THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

De 1º de Democracia

«Nuestros gobernantes no asistieron a las clases donde se explican los fundamentos que combinan los principios democráticos con los liberales»

Opinión
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De 1º de Democracia

Pedro González-Trevijano.

Uno lee el discurso de despedida del expresidente del Tribunal Constitucional y no puede más que sentir vértigo. ¿En qué punto estamos para que Pedro González-Trevijano recuerde lo básico? Es de 1° de Democracia. Debieron de quedar atónitos los políticos gubernamentales y sus periodistas amigos cuando oyeron defender la supremacía de la Constitución sobre la soberanía popular, la existencia de checks and balances, o la separación efectiva de poderes. Sanchistas, podemitas y republicanos catalanes tuvieron que pensar que eran ideas sacadas de algún apolillado libro fascista. 

Y ya cuando González-Trevijano aludió a la necesaria responsabilidad de la clase política para el buen funcionamiento de un sistema representativo tuvieron que flipar en colores. Seguro que calmaron su conciencia con imágenes de golpistas cercando con violencia las instituciones en Barcelona en 2017, o de aquel «Rodea al Congreso porque el Gobierno de Rajoy es ilegítimo», o de los socialistas y comunistas a las puertas del Palacio de San Telmo tras una «alerta antifascista» en 2018.

Algo va muy mal cuando los dirigentes de los partidos gubernamentales, léase PSOE, Podemos y ERC, son reprendidos de esa manera tan elemental por un expresidente del TC, y no pasa nada. La reprimenda no lleva a ninguna reflexión ni siquiera a los socialistas, a los supuestamente más moderados de la «coalición de progreso». Esto sorprendería si no fuera porque el sanchismo es a la democracia liberal lo que Otegi a los derechos humanos.

«Los podemitas piensan que una mayoría circunstancial puede iniciar un proceso constituyente»

Hemos llevado al poder a gente que sostiene que el orden constitucional está anticuado, como el PSOE, dirigido, además, por un personaje sin escrúpulos. Tenemos también en el Consejo de Ministros a otros, los podemitas, que piensan que una mayoría circunstancial, sin el mandato expreso para ello, puede iniciar un proceso constituyente. Ambos se han tomado su Gobierno como un momento revolucionario para transformar España en sus leyes, conciencia y estructura. Es el socialismo del siglo XXI, ese que se basa en crear una nueva hegemonía. 

Vale que tres organizaciones, como son PSOE, Podemos y ERC, con el alma totalitaria, dirigidas por ególatras con complejo de mesías, y compuestas por una tropa de arrogantes morales, sostengan que la democracia es su mando absoluto. Pero es importante que esa creencia de que se hurta la democracia cuando no se hace lo que la «coalición de progreso» quiere no debe calar en la gente común. La democracia, vergüenza da recordarlo otra vez, no es el capricho de la mayoría. Un orden constitucional no es una asamblea de Facultad. Hasta las juntas de vecinos tienen normas que, a pesar del gallinero habitual, han de respetarse. 

Es intolerable, poco responsable diría el expresidente del Tribunal Constitucional, la confluencia de dos artimañas autoritarias. Me refiero a la colonización del Estado y de las instituciones sobre las que se sostiene la democracia, y, por otro, la demonización del adversario y de la tarea de oposición. Esto es a lo que se está dedicando el «Gobierno de coalición progresista», con mayor descaro según se acercan las elecciones. Esto es destruir la democracia.

«Nuestros gobernantes no estuvieron en clase cuando se explicaron los mecanismos de una democracia liberal»

Las acusaciones de golpismo y fascismo constantes, como si el Echenique de turno, da igual el podemita que abra la boca, estuviera en la Europa de 1936, están haciendo muy difícil la convivencia para el día en que pierdan el poder. Y esto será en cuanto se convoquen elecciones generales. Habrá un cambio de mayorías decidido por la soberanía nacional, con el evidente mandato de volver a la tranquilidad

Nuestros gobernantes no asistieron a las clases de 1.º de Democracia, donde se explican los fundamentos que combinan los principios democráticos con los liberales para que un orden constitucional permita la convivencia en paz y a salvo de tiranos. Tampoco estuvieron cuando en clase se explicaron los mecanismos para la estabilidad de una democracia liberal; o quizá sí, y sacaron sus consecuencias para boicotearla y conquistar el cielo por asalto. 

En cambio, la ambición personal les llena la boca de demagogia, con conceptos huecos o rimbombantes, como «gobierno de la gente» y «supremacía de la soberanía popular». Quizá lo leyeron en el manual del buen totalitario, o lo escucharon en la letra de alguna canción protesta. Quién sabe.

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