THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

El papelón del Rey

«Recordemos en esta semana de batallitas constitucionales que todo el apoyo a los símbolos y tradiciones, a la unidad nacional, se vuelve necesario»

Opinión
5 comentarios
El papelón del Rey

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al rey Felipe VI. | Europa Press

El papelón que tiene que hacer estas Navidades el rey Felipe VI, en medio de todo el desfase constitucional, es importante. Con esta cita simbólica y su tradicional discurso, España opone al método revolucionario el método de la continuidad. El único que puede evitar ese aspecto patológico que hace de la historia una lucha ilustre entre los paralíticos y los epilépticos. Pero además, estas Navidades estamos inmersos en un proceso de ruptura disfrazada de reforma y todos los gestos, símbolos y protocolos cobran una importancia renovada.

La aureola que revestía las tradiciones y los símbolos del Estado se ha ido perdiendo, pero quizás el rey Felipe ha sabido encarnar la serpiente borbónica de la Historia, que sigue su marcha sigilosamente, adaptándose a los nuevos tiempos. La Corona ha sabido seguir en el ayer sin dejar por eso de vivir para el futuro. Y Felipe tiene un papelón importante que cumplir.

El paseíllo de esta semana en Chamartín nos mostraba un Rey con una bondad inteligente, sigilosa y silente, que siempre guarda las formas cuando le sacan un trapo rojo. Efectivamente, este Rey ha guardado silencio durante casi todos los momentos de su vida pública, solo hay dos momentos clave en el que le he oído subir el tono: su discurso del 3 de octubre y aquel de Davos en 2018.

«La España más tradicional ha renunciado a la confrontación intelectual y cultural»

Recordemos en esta semana de batallitas constitucionales que todo el apoyo a los símbolos y tradiciones, a la unidad nacional, se vuelve necesario. Tenemos egos desmedidos, personalidades megalómanas y odios heredados, por un lado, y por el otro, vemos que la España más tradicional ha renunciado a la confrontación intelectual y cultural, ha optado por la omisión del relato histórico, ha borrado a los guionistas de la Transición. Además, en España, haber pilotado la transición genera escaso rédito a la monarquía, y esto es un problema de ausencia de cultura política. 

Por estas cosas, los españoles necesitan una monarquía prodigiosa que magnifique aquello que somos sin complejos. Este es el difícil papel que don Felipe el Silente tuvo que hacer el 3 de octubre, y por eso su intervención fue decisiva. El 3 de octubre es uno de aquellos extraños días en los que la historia de un país pudo girar hacia un lado u otro, y su intervención reorientó un rumbo que hoy vuelve a torcerse. Esperamos que el discurso navideño de este año haga algún guiño a la Constitución, porque si Felipe nos falla algún día, no tendremos muchos incentivos para seguir creyendo en aquello que somos. 

Lo que es indiscutible es que la estructura institucional de la Constitución de 1978, con el Rey a la cabeza, ha resistido frente a todos los intentos de romper el sistema. Si el suicidio masivo y neoclásico del Régimen del 78 se logra desde la subversión interna, entraremos entonces en una República de facto. No habrá folclores nacionalistas, ni habrá ya un Rey silente y discreto de todos los españoles interpretando un papel de árbitro. Habrá tiranuelos provincianos en sus republiquetas y habrá sueños de gloria para los más tramposos y hábiles. El pasado se archiva lentamente y toda España se reúne mientras el Rey pronuncia, un año más, su discurso televisado. El carrusel de la Historia pone de nuevo a toda la España constitucionalista frente al televisor.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D