THE OBJECTIVE
Javier Santamarta

¿Es la divulgación Historia?

«Autores como Chesterton, Américo Castro, Mary Beard o Juan Eslava Galán ¡no son historiadores! La divulgación de la Historia no ha corrido en éxito paralelo a la labor que La Academia debería haber tenido»

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¿Es la divulgación Historia?

Vamos a comenzar el año con una reflexión que en ciertos medios, ambientes y no digamos en las Corralas 2.0 que son las Redes Sociales, es fruto de agria polémica. Sé que no voy a ser objetivo ya que en una de ellas, la del Pajarico Celeste, me califico de «orgulloso divulgador histórico», y esta misma sección que el señor director de El Liberal tiene a bien publicarme cada semana, se intitula «Divulgando que es Historia». Pero es que no deja de ser un tema recurrente y sobre el que creo que no está de más el dejar un par de matizaciones, en este caso, obviamente, personales. Sin duda. Aunque creo que no dejarán de ser interesantes para todo aquel lector de ensayo histórico. Pues el caso de la exitosa novela histórica ya la tratamos en Novelar es historia, pero no es Historia. De lo que estamos hoy hablando es cosa bien diferente, aunque en ocasiones nos encontremos con algunos parecidos o analogías. Veamos.

Un autor muy de moda, pese a que nació en 1881 y fallecería en 1942 por su propia mano, suicidándose junto con su esposa, el vienés Stefan Zweig, escribiría un famoso libro de Historia titulado Momentos estelares de la Humanidad (1927). En él narra el asesinato de Cicerón, la toma de Constantinopla, el descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa, el descubrimiento de El Dorado o el minuto determinante de la batalla de Waterloo, entre otros episodios históricos, hasta un total de catorce. Una lectura ágil en poco más de 300 páginas (en la última versión publicada española), donde podemos encontrar incluso diálogos entre los protagonistas de dichos momentos. ¿Podemos considerar este libro como un ensayo histórico? Canónicamente, por así decir, no lo sería. No hay bibliografía adjunta ni notas. Y casi más parece una serie de cuentos breves novelando varios hechos históricos. Sin embargo esta obra es una delicia para los amantes de la Historia que se quedan con ganas de saber más, promoviendo lo que un buen divulgador tiene que pretender siempre: la curiosidad.

De igual modo podemos encontrarnos con libros divulgativos, amenos, que no entran dentro de lo que podríamos esperar en un libro de Historia tradicional, como por ejemplo los que publicara sobre la Historia de Roma, o la Historia de los griegos (ambos de 1959), el florentino Indro Montanelli. Un periodista licenciado en Derecho que llegaría a recibir el Príncipe de Asturias de Humanidades en 1996. La obra citada sobre Roma ha hecho más en varias generaciones por animarse a conocer sobre la más famosa República e Imperio de la Historia, que los clásicos de Edward Gibbon o el monumental (y desfasado ya) de Theodor Mommsen. Por no hablar de los libros sobre estos temas (y sobre Egipto o la Edad Media), del ruso judío nacionalizado estadounidense, Isaac Asimov. Profesor de bioquímica y uno de los referentes de la Ciencia Ficción, sin embargo gracias a sus numerosas obras de divulgación histórica, acercaría hechos y épocas a un público que rara vez se acercaría a tales con libros de referencia historiográfica de más enjundia.

Como casos paradigmáticos en España podemos referirnos, durante los años 80 del siglo pasado especialmente, al creo que abogado catalán Carlos Fisas. Y digo «creo» pues alcanzando la popularidad tan tremenda que tuvo en la radio con Luis del Olmo, y con su serie de libros sobre Historias de la Historia, publicadas nada menos que por Planeta, no he sido capaz de encontrar una biografía suya contrastada, más allá de algunas declaraciones suyas de donde deducir su verdadera profesión. Sin embargo, sus obras fueron auténticos best-seller contando con varias series y tratando diferentes temas alternativos históricos. Como todo un éxito en la radio, especialmente a finales de los 90 y comienzos del nuevo siglo, fueron los Pasajes de la Historia y los programas del periodista albaceteño Juan Antonio Cebrián. Su programa «La rosa de los vientos» se convirtió en mucho más que un referente, y no habiendo entonces podcast, acabarían los mencionados Pasajes en una serie de libros a los que se añadirían sus «aventuras» de romanos, godos y conquistadores.

Imagino que ya habrán deducido un aspecto que es lo que en el fondo quiero subrayar en esta reflexión de inicio de año, esperando que sirva de algo: todos los autores citados (y podría citar otros clásicos como Chesterton o Américo Castro; o actuales como Mary Beard, León Arsenal, Nieves Concostrina o Juan Eslava Galán), ¡no son historiadores! Lo que puede o no sorprender, pero de donde se deduce que la divulgación de la Historia no ha corrido en éxito paralelo a la labor que La Academia, por así mentarla en general, debería haber tenido para dar a conocer lo que en su nombre (o así debería de ser y algún nombre citado no lo ha hecho, pero allá con su conciencia pese a sus éxitos) han realizado quienes no han cursado regladamente el grado de Historia. Esto de la titulitis sé que es algo bastante español, y tenido en cuenta de otro modo allende nuestras fronteras. Pero hay que ser conscientes de la dificultad que es leer para el gran público obras como las de Carmen Iglesias o de José Varela Ortega, ambos magníficos y reputadísimos historiadores. Sin duda. Pero cuyas lecturas hay que reconocer que no tienen ese punto que la divulgación ofrece.

Observo que cada vez hay más jóvenes graduados en Historia que entran a formar parte de aquellos que quieren acercarse a todo tipo de lectores, como el zaragozano Daniel Aquillué en pos en este caso, del conocimiento por el siglo XIX español, haciendo que la Historia no siga siendo el recuerdo de aquella asignatura coñazo llena de fechas o batallitas, pero que tampoco se reduzca a una serie de anécdotas pueriles. Aunque me temo que tal vez han hecho más por acercar al conocimiento y profundidad esas curiosas y entretenidas historietas, que sesudos ensayos. Y así seguir la senda de historiadores como el donostiarra Juan Pablo Fusi, con sus Breves historias. O como el egiptólogo leonés Nacho Ares, que han sabido de la importancia que tiene la divulgación y las formas de comunicar que ésta conlleva, sin despreciar la obra de quienes teniendo otros títulos como, digamos, el de periodista, no por eso ha sido menos relevante en esta labor. Como lo fue el periodista berlinés C.W. Ceram cuya obra Dioses, tumbas y sabios fue inspiración para muchos. Como lo fue para tantos el citado Cebri. Que tanto hizo y al que siempre recordaremos con fuerza y honor.

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