THE OBJECTIVE
David Mejía

«¿Autodeterminación? Habrá que verlo»

«La credibilidad del Tribunal se resiente con cada aventura mediática particular. Y el Pleno debe responder de su credibilidad de forma solidaria»

Opinión
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«¿Autodeterminación? Habrá que verlo»

La jueza María Luisa Segoviano.

María Luisa Segoviano, nueva magistrada del TC, estuvo el lunes donde Alsina y dejó un titular: ante la pregunta sobre la posible constitucionalidad del derecho de autodeterminación respondió con un delicado «es complejo, hay que estudiarlo». Ayer se reafirmó en una entrevista en El Español: «Habrá que verlo y estudiarlo». Es evidente que la autodeterminación es una cuestión no solo muy estudiada, sino sobre la que existe doctrina constitucional, pero Segoviano alega que «los temas no siempre se plantean de forma idéntica». 

Como era previsible, las exégesis han sido multicolor. Los más caritativos elogian la prudencia de Segoviano. Interpretan que no podía reaccionar de otra manera, pues una respuesta menos ambigua podría suponer su recusación si llegara al Tribunal un recurso sobre la materia en cuestión. Según esta interpretación, su «habrá que verlo» sería un modo de proteger su apariencia de imparcialidad. No sé qué decirles. Si la magistrada Segoviano considera que el buen ejercicio de su cargo exige prudencia, le convendría -como al resto de magistrados y magistradas- alejarse del foco mediático. No parece lógico conceder el beneficio de la prudencia a quien acepta dos entrevistas en dos días

A estas horas, la magistrada Segoviano se habrá percatado de que el efecto de su «habrá que verlo» no ha sido apuntalar su apariencia de imparcialidad, sino todo lo contrario. Como sucedería si un magistrado propuesto por Vox respondiera «hay que estudiarlo» a una pregunta sobre posibles leyes discriminatorias contra la comunidad musulmana. Dudo que nadie alabara su prudencia, porque los artículos de la Constitución que abordan la libertad religiosa y de culto de los individuos son claros. Como lo son los que se ocupan de la soberanía nacional.

En cualquier caso, si el deseo de hablar con los medios le resultaba irrefrenable, a la magistrada Segoviano le hubiera bastado con responder de forma tajante y aséptica: «Sobre esta cuestión existe doctrina constitucional, pero no puedo pronunciarme porque me arriesgo a ser recusada en el futuro». Hubiera sido más discreto, más prudente y menos incendiario. De tal manera que defender sus declaraciones en aras de la prudencia parece desacertado.

Lo que el Tribunal Constitucional necesita para reforzar su apariencia de imparcialidad no es que sus magistrados y magistradas, a título individual y de forma selectiva, hablen en los medios. Me atrevo a decir que necesita justamente lo contrario. Ahora que por fin se ha renovado, el Tribunal debería publicar una nota única, subrayando que el Pleno no se compone de bloques; que sus magistrados no llevan brazaletes rojos ni azules, sino que son juristas independientes que resuelven conforme a derecho. La credibilidad del Tribunal se resiente con cada aventura mediática particular. Y el Pleno debe responder de su credibilidad de forma solidaria. Si en la mente de los españoles ha calado que existen dos bloques, la urgencia no es que cada cual se defienda a sí mismo, sino que todos defiendan la ecuanimidad y la valía de los magistrados del bloque «contrario».

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