MyTO

El negacionismo científico y la crisis de la epistemología

«Nunca hemos tenido tantos conocimientos para identificar los problemas, pero cada vez es más difícil sacar el debate de la batalla cultural entre izquierda y derecha»

Opinión

Ilustración de Erich Gordon.

  • Estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense, y Writing, Literature and Publishing en Emerson College en Boston. Ha creado y producido varias series de televisión para las principales cadenas españolas. Colabora regularmente en prensa y en la plataforma de audio Sonora. Es autor del libro de poemas Playas (TF Editores, 2004), y de las novelas Estaciones de Regreso (Círculo de Tiza, 2017) y Los Días Perfectos (Libros del Asteroide, 2021).Ha sido miembro del consejo asesor del centro de investigación de Humanidades, Harry Ransom Center, en la Universidad de Texas en Austin.

Dijo Wittgenstein en una conferencia, que como solo le daban una hora y media, había decidido no hablar de Lógica –que es lo que le pedían los organizadores de la charla– y hablar de otra cosa más ligera, pues como no disponía del suficiente tiempo para explicar en detalle conceptos muy complejos, habría tenido que recurrir a eso que llaman divulgación científica, «que es una forma de hacerles creer que entienden algo que en realidad no entienden».

Nos pasa a todos, creemos que entendemos lo que en realidad no entendemos. Hemos adquirido a través de divulgadores científicos un sinfín de conocimientos superficiales de fenómenos biológicos y climatológicos de los que discutimos con la vehemencia de quien cree saber de lo que habla.

La realidad es que para cualquiera que no tenga una formación científica sólida y sepa entender como se construye una investigación, cualquiera de estos temas no puede abordarse más que como meras cuestiones de fe.

Cuando los políticos de Vox niegan la relación del calentamiento global con la acción del hombre (eso cuando no niegan directamente el cambio climático), no hacen más que expresar una creencia que a mi juicio los sitúa a la altura de los terraplanistas y los creacionistas. El problema es que es totalmente inútil argumentar contra ellos, porque lo cierto es que yo mismo tampoco sabría demostrar que lo suyo es una falsa creencia y que lo que yo creo es la verdad. Las veces que lo he intentado –demasiadas ya, pues este tema es ya un clásico inmortal del repertorio de matracas cuñadistas de sobremesas– siempre he tenido que recurrir a Wikipedia o al Economist para hacer acopio de argumentos que pudiera repetir añadiendo con cierto aplomo esa coletilla supuestamente infalible que solía acabar con cualquier resistencia: «Esto que digo está científicamente comprobado, lo puedes ver aquí».

«El negacionista también tiene a sus propios científicos para nutrir su arsenal de argumentos»

Ellos me contestan con la misma coletilla, pues el negacionista también tiene a sus propios científicos para nutrir su arsenal de argumentos. Que usted tiene un científico que le da la razón, espérese que yo aquí tengo otro que he encontrado en Facebook que dice otra cosa muy distinta, te lo mando por mail si quieres.

Es entonces cuando yo les pido las credenciales de sus científicos, ¿son acaso del MIT, de Oxford, publican en la revista Science, o en Nature? ¿Tienen doctorado? ¿Quién los financia? ¿De dónde sacan su autoridad? Respuesta: las universidades están totalmente dominadas por corrientes de izquierda y cualquier voz que no asuma la visión del mundo de los progres es cancelada (algo de razón tienen aquí), por tanto, por qué he de fiarme yo de tus científicos.

Que la acción del hombre provoca el cambio climático no es para ellos una tesis cada vez más respaldada por la evidencia, sino más bien un relato que pertenece a la batalla cultural de la izquierda, es decir, una patraña que han inventado para que el Estado controle a la empresa privada y los ciudadanos nos veamos forzados a adoptar nuevas costumbres: que dejemos la carne, que vayamos en bici, que no nos duchemos todos los días y nos untemos de pachuli…

La conclusión es aterradora, nos hallamos ante una crisis epistemológica, es decir, una crisis en la manera en que como sociedad obtenemos y validamos el conocimiento, y consensuamos qué aceptamos como verdad y qué no. Da exactamente igual lo que diga la comunidad científica asociada a los centros de prestigio académico («los chamanes del cambio climático», en palabras de Abascal), al negacionista no le hacen efecto los argumentos científicos –no los entiende, de la misma manera que tampoco los entiende todo aquel que no sea geólogo, entre los que me incluyo– y tampoco siente ya que el prestigio académico confiera autoridad o fiabilidad alguna al científico, pues te dirán que la academia está sometida ideológicamente o recibe financiación de George Soros (por ejemplo). Al negacionista le basta saber que si busca, siempre podrá encontrará en Internet un discurso con apariencia científica que esté perfectamente alineado con lo que desea creer.

«Muchos hemos visto cómo millones de ciudadanos se han rebelado contra las vacunas»

El problema no es en cualquier caso algo exclusivo de los voxeros. La crisis de la epistemología se hace evidente en otros problemas de escala planetaria que requieren respuestas científicas, y que exigen por tanto confianza en la ciencia por parte de los que no entendemos la ciencia y solo podemos aspirar a ilustrarnos superficialmente a través de la divulgación. Muchos de nosotros hemos visto con perplejidad cómo estos últimos años millones de ciudadanos, y no solo los clientes más fieles de los herbolarios y parafarmacias, se han rebelado contra las vacunas y contra cualquier explicación oficial de la covid y han preferido adherirse a las explicaciones más extravagantes.

Nunca en la Historia hemos tenido tantos conocimientos y tantos recursos científicos a nuestra disposición para identificar los grandes problemas que acucian a la Humanidad y afrontarlos de manera eficaz, y sin embargo, resulta cada vez más complicado situar el debate respecto a estos problemas en el marco de la ciencia y sacarlos de la batalla cultural entre izquierdas y derechas.

En esas charlas agotadoras de sobremesa sobre estos temas, al final, el único argumento que me ha servido para generar un atisbo de duda en el negacionista es este: aunque la medicina no sepa todo sobre le cáncer y no tenga siempre un remedio, ¿si tienes cáncer, en manos de quién te pones? Normalmente contestan: al mejor médico del mejor hospital que puedas encontrar. Y si el mundo está enfermo, aunque la ciencia no lo sepa todo y no siempre tenga un remedio, ¿no te irías al mejor científico de la mejor universidad?

23 comentarios
  1. RodillosNo

    Nunca hemos tenido tantos conocimientos para identificar a tanto majadero…
    Dime cuántas veces utilizas «negacionista» o «terraplanista» y te diré el desarrollo neuronal que muestras.

  2. autonauta

    Ejem…quizás ayudaría un poco para creer a los apologistas del apocalípsis climático, que no fueran todos los mismos, ya bien posicionados en primera linea de las industrias proovedoras de las tecnologías «salvadoras» ecoguays, algunos como propietarios de sus fábricas, inversores en los nuevos grandes pelotazos, políticos comisionistas intermediarios…etc. Da un poco el cante ¿no? al menos muy estético no es.
    Como la «ciencia», sea lo que sea eso, se ha convertido en el nuevo Dios y la religión tecno materialista actual (al final casi todos necesitamos uno), tan respetables éstos como los que tienen un sentido trascendente de la vida, parece que la tal «ciencia» estuviera exenta, y fuera inmune a los mismos problemas y debilidades que han aquejado a las religiones «convencionales», que la corrupción no le afectara nunca, el ejemplo reciente del COVID viene muy a cuento, además este nuevo credo viene con su nueva casta sacerdotal, «los expertos», sus profetas y sus mártires de pintura en museo.
    La ciencia, que pocos estarían autorizados a definir, jamás puede ser unívoca, e impedir la discusión, es claramente una guerra cultural que no se duda en poner en práctica, el etiquetazo a diestra y siniestra, se ha convertido en el talismán para esquivar el contraste de argumentos.
    Yo no sé si hay cambio climático, o no, no estoy capacitado para valorarlo, pero a no confundir el medio ambiente (y su cuidado) con el clima (con factores cósmicos de mucha más complejidad), ahí, llego, y doy por hecho que los cambios climáticos se van a dar siempre, y se puede tener en cuenta, pero pensar que el ser humano puede impedirlo o provocarlo, me parece de una arrogancia ignorante, muy sintomática de nuestros tiempos (de ego y timo)
    Propongo retomar la charla dentro de 20 años,.
    Saludos.

  3. Athini_Glaucopis

    Si entendemos por «científico» aquello que venga avalado por «prestigiosas universidades», habrá que tener en cuenta que dichas universidades fueron creadas, en su gran mayoría, por la Iglesia Católica (caso de todas las Europeas con un poco de antigüedad) o por iglesias protestantes (como Harvard, sin ir más lejos, que fue fundada por protestantes unitaristas): en su momento, de esas prestigiosas universidades salieron los catedráticos que se burlaban del heliocentrismo de Galileo, del darwinismo o de los descubrimientos de Ignaz Semmelweiss.

    El avance de la ciencia siempre lo hicieron los que iban a contracorriente de lo que las cátedras (pagadas y controladas por iglesias y estados y, por tanto, a su servicio) enseñaban en cada momento como «única verdad admisible».

    La palabra «prestigio» en latín quiere decir, exactamente, «truco, trampa», y está relacionada etimológicamente con «prestidigitador». Decir que alguien es «prestigioso» quiere decir que es alguien que sabe cómo engañarnos.

Inicia sesión para comentar