THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

Whisky contra Picasso

«Separar autor y obra es un ejercicio intelectual necesario: ella persistirá muy por encima de él, del mismo modo que la Ilíada persiste sin que sepamos quién demonios era ese tal Homero»

Opinión
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Whisky contra Picasso

La exposición ‘Imagine Picasso’ en IFEMA (Madrid). | Europa Press

En este 2023 se conmemora el año Picasso. Se cumplen cincuenta años de su muerte, el final de un genio sin parangón no sólo en el siglo pasado, sino en toda la historia universal de la pintura. No en vano hablamos de un artista que cambió para siempre la mirada del arte, que le mostró a la humanidad el reverso de la realidad a través de formas hasta entonces inimaginables. La fuerza de su mensaje fue tal, que, por ejemplo, la aparición del Guernica supuso un torpedo en la línea de flotación de todo un régimen político como el franquista.

Es decir, que él solo, con apenas metro sesenta de altura, con dos manos en apariencia inocentes, era capaz de poner en jaque gobiernos e instituciones, religiones y regímenes. Heredó la capacidad de intuir sensitivamente lo que está en el ambiente y que nadie percibe, esa capacidad tan andaluza que ya estaba en su maestro Velázquez. Sus pinturas fueron las más caras, sus teorías las más imitadas, su estilo el más perseguido. Para muchos, el artista más grande de todo el siglo, por delante de Matisses y Pollocks, de Kandinskis y Warhols. Un tipo extraordinario.

Las instituciones se han volcado en este 2023 con el año Picasso. Hace unos meses ya fueron los ministros de cultura de España y Francia quienes, delante del Guernica, expusieron las bases del programa. De Nueva York a París, pasando por Málaga y Madrid, treinta y ocho grandes instituciones de Europa y Estados Unidos acogerán un amplio repertorio de exposiciones en las que se podrán desgranar todo el arte del genio español. Otros países, como Mónaco, Rumanía o Bélgica se han adherido a última hora al programa y tendrán también sus propias exposiciones. Un genio universal cuyo nombre dará la vuelta al mundo durante doce meses.

Ahora bien, una sombra se cierne sobre la figura de Picasso. Una serie de testimonios donde se le acusa de agresor y misógino ponen en jaque toda esta fiesta. Vaya por delante que son acusaciones hechas cuando el malagueño ya no podía defenderse, y que además no se han ratificado en ninguna parte. Aun así, cada cierto tiempo surge un testimonio nuevo: que si quemaba con cigarrillos a Marie Thérèse, que si Jacqueline Roque se suicidó por la destrucción psicológica a la que le sometía el pintor, que si tal amigo presenció como un día apalizaba a Dora Maar, etc.

«Ahora que vemos a tanto idiota con ganas de encadenarse a un Van Gogh o de pegar sus manos a Vermeer, qué no serán capaces de hacer para destrozar el legado de este supuesto agresor»

Ya han surgido varios movimientos antipicassianos en redes que proponen boicotear su obra, apartarla del imaginario. No descarto, incluso, que algunos de estos actos que darán la vuelta al mundo se hallen amenazados por estos grupos. Ahora que vemos a tanto idiota con ganas de encadenarse a un Van Gogh o de pegar sus manos a Vermeer, qué no serán capaces de hacer para destrozar el legado de este supuesto agresor. Si yo fuera comisario de estas exposiciones, me cuidaría mucho de preservar la integridad de las obras.

Me pregunto si alguna vez conseguirá esta sociedad separar la paja del grano. Con cualquier otro artista canalla, porque mira que los hay en la historia del arte, propondría disfrutar de la obra sin que esta sufra el menoscabo de la personalidad del artista. Separar autor y obra es un ejercicio intelectual necesario: ella persistirá muy por encima de él, del mismo modo que la Ilíada persiste sin que sepamos quién demonios era ese tal Homero.

Pero es que en este caso, además, son acusaciones que no se fundamentan en la resolución de ningún juzgado, y que ni siquiera cuentan con la defensa del propio aludido. Tanto da, veremos como le arrojan tomate a Las Señoritas de Avignon, un caldero de sopa al Guitarrista Ciego o una botella de whisky al Guernica. Porque el arte, en este tipo de juicios, en esta clase de inquisiciones, es lo último que importa.

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