2023: mediocre para la macroeconomía, negativo para las familias
«Incluso si se ve la economía desde la perspectiva del vaso medio lleno, no es suficiente contentarse con que no habrá una recesión severa»
Las primeras semanas de este 2023 están marcadas por el «espejismo» que supone leer en términos anuales las principales cifras de 2022. El fuerte dinamismo de la economía española al final de 2021 y hasta el verano de 2022, contrasta con el estancamiento absoluto desde final del verano hasta Navidad. En nueve meses, el PIB acumuló crecimientos trimestrales del 2,3% (cuarto trimestre de 2021), 0% (primer trimestre de 2022) y 2,2% (segundo trimestre de 2022), mientras que los seis meses siguientes apenas ha alcanzado un 0,2% cada trimestre hasta diciembre. Por tanto, las mejores cifras iniciales han generado un efecto arrastre muy positivo que eclipsa el mal comportamiento desde julio a diciembre del año pasado, dos trimestres consecutivos donde la economía en términos reales no ha crecido prácticamente nada.
En este sentido, cuando se publica que el PIB crece al 5,5% en términos anuales en 2022, se tiende a pensar que ése es el crecimiento actual, cuando es obvio que no es así a tenor de las cifras trimestrales anteriores. Una lectura al pie de la letra de los indicadores económicos, más aún cuando estos se publican sin dar el contexto necesario, induce a pensar que la situación es mejor de lo que realmente es, y más aún si se compara con los pronósticos que se daban antes y durante el verano.
Para evitar cometer este error, es necesario poner mínimamente algo de perspectiva. Primero, la dada por la publicación trimestral del PIB donde el parón del consumo de las familias (que representa un 57% del PIB) ha llevado a la economía al borde de la recesión, salvada únicamente por el hundimiento de las importaciones. Y, segundo, que las tasas del cierre de año tanto de 2021 como de 2022 son más altas de lo habitual en los últimos años debido a la caída del 11,3% de la economía en el año de la pandemia, y aun así no se ha podido recuperar el nivel previo a marzo de 2020 (quedan todavía 0,8 puntos con respecto al cuarto trimestre de 2019).
«Con la foto de PIB, empleo e inflación es suficiente para concluir que 2023 será, al menos en lo económico, un año mediocre»
Este contexto ayuda a leer mejor las cifras no sólo del PIB sino todas las demás que se han ido publicando en los últimos días como el empleo o la inflación, ambas afectadas también por el estancamiento de la economía en los últimos trimestres del año. En el caso del empleo, el mercado de trabajo está prácticamente agotado a la hora de crear más contratos (que no más empleo, sino como se ha producido en los últimos trimestres más reparto de horas de trabajo) y todavía faltan 4,7 millones de horas trabajadas en promedio con respecto a la situación prepandemia. Por su parte, los precios siguen subiendo, pero a menor ritmo y con algún que otro susto como el dato adelantado de enero, a pesar de contar con algunos vientos a favor como la inclusión de los precios de los contratos fijos de luz y gas o la reducción del peso de alimentos y energía en la cesta de la compra.
Se pueden traer a escena otros indicadores que muestran un comportamiento similar. Pero con la foto que los tres más básicos componen en este momento (PIB, empleo e inflación) es suficiente para concluir que 2023 será, al menos en lo económico, un año mediocre. No es muy distinto a lo que se pensaba hace unos meses, si bien la palabra recesión ahora se repite menos que en el verano. No hay que olvidar que es perfectamente compatible que la economía registre dos trimestres de decrecimiento trimestral (comparando trimestre a trimestre), pero que en el conjunto del año haya una tasa anual positiva. No es la primera vez ni la última que sucede y, sea más o menos negativo lo que suceda, lo que apunta es a un problema de bajísimo crecimiento combinado con una inflación que será muy difícil bajar del 5% (y menos aún la inflación subyacente, descontando alimentos frescos y energía que ahora se sitúa en el 7,5%).
«Salvo en casos muy concretos donde el inicio de año ha traído una importante subida de rentas -las pensiones-, durante 2023 no se espera un crecimiento intenso de la productividad y de los beneficios empresariales que permita incrementar los salarios»
Esto lleva a fiar todo a conseguir mejores tasas a partir de este verano y con la vista puesta en 2024. Sin embargo, lo que para la macroeconomía es una situación mediocre, para las familias españolas 2023 será un año donde seguirán viendo cómo se erosionan sus rentas. Salvo en casos muy concretos donde el inicio de año ha traído una importante subida de rentas (el caso, por ejemplo, de las pensiones), durante 2023 no se espera un crecimiento intenso de la productividad en general y de los beneficios empresariales que permita incrementar los salarios y, con ello, contrarrestar la pérdida de capacidad de compra que, estimando una inflación del 5% para el conjunto de 2023, ascenderá al 17% desde 2019. La renta disponible real de las familias ha caído un 12% en términos acumulados y, suponiendo que hubiera subidas salariales en torno al 4%, al final de 2023 la erosión de la renta podría aumentar hasta el 14%, en ningún caso mejorar sustancialmente.
Hay factores en cambio que juegan a favor como la recuperación de los mercados financieros tras un nefasto 2022 y el efecto que poco a poco se va notando en la inflación de la subida de los tipos de interés. Empezar a pagar por la enorme bolsa de liquidez que tienen las familias en cuentas corrientes y depósitos bancarios (más de un billón de euros) ayudaría a generar un pequeño flujo monetario, pero con todo y con ello, la clave está en una mejora suficiente de las cuentas de resultados de empresas y autónomos para retribuir mejor a sus empleados y, de paso, un mejor tratamiento fiscal (aunque en este punto los vientos van claramente en contra).
Incluso si se ve la economía desde la perspectiva del vaso medio lleno, no es suficiente contentarse con que no habrá una recesión severa (cosa que nadie esperaba, en cualquier caso, en los últimos meses). España requiere un impulso fuerte de su crecimiento para recuperar posiciones con respecto a la media europea y fraguar el que tiene que ser su modelo de crecimiento de los próximos años.