociales para ordenarles la censura de la información. Mark Zuckerber dijo a Joe Rogan que el FBI le presionó sobre este tipo de informaciones. Los documentos de Twitter revelan que la oficina de información se reunía con ellos semanalmente para seguir todo lo relativo al asunto. ¿Qué interés puede tener el FBI en una victoria demócrata o en una derrota de Donald Trump? Quizás supieran que una Administración Biden sería más generosa con los fondos para la agencia. Pero por el momento, no sabemos cuál fue la motivación del FBI. 

La empresa y la Administración se corrompieron. Pero también lo hicieron los medios de comunicación. Tenían todos los elementos para saber que la información era cierta, y los despreciaron minuciosamente. Tony Bobulinski, socio de Hunter Biden, habló antes de que se celebraran las elecciones, y dijo que los emails publicados por el New York Post eran ciertos. Los medios, con alguna excepción, miraron hacia otro lado. En última instancia, dieron por buena la censura de Twitter, y participaron de ella. Los documentos internos de Twitter son testimonio del partidismo de la prensa y de su escasa voluntad de servir a la verdad. Esa actitud no ha cambiado: hoy vuelve a mirar hacia otro lado.

Observador de estos manejos, el ciudadano común se contenta con dejarse engañar por los suyos, y con participar cada cuatro años en un juego arbitrario y corrupto, pero del cual depende quién nos manda, y cómo. 

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