Desde la ignorancia
«¿Por qué no se investiga y castiga a quien no cumple su juramento o promesa y se multa a quien vota en el Congreso o Senado en función de sus principios?»
Los que me conocen saben que no sé absolutamente nada de fútbol y además no me duele ni avergüenza. Es pecado, pero los hay más graves. Y eso que me he enterado hace unos meses, por uno de mis hermanos, que mi abuelo fue seleccionador nacional. No por saber de fútbol, sino porque en tiempos pasadísimos el deporte y la política tenían mucha relación y los nombramientos estaban contaminados por la adscripción política del nombrado. En buena ley, tendríamos que admitir que también ahora política y deporte con frecuencia van de la mano: la única vez que fui a un palco me quedó más absorta con lo que vi a mi alrededor que lo que pasaba en el campo, aunque debían ser más apasionantes las cacerías franquistas, tan bien diseccionadas por el maestro Berlanga y su Marqués de Leguineche.
A lo que íbamos: desde mi ignorancia sigo de cerca lo ocurrido con el Barça y el exvicepresidente de los árbitros, y no acabo de entender que en una historia de esa envergadura todavía no haya intervenido la justicia. O el fútbol tiene bula, así como algunos jugadores -no todos- y algunos equipos -no todos-, o no se comprender la distinta vara de medir para según qué comportamientos. O según qué delitos, porque aquí, a pesar de la ignorancia, parece que algún delito hay.
No sé si es delito el episodio de los errores de medidas de los nuevos trenes de cercanías y media distancia destinados a Cantabria y Asturias. Si el bochorno superlativo se considera delito, entonces estamos en un caso de libro. Se intentó solucionar con dos ceses de medio pelo, pero intervino el periodismo y cayeron peces más gordos. Se sabía desde hace meses que las medidas se habían hecho mal, pero se tapó intentando arreglar el desaguisado en secreto y como fuera. Un avezado periodista lo publicó en un periódico de Gijón y no pasó nada. A los pocos días lo publicó un periódico de Cantabria y Revilla, que lo leyó o se lo pasaron, se dio cuenta de que había tema. Y montó el escándalo.
«Revilla ha montado un buen lío al Gobierno de Sánchez, que anda con pies de plomo porque son tiempos electorales»
¿Calló el asturiano Barbón porque era presidente socialista y no convenía abrir fuego? Los malpensados lo creen. Revilla, personaje atrabiliario donde los haya pero que ha conseguido hacerse un nombre no solo por repartir anchoas en taxi a los más altos cargos, ha montado un buen lío al Gobierno de Sánchez, que anda con pies de plomo porque son tiempos electorales. Pero ha sido pillado con el carrito del helado. Y nada hay peor en política que hacer el ridículo. De eso, del ridi, es difícil salir con la cabeza bien alta. Mucha entrada en los foros de Bruselas por la puerta grande para ser abrazado por las principales autoridades, para escuchar, en cuanto te das la vuelta, las carcajadas y los chistecitos sobre la manera de no equivocarse al tomar medidas a un túnel … o a un tren. Aún no sabemos el coste en euros de la pifia, pero el coste en pérdida de prestigio es de los que hacen historia.
Eso sí, en cambio somos expertos en tomar medidas de seguridad para garantizar la discreción en donde hace falta discreción. Lo que se habla en la comisión de secretos oficiales del Congreso de los Diputados – se llama de otra manera pero es lo que es- se sabe exactamente medio minuto después de terminen las comparecencias. Como mucho, dos minutos. Es el tiempo que tardan algunos de los diputados en atender a los periodistas que les esperan. Luego se quejan de que los comparecientes no cuentan mucho …
¿Cómo van a contar si al día siguiente aparece todo en los medios de comunicación? Sin embargo, la vicepresidenta Calviño exige a los eurodiputados que la van a ver para preguntarle por el destino de los fondos europeos, les obliga a dejar los móviles en unos casilleros que hay fuera de su despacho. Igualito que ocurre si vas a ver a alguien en el CNI. Igualito que ocurre en las reuniones de cualquiera de los servicios de inteligencia occidentales. ¿Será que Calviño no se fía de los eurodiputados de esa comisión? Que, por cierto, no tienen ningún poder de decisión sobre la Comisión Europea para que manden o no manden más fondos a España, eso pertenece a otro negociado.
A contrario sensu, nadie del Gobierno pronuncia una palabra de reproche cuando se filtran informaciones de dentro del Consejo de Ministros. Porque se filtran, aunque todos han jurado o prometido guardar el secreto de lo que allí se habla. También desde la ignorancia, ¿por qué no se investiga y castiga a quien no cumple su juramento o promesa y se multa a quien vota en el Congreso o Senado en función de sus principios, en lugar de romperlos porque es lo que conviene a su partido?