THE OBJECTIVE
Marta Martín Llaguno

Sánchez, la rendición de cuentas y la sonrisa

«La ignorancia sumada a la soberbia es un cóctel letal. Dar poder a cierta gente ha sido y está siendo más dañino incluso que carecer de escrúpulos»

Opinión
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Sánchez, la rendición de cuentas y la sonrisa

Pedro Sánchez.

La semana pasada Sánchez decía «hacerse responsable de todas las acciones de su gabinete». Andaba yo precisamente descargando su intervención para una clase sobre «rendición de cuentas», cuando me llegó un wasap viral: un mensaje que enumeraba hitos nefastos de este Ejecutivo. Una epifanía, puesto que el alegato del presidente bien merece un inventario.

Como de la propaganda del Gobierno ya se encargan sus medios afines, me centraré en las disfunciones. Porque la memoria es lábil, y al margen de las casi mil reducciones de condenas a violadores y pederastas (que han provocado la respuesta del presidente sólo cuando ha visto las encuestas), estos años han pasado muchas cosas que no se pueden ni deben olvidar.

Empecemos.

De las acciones del «Gobierno feminista de progreso» que vino a «salvar a la gente» han derivado:

desigualdades, con un blindaje de ricos (que acumulan un 2% más) y un incremento de (300.000) pobres;

incoherencias, por ejemplo con ministros reprobados por su gestión con inmigrantes en un Gobierno que presume de «sensibilidad tolerante», o con ministras que combaten a «la casta» con un chalet en Galapagar;

olvidos, pelillos a la mar con la condena de los ERES de un Gobierno que vino a combatir la corrupción;

descalabros, («o recortamos trenes o ensanchamos túneles») que acaba pagando el contribuyente;

dislates, como la gestión del agua -que va a condenar a medio levante-, o la política energética;

maquillajes varios, con el paro (y el borrado de desempleados), el CIS (y el borrado de votantes), el abandono escolar (y el borrado de suspensos), o la realidad (y el borrado de mujeres de la ley trans);

felonías, con la «normalización» de la malversación, el eclipse de la sedición, los indultos a golpistas, la traición al Sáhara, los pactos con Bildu, la inconstitucionalidad de los Estados de alarma, la venta del 25% del castellano a cambio de presupuestos, la tramitación de la LOMLOE o la ocultación de la alertas europeas en el 8-M;

dispendios, con la adicción al Falcon, el récord de ministerios y asesores, los viajes de la igualdad o los encuentros «chulísimos» de Yolanda con el Papa;

montajes, como el de Pegasus o los comités de expertos fake e «intentos de desmontaje», como el CNI y los secretos oficiales;

misterios, como el de la levitación y las maletas de Delcy, o el cambio de posición con el Sáhara a favor de Marruecos;

bochornos, como el de la «mini cumbre» con Biden, el intento de usurpación del «papel real», o las mociones de censura de Mortadelo y Filemón en Murcia y Madrid;

acosos y persecuciones, a los autónomos, a los motores de combustión, a algunos medios y periodistas, a Amancio Ortega, a la carne, a los propietarios, a Mercadona, al feminismo clásico, a la clase media, a Ayuso…;

colapsos, como el de las colas del SEPE o de la Seguridad Social;

pérdida de oportunidades, como la de los fondos europeos o los gaseoductos;

tragedias, como el récord de muertos en la pandemia, las asesinadas por violencia machista, o los abusos a las menores de Baleares;

shows, como el de la exhumación de Franco y la memoria histórica, la corbata de Sánchez, o los montajes de manos y gafas de Redondo;

(presuntas) irregularidades, como las de la niñera de Podemos, la compra ficticia de mascarillas, o la colocación del marido de Calviño;

macarradas, como el ninguneo al Rey, o el «te vas a enterar» de la tesis doctoral….y, finalmente,

gravísimas degradaciones de instituciones, como el Congreso, con abuso de herramientas legislativas para obtener fines partidistas (¡135 decretazos!) o el Tribunal Constitucional, colonizado por la política.

«Sánchez es el artífice consciente de la mediocridad de su Gabinete»

A mi juicio, estas disfunciones responden a distintas causas. En primer lugar, a una falta de ética. Las apostasías ideológicas y las prostituciones (simbólicas) a cambio de poder han hecho abandonar la responsabilidad moral de la política que es tomar decisiones para el bien común. Pero, adicionalmente, hay también una justificación funcional: muchos problemas se derivan de incompetencias y chapuzas. Cuando parte de tu gabinete lo conforman miembros que han pasado de ser delegados de clase a secretarios de Estado o ministros, las probabilidades de que se produzcan errores son altas. La ignorancia sumada a la soberbia es un cóctel letal. Dar poder a cierta gente ha sido y está siendo más dañino incluso que carecer de escrúpulos, como poner una pistola en las manos de un niño.

La política no es un juego: las decisiones que se toman impactan en la vida de miles de personas. Sánchez es el artífice consciente de la mediocridad de su Gabinete y debe hacerse cargo de todas sus actuaciones, por acción o por omisión. No lo ha hecho y no lo va a hacer, pese a los esperpentos que se han producido, que no han borrado ni un ápice su constante (y cínica) sonrisa.

La rendición de cuestas es la limitación del uso indebido del poder. Se consigue sometiéndolo a la transparencia, obligándolo a justificar los actos y penalizando los abusos con sanciones.

Faltan pocos meses para que podemos castigar los desmanes en las urnas. Con una sonrisa.

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