Franco murió en la cama, pero...
«La Transición no se produjo de repente, la sociedad estaba preparada para la democracia, la fortaleza franquista se derrumbó como un castillo de naipes»
Un estupendo artículo de Antonio Elorza en el Subjetivo de ayer recordaba al economista Juan Velarde, fallecido la semana pasada. Además de glosar su figura, especialmente su papel en la universidad de los años sesenta, contaba divertidas anécdotas que reflejaban el clima universitario de aquellos tiempos, hoy desconocido por muchos españoles que no lo vivieron.
Una frase es cierta, «Franco murió en la cama», pero no sirve para zanjar cualquier discusión sobre lo que sucedió en los años de dictadura porque viene a decir: la oposición al franquismo fue un absoluto fracaso. O lo que es lo mismo: nada cambió en estos cuarenta años y con la Transición empezó todo.
Ello no es exacto ni verdadero, al contrario: en la sociedad española ocurrieron, como mínimo en los 20 años anteriores a la muerte del dictador, muchas sigilosas transformaciones económicas, sociales y culturales. Sólo éstas permiten explicar que la transición fuera relativamente fácil, que el 15 de junio de 1977 tuvieran lugar las primeras elecciones democráticas (en virtud de la Ley para la Reforma Política aprobada por las cámaras franquistas), se eligieran una Cortes tácitamente constituyentes y, un año y medio más tarde, se ratificara por referéndum la Constitución de 1978. Todo muy rápido.
Pero la muerte de Juan Velarde me da pie a comentar algunos aspectos de lo sucedido antes. No conocí personalmente a Velarde en aquellos tiempos, solo lo he tratado con bastante intensidad, y con mucho aprecio personal, en los últimos años, aunque su nombre y algunas de sus actividades me son familiares desde mucho antes, cuando encabezaba junto a Enrique Fuentes Quintana un grupo de economistas, el llamado «grupo de Arriba», que publicaban semanalmente en el diario de este nombre, órgano oficial del Movimiento.
El franquismo todavía se comprende mal, y pienso que no está todavía bien estudiado porque se admiten clichés que no se corresponden con la realidad. Si Falange es igual a fascismo, y ello es inamovible durante cuarenta años, creo erramos el camino y no podemos explicar cómo se llegó tan pacíficamente a la Transición. Este error en el enfoque me lo explicó en los primeros sesenta mi catedrático de Economía José Luis Sureda, una persona sutil y con gran claridad de juicio, por supuesto nada franquista, al contrario, un activo antifranquista que tanto ayudó a los estudiantes y profesores de mi Facultad que eran activos militantes contra el Régimen. Aquí hay un debate para historiadores que todavía está por hacer. En todo caso, por completar.
«Desde finales de los años 50, algunas instituciones del Estado fueron socavadas por fuerzas contrarias a la dictadura»
En efecto, por lo visto Velarde hizo en Madrid un papel similar al mismo Sureda y tantos otros en mi Facultad de Barcelona, como Jiménez de Parga, Latorre, Díez de Velasco: proteger a los estudiantes demócratas de la policía y dar acceso en sus cátedras a profesores antifranquistas, alentarles en sus publicaciones y ayudarles en su carrera profesional. Con ello quiero decir que desde finales de los años cincuenta algunas instituciones del Estado franquista fueron socavadas por fuerzas contrarias a la dictadura que permitieron preparar bien el advenimiento de la democracia. Es simbólico el manifiesto firmado en Madrid por estudiantes demócratas que comenzaba con el significativo título Nosotros, hijos de vencedores y vencidos, una manera de explicitar la política de reconciliación nacional que auspiciaba el PCE y era compartido por otras fuerzas políticas, aunque no por todas.
Sólo una anécdota personal, a mi parecer reveladora. Empecé mi primer curso de la carrera de Derecho en octubre de 1960. A los pocos días, un profesor anunció que se suspendía la clase siguiente porque unos estudiantes del SEU (el oficial Sindicato Español Universitario, único permitido) nos explicarían como funcionaba tal representación estudiantil en la Facultad. No me extiendo en detalles organizativos porque lo llamativo fue que los cuatro estudiantes que subieron a la tarima eran: Juan Antonio Roig (del Front Nacional de Catalunya, FNC), Miguel Roca Junyent (de Unió Democrática de Catalunya, UDC), Manuel Castells (del Front Obrer Català, FOC, sección catalana del FLP, Frente de Liberación Popular, conocido vulgarmente como «Felipe») y Jordi Borja (del Partido Socialista Unificado de Cataluña, PSUC, sección catalana del PCE).
Nacionalistas catalanes, democristianos, revolucionarios al modo del Tercer Mundo y comunistas seguidores de los italianos. Jóvenes que después tendrán un importante papel en la Transición e incluso ahora (Castells ha sido ministro con Pedro Sánchez). Estos eran los estudiantes que explicaban cómo funcionaba el sindicato franquista, todos ellos infiltrados desde partidos clandestinos en la oposición, que estaban allí para socavar el sistema. Ningún falangista (o franquista de otras tendencias) practicaba el activismo político democrático en aquella facultad.
«No fue fácil la Transición, pero las cartas estaban echadas. La labor de tantos -o tan pocos, según cómo se mire- no fue en vano»
El Régimen había comenzado a perder la universidad, pronto empezaría a perder otros sectores: en 1964 se funda Comisiones Obreras, los manifiestos de intelectuales y profesionales proliferan continuamente, Aranguren y Tierno, entre otros, son expulsados de sus cátedras en 1965, las reuniones clandestinas se cobijan en las iglesias protegidos por unos sacerdotes que se han alejado totalmente del franquismo.
Juan Velarde ha sido testigo y protagonista de esta evolución. Además ha sido un estudioso ejemplar, un curioso impenitente. En los últimos tiempos, como es natural a su provecta edad de 95 años andaba con dificultades muy visibles. Pero, genio y figura, intentó subirse a la escalerilla de su biblioteca para alcanzar un libro, resbaló y se cayó. Tras unos pocos días de hospital moría plácidamente. El resbalón fue su último acto de servicio en favor de lo que más le apasionaba desde joven: leer, conocer y saber para escribir y conversar.
La Transición no se produjo de repente, la sociedad española estaba preparada para la democracia, la gran fortaleza franquista se derrumbó como un castillo de naipes. Juan Velarde contribuyó a ellos desde sus muy distintas actividades. No fue fácil la Transición, pero las cartas estaban echadas. La labor de tantos – o tan pocos, según cómo se mire – no fue en vano. Franco murió en la cama, es cierto, pero… Hay que explicar bien este «pero».