THE OBJECTIVE
Enrique Cocero

Guerras internas

«Ante privilegios otorgados a unos y perjuicios provocados a otros, es hora de que los barones del PSOE se muestren más territorialistas e independientes que nadie»

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Guerras internas

Pedro Sánchez.

Bienvenidos a 2023, año plurielectoral en el que vamos a ver más de una cosa que nos haga preguntar: «¿Pero… qué demonios?», como en cualquier otro año electoral.

No sé si conocerán al talento de la literatura británica George Eliot ¿No? Figura representativa de la era victoriana, que tiene, entre sus obras más relevantes, Silas Marner, El Molino de Floss y, sobre todo, Middlemarch.

Eliot tiene una frase que tengo muy presente: «No hay error más gratuito que el de hacer una predicción» y esta frase debería tatuársela más de un periodista, más de un político, más de un estratega y más de un lector de periódicos que piensan que la intuición lo es todo.

La otra frase suya que procuro no olvidar es «se acercan elecciones. Se ha declarado la paz universal y los zorros tienen un interés sincero en prolongar la vida de las gallinas».

Obviamente Eliot no se refiere a la paz estalle entre partidos, candidatos o facciones, sino que todo son promesas y esperanzas para el votante, de tal forma que el futuro aparezca despejado ante ellos.

Pero los partidos se pelean y, es más, dentro de los partidos el conflicto no es menor. De hecho, también hay literatura y citas famosas a este respecto, pero temo que, si meto una más, me pueden denunciar por plagio.

«Las elecciones de Madrid de 2021 evidenciaron que Sánchez no caía bien»

Miren: todos asistimos en 2021 a ese «apártate que no sabes» de Pedro Sánchez a Ángel Gabilondo en las elecciones de Madrid que ganó Isabel Díaz Ayuso. Esas elecciones evidenciaron que Pedro Sánchez no caía bien. Al menos no en Madrid, pero las sospechas rápidamente se extendieron.

El tema venía de atrás, porque su gestión de la pandemia y las largas intervenciones, algunas sin preguntas, empezaban a dar la sensación de que, más que un país confinado, éramos un país intervenido. Que más que parar una pandemia, se intentaba controlar un país.

Pasada la pandemia, los sucesivos movimientos de Pedro Sánchez a favor de mantener una mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados, fueron poniendo en situaciones complicadas a barones no catalanes y a candidatos, como a Juan Espadas, que venían de ser ungidos por el propio Pedro Sánchez.

Mientras Juan Espadas encajaba una derrota en Andalucía que redibujaba el mapa del socialismo, presidentes autonómicos como Emiliano García-Page o Ximo Puig buscaban alguna forma de ubicarse en la moderación (todo sea dicho de paso, con más efectividad de Guillermo Fernández Vara, del que hace tiempo que no sabemos).

Pues bien: precisamente Ximo Puig ha entrado en conflicto con el Gobierno central, porque hay un Real Decreto (imaginen mi sorpresa) en proceso para regular el plan de la cuenca del Tajo.

Este RD no garantiza más allá de 2025 el trasvase habitual de agua de este río desde los embalses de Buendía y Entrepeñas hasta el segura, con lo que los regadíos de Alicante, Valencia y Murcia están en riesgo.

Es más, el Real Decreto se lleva por delante las subvenciones a los regantes con agua desalada que, hasta la fecha, recibían ayudas para poder costear un agua que, al necesitar tratamiento, hacia su acceso más caro.

«Los barones socialistas saben el daño que les hace Pedro Sánchez en sus respectivos territorios»

Que este Gobierno descarte una subvención, no es un tema menor, pero es que no puede haber dinero para todos y, ponerlo en un sitio, implica quitarlo de otro. Esto ya hemos visto con la rebaja del IVA de los alimentos básicos y cómo, en el mismo paquete de medidas en el que anunciaba ésta, se retiraba la subvención de 20 céntimos al combustible.

Los barones socialistas saben el daño que les hace Pedro Sánchez en sus respectivos territorios y, si encima, sus acciones ponen en riesgo empleos, pues el daño se multiplica.

Por lo tanto, creo que mi pregunta es ¿de qué hablamos en realidad cuando hablamos del agua?

Estamos hablando de un presidente regional socialista, Emiliano García-Page, que se enfrenta por los derechos sobre el agua a otro presidente regional socialista, Ximo Puig. Este último parece que va perdiendo en la contienda, pero es que ambos tienen sus presidencias en riesgo de cara al próximo 28M.

Estos líderes saben, especialmente tras el ejemplo andaluz, que los votantes socialistas moderados pueden cambiar su voto habitual por cuatro motivos: primero la moderación, porque no se encaja muy bien lo que ha ocurrido con la malversación y con la sedición. Mucho menos lo obcecado que se ha puesto el Gobierno en su defensa de la ley del Sólo sí es sí, tirando la responsabilidad a los jueces en vez de asumir un básico y es que la ley, al menos, no está bien planteada (que no será sólo eso lo que le pase).

«El peor de los efectos deseados es la desmovilización de voto»

Los otros motivos podemos enumerarlos en un excesivo alineamiento con Pedro Sánchez, la búsqueda de un cambio que, de paso, mande un aviso más arriba, como factor exógeno, apoyar al Partido Popular para que el Partido Popular no necesite apoyos, tal y como ha ocurrido en Andalucía.

… Porque uno de los mayores errores que se cometieron en Andalucía fue avivar el miedo a Vox. Esta llamada al miedo no provocó el efecto deseado, ya que lo que logró fue un trasvase, sí, pero desde el votante más centrado del PSOE a la candidatura de Juanma Moreno. 

Y, luego, está el peor de los efectos deseados, que es la desmovilización de voto, porque se pierde igual si le votan al otro que si los tuyos se quedan en casa. De hecho, se pierde más, porque el rival rentabiliza más el voto ya que, al contrario de lo que se cree, con la abstención sale ganado el bloque más sólido, el que mejor retiene a sus votantes.

Así que, ante privilegios otorgados a unos y perjuicios provocados a otros, es hora de que los barones del PSOE se muestren más territorialistas e independientes que nadie.

… Aunque el 29 de mayo (un día después de las elecciones) todos cierren filas en torno al presidente del Gobierno de cara a las elecciones generales.

Por cierto, y como aporte cultural, George Eliot fue, en realidad una mujer llamada Mary Anne Evans, quien utilizó el seudónimo para que su obra literaria no colisionara con su trabajo como editora, crítica y traductora. 

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