MyTO

La productividad es de fachas

«Hemos adoptado un discurso social absurdo, buenista y retrógrado por el que preocuparse del crecimiento económico y la meritocracia es reaccionario»

Opinión

Un hombre sujeta una bandera asturiana.

El Gobierno astur ha aprobado una norma por la que se prima el conocimiento del asturiano para ocupar un puesto en la administración autonómica. Se trata de un guiño a ese electorado nacionalista que aún llamamos progresista, ante la imposibilidad de cumplir esta legislatura con la promesa del bilingüismo. ¿Por qué íbamos a ser menos los asturianos y no caer en este delirio tan habitual en España? ¿Por qué no íbamos a proteger nuestro mercado de trabajo de la invasión de vascos y gallegos que ocupan nuestros empleos sin que podamos hacer lo propio? En la literatura económica sobre el comercio internacional hace ya muchos años que se sabe que las guerras comerciales, las represalias arancelarias, solo empobrecen al país que las impone, pero nuestros políticos, ¡qué respiro si fueran solo los autonómicos!, parecen poco leídos y menos instruidos y piensan que si los otros lo hacen, será por algo. Y les copiamos. 

Asturias tiene un problema de crecimiento demográfico y económico de décadas. Es bien conocido que tras la reconversión industrial de los setenta en la minería, siderurgia y naval optó por un modelo asistencial de mantenimiento de rentas que la ha sumido en un continuo empobrecimiento al elevar el coste del trabajo por encima de la productividad. Empobrecimiento y emigración que solo irán a más con medidas proteccionistas como la que comentamos. Y las que vendrán si el Gobierno actual repite tras las elecciones de mayo. Crear empleo productivo y duradero está reñido con cerrar fronteras; proteger al trabajador es ayudarle a  competir por los mejores puestos de trabajo. 

Pero Asturias no es más que un caso extremo de la enfermedad española de la baja productividad como consecuencia de la mezcla explosiva de políticas proteccionistas y asistenciales agravadas por la ruptura de la unidad de mercado. Estos días Rafael Doménech y Jorge Sicilia de BBVA Research publicaban un artículo en Vozpopuli, que tenía un gráfico espectacular. Se lo resumo en una frase. La renta per cápita española que venía creciendo de manera continua desde el año noventa lleva estancada desde 2006, a pesar de un incremento brutal del gasto público per cápita, cercano al 30%. 

«La expansión del gasto público no solucionará el problema, que es la baja productividad»

A pesar de toda evidencia, el Gobierno actual, y gran parte de la opinión pública, ha comprado la falaz tesis de que los problemas de España nacen de la insuficiencia del gasto público. Y con la fe propia de los iluminados que perseveran en el error se apresta a corregirlo con un incremento continuo de la presión fiscal. Impuestos inventados que no recaudan y crean incentivos perversos; gasto improductivo que reparte dádivas para fidelizar grupos sociales y generar una cultura de la dependencia. Derechos y rentas para todos, obligaciones para nadie. Véanse si no la imposibilidad de vincular la percepción del seguro de desempleo o la renta mínima a la realización de algún servicio en beneficio de la comunidad, como es norma en esos países a los que siempre decimos que queremos parecernos pero que nunca imitamos. La expansión del gasto no solucionará el problema, que es la baja productividad, también y crecientemente del gasto público, pero hará a la economía  española  más dependiente del poder gubernamental, y nos acercará un poco más a esos Estados fallidos, esas democracias iliberales e intervenidas en las que empresarios y trabajadores se acercan a Presidencia para cuadrar sus cuentas de resultados y conseguir mejoras salariales en una inútil carrera por batir a la inflación a costa de la productividad. 

Hablar de productividad nos llevaría a cuestionarnos muchas vacas sagradas del pensamiento político español contemporáneo, y notablemente el absurdo, irracional e ineficiente desarrollo del Estado de la Autonomías. Los sentimientos, las emociones y hasta las pasiones son muy respetables, pero no son una buena guía para organizar la sociedad, ni para sentar las bases de un Estado eficiente que genere bienestar y crecimiento. Permítanme una pequeña digresión muy clarificadora. El fútbol es pasión y emoción por definición. Pero no ha sido hasta que la Liga se ha profesionalizado y los clubes han empezado a adoptar prácticas de gestión empresarial que han llegado los triunfos internacionales. Aún quedan nostálgicos del proteccionismo y los valores locales, pero son una anécdota entrañable que no impide el espectacular desarrollo de la industria del fútbol, en beneficio de trabajadores, empresarios y el público. 

Llevo años escribiendo de esto. El Estado de la Autonomías es uno de los grandes descubrimientos de la Transición española. Pero su desarrollo, a golpe de la aritmética electoral y el inevitable efecto contagio, ha sido ajeno a toda lógica económica. Hoy se ha convertido en una de las causas del fracaso de la productividad en España. Porque ha erigido continuas y crecientes barreras al libre movimiento de trabajadores, talento y capital. Y porque ha generado un Estado fiscalmente inviable, donde el déficit público solo puede aumentar. Las  tensiones por el sistema de financiación autonómica son de tal magnitud que nadie ha sido capaz de meterle mano, y solo se adormecen por la vía del constante traspaso de los déficit autonómicos al Gobierno central, para beneficio de espabilados. Si alguien quiere hablar en serio de productividad en España, este es el primer punto del orden del día. Pero necesitaría un clima político muy diferente. Uno en el que el partido socialista recupere su vieja tradición jacobina y renuncie a su conversión sanchista en una federación de partidos nacionalistas periféricos  dando carta de legitimidad democrática y progresista al más rancio carlismo.

«Mejorar la productividad exige un clima de diálogo y una perspectiva de mediano plazo»

Uno en su ingenuidad pensaría que si hemos sido capaces de realizar la transformación de la industria del fútbol, podríamos hacerlo también con la sociedad y la economía española, alejándola del localismo y el proteccionismo. Pero tengo mis dudas. Centrar el debate en el crecimiento de la productividad sería la clave. Pero mejorar la productividad exige  un trabajo sostenido y continuo de largo plazo. No es rentable electoralmente y no es espectáculo. No cabe en Twitter. Exige un clima de diálogo y una perspectiva de mediano plazo. Y exige un análisis riguroso de los problemas que lastran el crecimiento de la productividad en España; factores que están sobradamente diagnosticados técnicamente, pero que el debate político ignora.

Porque desgraciadamente, lo que sí hemos demostrado en España es ser unos genios en destrozar la productividad con medidas como la ruptura de la unidad del mercado, la creación de barreras artificiales al libre movimiento de personas, mercancías y servicios, con contrarreformas del mercado laboral para perpetuar el control sindical, con ocupación partidista de los organismos autónomos reguladores, con la obsesión por el raquitismo empresarial y la penalización fiscal y laboral de la búsqueda de tamaño, con la degradación de  la educación sacrificada en el altar de la felicidad y la autoestima, con el deterioro progresivo de la función pública y unas administraciones públicas politizadas e ineficientes. Hemos adoptado como necesario un discurso social absurdo, buenista y retrógrado por el que decir estas cosas es de fachas. El crecimiento económico y la meritocracia son fachas. ¿Qué se puede esperar de un país así? ¿Que le preocupe la productividad? ¡No seas reaccionario!

6 comentarios
  1. Pinton

    Como opción para empezar a trabajar en algo tangible que permitiera empezar a mirar con sensatez al medio y largo plazo, la productividad es tan plausible como algunos otros parametros. Además, y dado que estamos recibiendo dinero europeo condicionado a datos objetivos para el futuro (aunque en la web creada por este gobierno no lo diga así), esto de la productividad, no estaría mal que hubiera sido uno de los parámetros con los que se nos pudiera evaluar esa condicionalidad para seguir recibiendo fondos.

    Pero el problema es la realidad. Ni nuestros socios europeos tienen muy claro como nos va a evaluar realmente esa condicionalidad firmada, ni el ciudadano medio está por la labor de salirse del estúpido juego cortoplacista con el que nos maneja la politiqueria gobernante. Los parámetros objetivos como hubiera podido ser la productividad ni se contemplan para el plazo mwdio, así que me temo que debemos seguir nuestra transición a base del «ni está, ni se le espera».

    Mientras no nos espabilemos, en este país de ciegos, vamos a tener a los tuertos manejandonos a su placer. Para el caso, desde la base de incentivar económicamente el uso de otro de nuestros idiomas patrios con los que se manejan perfectamente en el trato diario (muy corto plazo) a nuestras vaques por los verdes prados. Teniendo un idioma universal con el que podemos viajar a casi cualquier parte del mundo, nuestra clase política prefiere que le paguemos sus chiringuitos lingüísticos, para el caso, pero en realidad de lo que se tercie, como se demostraba el artículo en VP.

  2. danif

    Nuestros grandes economistas nos lo han avisado repetidamente ejm Tamames “ hemos creado una compartimentación de mercado, de manera que hay 17 mercadillos, sistemas sanitarios…Nos hemos pasado de rosca con el Estado de las autonomías. No significa que haya de suprimirlo, sino respetar la idea original, no crear 17 estados dentro del estado español ( 27/7/2014) . Velarde, sobre las reformas necesarias: lo primero es eliminar las trabas administrativas para montar una empresa y unificar el mercado interior español. No es admisible que tengamos 17 legislaciones diferentes. Esta es la gran reforma pendiente de nuestra economía. . Luego un gran pacto educativo. Atajar el déficit enorme de las administraciones públicas, que lastra nuestro crecimiento ( 27/11/2017) .Y también , en sanidad , vivimos el problema en la pandemia , Miquel Porta , catedrático de epidemiología de la UAB.. “Nos cuesta vidas que haya 17 autonomías que son como 17 estados enfrentados y que, haya también 27 estados europeos también descoordinados”. Y también ,en estos momentos, con la crisis de financiación y gestión del sistema sanitario.
    A ello ha contribuido el comportamiento de buena parte de los medios que han estado ocultando sus defectos y la deriva contradictoria con el gran compromiso histórico que asumió España.En este período encontramos en muy pocos medios rayos de luz un ejemplo el del periódico El País, el día 25 de julio de 2014 publicó un editorial “Menos regiones” en el que, en relación a la reforma territorial de Francia, exponía una visión muy cercana a lo que piensa gran parte del sector empresarial y de la ciudadanía. De él reproducimos su conclusión final.
    “Las regiones francesas son fruto de una operación de descentralización que apenas ha desarrollado afinidades identitarias. Sus funciones consisten en intervenir y ayudar al desarrollo económico, construir y mantener edificios para enseñanza secundaria o gestionar el turismo y los transportes .Sus 80.000 funcionarios son una cifra muy modesta comparada con el millón largo de empleados públicos que dependen de las autonomías en España, que sí constituyen un importante nivel político-administrativo. Salvando esa y otras distancias, la iniciativa de Valls debe estimular el debate sobre la reforma pendiente en España para eliminar la duplicación de estructuras y funciones de las Administraciones públicas y adaptar el tamaño y el gasto del Estado a la organización territorial de las autonomías y de la propia UE.”

  3. danif

    Tenéis toda la razón .
    Hay una reforma que es prioritaria y que nos veremos obligados a ejecutar ante la insostenibilidad del Estado..
    Cataluña es el caso más grave de un error histórico que es el responsable de gran parte de los problemas que tenemos , el desarrollo de nuestro estado autonómico.
    El sistema autonómico (que si se reconvierte nos parece tan fundamental como el resto de administraciones), tal como evolucionó, sin orden ni control, se ha acabado convirtiendo en un sistema obsoleto, ineficiente, ruinoso para los ciudadanos y fuente de escándalos continuados al aflorar, sin descanso, todo tipo de casos de despilfarro de recursos, de corrupción y de incompetencia en buena parte de nuestra geografía..
    Dada la insostenibilidad del estado , el ajuste del gasto público más intenso y próximo de lo que pensamos, nos obligará a un nuevo modelo » sostenible» ,diferente al que actualmente tenemos. Entonces tendremos que volver a la obligación que nos comprometimos y no debimos abandonar, ajustar nuestro régimen autonómico a las funciones que tendrán las autonomías después del proceso de unificación

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