Ayuso en la Complutense
«La pataleta de los estudiantes sanchistas-podemitas es un ejemplo de lo que le espera a la presidenta. Ayuso representa el ejemplo más opuesto al de Sánchez»
Yo estudié en la Complutense, en la Facultad de Derecho de esa Universidad. Y tengo un magnífico recuerdo del nivel académico e intelectual de los profesores que me dieron clase y del espíritu de estudio que reinaba entre en grupo de alumnos de mi curso de los que me hice muy amiga.
Tuve profesores de la talla de don Federico de Castro y Bravo en Civil, Enrique Gimbernat en Penal, Jorge de Esteban en Político, Gaspar Ariño Ortiz (que acaba de fallecer) en Administrativo, Jesús Rubio García-Mina en Mercantil, Leonardo Prieto Castro en Procesal, Mariano Aguilar Navarro de Internacional Privado, Ramón López Vilas en Civil, José Antonio Escudero en Historia del Derecho, Manuel Alonso Olea en Derecho del Trabajo o Antonio Fernández-Galiano en Natural. ¡Casi nada! Creo que pocas veces se ha dado en una Facultad de Derecho tanto nivel entre sus profesores. Estos magníficos profesores me inculcaron un amor al Derecho, que yo no tenía al empezar la carrera, y que me ha durado toda la vida.
También puedo citar a compañeros míos de carrera, que después han trabajado y trabajan como magníficos juristas en sus bufetes, en empresas y en la Administración Pública como funcionarios: Pepe Maldonado, Alfredo Sánchez-Bella (que, desgraciadamente, murió muy joven), Arturo Avello, Chano Yordi o Tania Linares.
Así que, como antigua y agradecida alumna de la Complutense, he contemplado con perplejidad, con tristeza y también con indignación el lamentable espectáculo del pasado miércoles en su Facultad de Ciencias de la Información con motivo de la entrega de una distinción que le habían concedido a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Las imágenes las hemos visto todos y se comentan por sí solas: unos energúmenos (que dicen que son alumnos y que, desgraciadamente, lo serán) gritando insultos salvajes contra la presidenta de todos los madrileños, democráticamente elegida, y una alumna, que dicen que tuvo las mejores notas, balbuceando un mitin político de simplezas podemitas y extemporáneas. Pero este incidente creo que tendría que obligarnos a reflexionar sobre la que es hoy nuestra universidad pública, cómo funciona, para qué sirve y qué es lo que los ciudadanos queremos que sea.
«La universidad sirve para cultivar y desarrollar el espíritu crítico»
Para empezar esa reflexión hay que recordar que las universidades son una creación que surge en la Baja Edad Media con el objetivo de recopilar y guardar todos los saberes que había ido acumulando el mundo occidental. A esta primera misión se añadieron, de manera natural, dos funciones nuevas: la de aumentar esos saberes creando otros nuevos, y la de transmitirlos a las generaciones siguientes.
Se convirtieron así en una institución esencial para la civilización occidental. Si nuestra civilización, ésta que quieren cargarse todos los militantes del podemismo y el neocomunismo del siglo XXI, se sustenta sobre el pensamiento griego, el derecho romano y la religión judeo-cristiana, las universidades fueron, desde su creación, el lugar de estudio de los fundamentos de esas tres columnas, sin las que Occidente no existiría.
Los tres objetivos citados, que ya estaban en la fundación de las primeras universidades, allá por el siglo XII, siguen estando hoy, ochocientos años después, plenamente vigentes. Hasta el punto de que, cuando una universidad deja de cumplirlos, pierde su razón de ser y es mejor que se cierre.
Con el tiempo y con el desarrollo histórico, la universidad ha demostrado que también sirve para otras cosas que todas las sociedades necesitan. Como, por ejemplo, para formar y descubrir a los más capaces. Y también, y muy importante, para cultivar y desarrollar el espíritu crítico, sin el que una sociedad libre y abierta deja de serlo.
Habría que analizar cómo la universidad pública española cumple todas estas funciones, pero el incidente del otro día ya nos da alguna pista de cómo no las cumple.
Recordemos el origen del conflicto: la Facultad de Ciencias de la Información decidió, a partir de su 50 cumpleaños en 2021, conceder cada año el título de alumno ilustre a personalidades que hubieran estudiado en ella y que hubieran alcanzado un cierto nivel de notoriedad en el ejercicio de su profesión. El año pasado algunos de esos distinguidos fueron Pepa Bueno, Vicente Vallés, Álex Grijelmo o Fernando León de Aranoa. Y este año, junto a personalidades conocidas como Arturo Pérez-Reverte, Ángel Expósito o Almudena Ariza, el rector de la Complutense propuso que Isabel Díaz Ayuso, antigua alumna de esa Facultad, también recibiera esa distinción.
«Parece indiscutible que una alumna que ha llegado democráticamente a presidenta de Madrid es una alumna ilustre»
Reconocer y hacer público el nombre de exalumnos que han conseguido éxitos importantes en sus profesiones es una costumbre muy arraigada en las universidades anglosajonas. Lo podemos comprobar visitando sus páginas web en las que encontramos cómo los establecimientos universitarios presumen de los Premios Nobel, de los políticos que han ocupado altos cargos, de los escritores y artistas y, por supuesto, de los deportistas más notables, que se formaron en sus aulas.
En ese marco se encuadran las distinciones de la Complutense, y parece indiscutible que una alumna que ha llegado democráticamente a presidenta de la Comunidad de Madrid es, sin lugar a dudas, una alumna ilustre. Que, por supuesto, no les gustará a los que militan en partidos distintos al suyo, pero que, deportivamente, deberían aceptar que se le reconozcan sus méritos. Como reconocieron, aunque les fastidiara, que les había ganado las elecciones.
La pataleta de los estudiantes sanchistas-podemitas es un ejemplo perfecto de lo que se le avecina a la presidenta Ayuso en los meses que faltan para las elecciones de mayo. Porque Ayuso representa hoy en la política española el ejemplo más opuesto al de Sánchez. Donde Sánchez miente, Ayuso va siempre con la verdad por delante. Donde Sánchez recela de la libertad de empresa, Ayuso la defiende a ultranza. Donde Sánchez usa y abusa del autoritarismo, Ayuso quiere siempre dar libertad a los ciudadanos. Donde Sánchez quiere que la educación sea un coladero que no sirva para nada, Ayuso reivindica el esfuerzo, el mérito y el estudio. Donde Sánchez quiere esquilmar a los ciudadanos con impuestos innumerables, Ayuso cree que el dinero donde mejor está es en el bolsillo del que lo gana con su sudor.
Por eso, está llena de razón cuando dice que lo del otro día es sólo el principio de lo que Sánchez y sus ministros (y ministras, claro) van a promover estos meses. Cuando toda la banda de pseudofeministas, que comen del ministerio que les ha dado Sánchez para que él pueda ir en Falcon, se callan ante el ataque a una mujer, y cuando el Fiscal General al servicio de Sánchez no considera que llamarla «asesina» es delito de odio, ya tenemos unas pistas seguras de lo que le espera.
Lo que no saben los sanchistas-podemitas es que los madrileños, al ver tanta ignominia y saña contra ella, la van a votar aún con más entusiasmo que en mayo de 2021.