THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Las desigualdades que no nos importan

«Si hay mucha desigualdad económica, no puede haber prosperidad. Y si no hay igualdad de derechos, no hay democracia: el catalanismo defiende el favoritismo»

Opinión
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Las desigualdades que no nos importan

El líder del PSM, Juan Lobato. | PSOE

Los dos momentos clave de la democracia española en la década de los 2010 son la crisis de deuda en 2011 y el golpe posmoderno independentista de 2017. Ambos tendrían que habernos enseñado algo. A veces parece que no hemos aprendido nada. En una reciente entrevista en El Español, el candidato del PSOE en Madrid, Juan Lobato, defiende la exención de los impuestos de sucesiones, donaciones y patrimonio. Si algo bueno tuvo la crisis financiera de 2008 y la de deuda de 2011 es que despertó una conciencia sobre la desigualdad. No es una visión exclusivamente moral, de justicia y equidad; la desigualdad también es mala para el crecimiento económico

Por eso es sorprendente que un líder socialdemócrata defienda la eliminación de los impuestos que más ayudan a luchar contra la desigualdad en la región de España donde esa desigualdad es más alta. Es también sorprendente que lo haga para enfrentarse a una líder, Isabel Díaz Ayuso, que ha hecho de los impuestos bajos su bandera, y cuyo portavoz se burló de un informe de Cáritas sobre la pobreza en Madrid («Dicen que en Madrid hay tres millones de pobres. ¿Pues por dónde estarán?»). 

«Tanto el PP como el PSOE insisten en actuar como si 2017 no se hubiera producido»

La otra gran lección que no hemos aprendido tiene que ver con el conflicto catalán. Tanto el PP como el PSOE insisten en actuar como si 2017 no se hubiera producido. El PSC ha vuelto a sus esencias previas al procés: catalanismo, explotación del discurso del agravio, Estatut, juguetear con el referéndum, modificación del Código Penal para beneficiar a los independentistas. Y el PP ahora habla de «hecho diferencial». En una entrevista en Europa Press, el vicesecretario de Organización Territorial del PP, Miguel Tellado, dijo que los catalanes ven en Alberto Núñez Feijóo «un gobernante para España que va a ser tremendamente sensible al hecho diferencial catalán». ¿Por qué? Aparentemente, porque ven en él a «un gobernante de un territorio histórico como es Galicia que ha sabido gobernar para todos, que tiene una cultura propia, una lengua propia, una identidad propia y que forma parte de España igual que Cataluña». A juzgar por este discurso, el resto de regiones de España tiene la misma identidad que una gasolinera. La Alhambra es menos «territorio histórico» que un polígono de Sabadell. Tellado también ha hablado de que el proyecto del PP en Cataluña será «catalanista»; es la derrota absoluta del constitucionalismo que surgió muy brevemente tras el otoño de 2017. 

Ambas cuestiones son ejemplos de desesperación. El PSM lleva años a la deriva. El intento de «sacudir el tablero» de Lobato es puro electoralismo. Y la defensa del catalanismo del PP (que en Cataluña apenas existe) provoca sonrojo: suena como un niño leyendo un dictado en clase. En ambos casos se intenta competir en un terreno que no solo domina el adversario, sino que lo ha creado él. Y en ambos casos hay una despreocupación por la desigualdad. Si hay mucha desigualdad económica, no puede haber prosperidad. Y si no hay igualdad de derechos, no puede haber democracia: el catalanismo es un proyecto que defiende el favoritismo, el federalismo asimétrico (todos somos iguales pero unos más iguales que otros) y, en definitiva, la desigualdad. 

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