¿Cuál España va bien?
«España no es, en este momento, una democracia de ciudadanos iguales y solidarios. La España que va bien es la de los filo-totalitarios e iliberales»
Ha sucedido en este principio de año un acontecimiento que pone en evidencia algunos de los males más acendrados de la democracia española. Nos referimos a la manifestación multitudinaria celebrada en Bilbao el 7 de enero, organizada por una franquicia del separatismo violento dedicada al sector presos, supuestamente para que no se les aplique la legislación antiterrorista. Empezamos bien. Como este escrito es para adultos no perderé mucho tiempo en recordar que la manifestación era mucho más que eso. Era apología del terrorismo, blanqueamiento de ETA, una acción para adelantar la salida a la calle de los criminales condenados, una ofensiva contra la democracia española y, sobre todo un puñetazo en la mesa para dejar bien claro quién manda en temas claves dentro del SPS (SanchismoPodemismoSeparatista) que nos gobierna. Lo dejó sinceramente claro Joseba Azcárraga, cabeza visible de los organizadores, que declaró: «Hemos ganado». Tesis certera que derrumba el mantra oficial de que la «democracia acabó con ETA». Si acaso le hizo pasar a una etapa no cruenta (pero con violencia opresora e intimidante en muchas zonas) a cambio de concederle al consorcio industrial/militar PNV-ETA una enorme cantidad de sus objetivos. Y la cosa sigue. El obsceno hecho reseñado, a nuestro conocimiento, no tiene parangón en las democracias de la OCDE que han padecido el terrorismo (Italia, Francia, Alemania, Japón…). También nos parece significativo de otro mal que nos asuela: la nula repercusión mediática y política de ese acto atentatorio contra el interés general. Y es que o no somos conscientes de lo que nos pasa (y el futuro que nos depara) o estamos encallecidos y moralmente derrotados (y entonces el futuro ni existe).
Esta efemérides nos ha obligado a reflexionar sobre una frase electoralista manoseada por los partidos en el Gobierno: «España va bien». Si profundizamos en serio en el aserto, hoy en día, nos hemos de preguntar: ¿qué se quiere decir con «España»? No vamos a referirnos a la visión de coyuntura económica, un día hablaremos de que España no puede ir bien económicamente, en términos relativos, mientras tenga las estructuras administrativo-productivas que tiene, y eso sobrepasa las medidas coyunturales de los gobiernos. Pero España es mucho más que un ente económico coyuntural. Por ejemplo es, oficialmente, una democracia. ¿La democracia española va bien? Seamos serios y alejémonos de las propagandas. Desde índices internacionales hasta evidencias como el mantenimiento de nuestra ley electoral desigualitaria, la inconstitucionalidad impune de los confinamientos, la masiva utilización del decreto-ley, el deterioro activo de nuestras Instituciones torales, la destrucción escandalosa de la independencia del Poder Judicial y del TC o el renacimiento de legislar ad personam para favorecer a delincuentes, todo indica clamorosamente que nuestra democracia va para atrás como los cangrejos…¡rápidos! La España que va bien es más bien la de los filo-totalitarios e iliberales.
«En este momento España es un conjunto de territorios cuyos habitantes tienen derechos civiles distintos»
Pero sigamos preguntándonos qué es España. En este momento España, políticamente, es un conjunto de territorios más o menos enfrentados o colaborativos, con fronteras administrativas, cuyos habitantes tienen derechos civiles distintos, protección jurídica distinta, peso electoral distinto, posibilidades económicas distintas, sistemas educativos encontrados, movilidad dificultada, y discriminados por residencia en muchos aspectos, incluido derechos fundamentales. Lo que no es, irremediablemente, es una democracia de ciudadanos iguales y solidarios. La soberanía nacional, de facto, hoy en día, reposa en los territorios, y un poco en los partidos, incluidos los regionales. Es una opción. Pero tiene, al menos, tres dificultades: primero, al hacer desaparecer que la soberanía nacional repose en los ciudadanos y pasársela a territorios, es anticonstitucional. Segundo, diluye totalmente la noción del interés general o del bien común, concepto clave en nuestra Constitución y en toda democracia de ciudadanos. Y tercero, es una fábrica imparable de desigualdades. La España que va bien será la que le va bien a separatistas y caciques locales.
Honradamente, no sabemos si este cambio radical de la noción de España se da por aquiescencia, inconsciencia, engaño o desinterés de la mayoría de los españoles, pero el 21 de enero en Cibeles los que añoran una España de ciudadanos soberanos unidos libres iguales y solidarios y los que añoran recuperar el espíritu y la literalidad de la Constitución del 78 tendremos la posibilidad y aun la libertad de defender nuestros ideales.