Lecciones
«¿Es el presidente un iluso o tiene motivos para ser optimista? Cuando habla de crecimiento e inflación, ¿van las cosas tan bien como presume?»
Los mercados financieros han perdido en 2022 30 billones de dólares, el equivalente al PIB de Estados Unidos, Alemania y Francia sumados. La fuerte subida de la inflación hasta rozar los dos dígitos tras 40 años sin noticias de ella, el vuelco en la política monetaria con las contundentes subidas de los tipos de interés y la crisis energética desatada por la guerra de Ucrania arrasaron con las optimistas expectativas de crecimiento con las que la mayoría de las economías empezó el año. El año que empieza no pinta mejor dado el complejo escenario geopolítico, la persistencia de unos elevados precios de la energía, la insoportable subida del coste de la vida y la pérdida de competitividad de las empresas más expuestas a la crisis energética y el colapso de la oferta de algunos componentes y materias primas. Según The Economist, la recesión global parece inevitable. La difícil tesitura aconsejaría cautela. ¿Es España una excepción? Podría ser. Porque en la última rueda de prensa del año posterior al Consejo de ministros, Pedro Sánchez no pudo contener su triunfalismo al hablar sobre la marcha de la economía española.
¿Es el presidente un iluso o tiene motivos para ser optimista? Cuando habla de crecimiento e inflación, ¿van las cosas tan bien como presume? Cuando da lecciones sobre la superioridad moral de la gestión de la crisis del Gobierno de coalición sobre la del Ejecutivo de Mariano Rajoy durante la Gran Recesión, ¿tiene razones para hacerlo?
Crecimiento: Todo apunta, a aún falta de conocer los datos oficiales del INE, a que el PIB español cerrará este año con un avance del 4,7%, por encima del porcentaje previsto por la gran mayoría de organismos internacionales y servicios de estudios nacionales, que oscilaba entre el 4,2% o 4,5%. Es una buena noticia. Crece más que la media europea, entre cuyas economías se encuentra la de mayor peso, Alemania, muy condicionadas por el impacto que la invasión rusa de Ucrania. En conjunto el PIB de los 27 países crecerá un 3,3%, según las últimas previsiones de la Comisión Europea. Pero España era la más rezagada entre sus socios. Cuando en 2021 todos habían superado el PIB prepandemia, España seguía 4,5 puntos por debajo. Así que el avance de este año nos permite simplemente ponernos al día.
¿Hay motivo para sacar pecho? No parece. España no está sacando ventaja alguna. Sólo poniéndose al día. Y ni siquiera. Porque si uno se remonta años atrás, como señala el profesor Jesús Fernández Villaverde, lo que se constata es que la economía española desde 2005 no ha avanzado apenas. Su PIB per cápita sigue siendo el mismo. El diagnóstico: España está estancada. Mientras, países como Irlanda en el contexto europeo o Corea del Sur en el internacional han avanzado en esta estadística un 79% y un 35%, respectivamente.
Inflación: España se pone la medalla de ser el país con la inflación más baja de la UE. El índice de precios al consumo (IPC) se situó en el 5,8% en diciembre. La media europea fue del 10,6% en noviembre. Pero de nuevo los datos del INE demuestran que la inflación subyacente, la tasa que realmente marca la evolución de los precios a medio plazo pues no incluye los precios más volátiles de los combustibles y alimentos, sigue subiendo: aumentó seis décimas hasta el 6,9% con una tendencia imparable al alza desde el 0% que registró en abril de 2021. Es una trayectoria que refleja que hay elementos estructurales que presionan al alza los precios independientemente de las medidas que se adopten para controlar los precios de la energía o los alimentos y que por tanto debería ser motivo de preocupación para el Gobierno, pero nada apunta en ese sentido.
Sostiene Sánchez que, a diferencia de la gestión que hizo el Gobierno de Mariano Rajoy de la crisis financiera de 2008-13 que el PP, el Gobierno más-progresista-de-la historia ha desplegado un escudo social que no ha dejado fuera as nadie. Que ha evitado hacer recortes sociales, que ha subido las pensiones con la inflación (aunque a costa de cargarse el factor de sostenibilidad que garantiza su pago futuro), que ha protegido a los trabajadores gracias a los ERTE, instaurados en la polémica reforma laboral del PP y financiados principalmente por la UE en la crisis de la pandemia. Pero se olvida de varias cosas.
Las dos más importantes son que en esta ocasión la postura de la Unión Europea y del Banco Central Europeo ha sido radicalmente opuesta. Donde antes se predicó con la austeridad, esta vez se aprobó un programa de 800.000 millones de euros para apoyar la salida de la crisis, de los 140.000 millones van a parar a España. Y donde antes el BCE subió los tipos y el euro estuvo a punto de romperse por la disparidad de los tipos de interés en la zona euro (casi el 7% en los bonos a 10 años en España frente a los tipos casi negativos entonces del mismo activo en Alemania, el bund), la intervención de la autoridad monetaria comprando toda la deuda emitida por los Estados soberanos y en posesión de las entidades financieras y la aplicación de unos tipos de interés negativos desde mediados de 2012, a raíz del whatever it takes de Mario Draghi, hasta este pasado verano.
Todo ello ha ayudado definitivamente a mantener la estabilidad financiera y facilitar la financiación de los países miembros con mayores desequilibrios fiscales, como es el caso de España. Ahora que suben los tipos de interés veremos si esa facilidad para financiarse barato se mantiene o empieza a resentirse. Lo que es seguro es que los inversores mirarán con más cuidado las finanzas públicas de los Estados soberanos, una vez que se ha esfumado el soporte que el BCE ha mantenido hasta hace pocos meses.
En definitiva, Sánchez ha contado con dos colchones colosales que no son mérito propio, sino fruto de que Europa aprendió la lección en la pasada crisis y ha apostado por una salida opuesta a la que dio entonces. Más allá de eso, cabe recordar que los dos primeros años de la crisis financiera el Gobierno de España estuvo en manos del socialista José Luis Rodríguez Zapatero que tras elevar el déficit público del 3,8% en 2008 a casi el 11% del PIB en 2011, aprobó el mayor recorte del gasto social de la historia de la democracia con la congelación de las pensiones, el recorte de los sueldos a los funcionarios y la eliminación de otras importantes ayudas sociales. Pero de eso no habla Sánchez o hace como que no se acuerda.
Rajoy sucedió a Zapatero en diciembre de ese 2011 y continuó con los esfuerzos de consolidación fiscal que exigían los países acreedores de una UE que estaba a punto de romperse por las disparidades en la credibilidad de las finanzas públicas entre los estados. Más cuando España, pese a negar el Gobierno popular su rescate parcial, recibió una ayuda condicionada de más de 50.000 millones de euros para rescatar a sus cajas de ahorros, colonizadas por los políticos de todos los colores que habían participado en la burbuja inmobiliaria que estalló con la crisis.
¿Lecciones?