40 años, ¿es nada?
«Actualmente la Comunidad de Madrid es un foco de atracción económica -casi el 70% de la inversión extranjera que viene a España llega a Madrid- y cultural»
Acaban de cumplirse 40 años de la creación de la Comunidad de Madrid después de que la provincia castellana de Madrid viera rechazada su inclusión en cualquiera de las dos Castillas, así que se convirtió en una comunidad autónoma uniprovincial.
Arrancamos subidos a las espaldas de la desaparecida Diputación, que contaba entre otros servicios con el hospital más grande de España, el Gregorio Marañón. Luego fueron llegando más competencias en un goteo que más tarde se convertiría en aguas crecidas cuando llegaron las competencias en Educación y Sanidad. Pero cuando eso ocurrió el PSOE había sido derrotado en las urnas y en la Presidencia apareció un joven sin duda valioso llamado Alberto Ruiz-Gallardón, quien comenzó entonces una carrera de éxitos: en la Comunidad fue presidente durante ocho años y otros tantos ejerció de alcalde de la Villa, para concluir su periplo político como ministro de Justicia con Mariano Rajoy.
Nuestra llegada coincidió con una crisis industrial muy notable que dejó a la capital casi sin industria y al área metropolitana tambaleándose: paro creciente y desmantelación industrial.
Fueron 12 años los que estuve al frente del Gobierno de la comunidad, y algunas cosas debimos de hacer bien. Aquí sólo recordaré dos: la creación del Consorcio de Transportes, que ha dotado de una mejor movilidad a los madrileños, y las 40.000 viviendas sociales de buena calidad que la comunidad financió, acabando, por ejemplo, con las chabolas del Pozo del Tío Raimundo.
«Otro ataque lo sufrí (o sufrimos) a cuenta del himno que le encargamos a Agustín García Calvo»
Pero no todo fueron rosas. Por ejemplo, intentamos eliminar los recargos municipales sobre el IRPF (que hoy ya no existen) creando un solo recargo autonómico del 3%… y se armó una gresca en la cual entró primero el diario El País, dirigido entonces por Juan Luis Cebrián, que me dedicó seis editoriales más insultantes que elogiosos. Así que me rendí y retiré la ley del recargo y presenté esa renuncia durante el paseo que me dio Felipe González por los jardines de La Moncloa.
Otro ataque lo sufrí (o sufrimos) a cuenta del himno que le encargamos a Agustín García Calvo (la letra) y a Pablo Sorozábal (la música). No sé bien por qué, pero varios ‘intelectuales’ se nos echaron encima con argumentos variopintos, publicados todos ellos en El País, cómo no. He aquí unos versos de esa letra, los lectores juzgarán:
Yo tengo mi cuerpo: un triángulo roto en el mapa por ley o decreto entre Ávila y Guadalajara, Segovia y Toledo: Provincia de toda provincia, flor del desierto. Somosierra me guarda del Norte y Guadarrama con Gredos; Jarama y Henares al Tajo se llevan el resto. Y yo soy todos y nadie, político ensueño. Y ése es mi anhelo, que por algo se dice: De Madrid, al cielo.
¿Qué ha ocurrido después de 1995 en esta comunidad? Pues que ha recuperado buena parte de lo que perdió en aquella crisis de los ochenta y se han creado nuevas fuentes de empleo; en este momento la Comunidad de Madrid es un foco de atracción económica (en torno al 70% de la inversión extranjera que viene a España llega a Madrid) y cultural. Por ejemplo, en 2022 se rodaron en esta comunidad 87 largometrajes, 103 cortometrajes y 79 series. Y hoy Madrid es sede de la industria editorial y del arte. Sin contar los exitosos musicales, que han convertido a Madrid en el Broadway de Europa.
«No quisimos saber nada de identidades madrileñas y esa actitud ha resultado un éxito»
Desde luego, no quisimos saber nada de identidades madrileñas y quienes nos siguieron tampoco, y esa actitud ha resultado un éxito. Aquí nadie es tratado como extranjero. Por eso estoy de acuerdo con las palabras de Isabel Díaz Ayuso al conmemorar esta cuadragésimo aniversario:
«Nuestra administración autonómica no selecciona a sus profesionales en función de la lengua en la que hablan, los apellidos que señalan o el lugar donde nacieron. Quizá por eso que los mejores médicos de España escogen siempre hospitales madrileños. Y lo mismo ocurre con otras profesiones. Madrid no exige un pasaporte regional, pide esfuerzo y vocación. A Madrid, lo hemos dicho muchas veces, se viene a vivir en paz».
¿Quiere esto decir que en Madrid no hay problemas sociales? Claro que los hay. Por ejemplo, la vivienda (carísima) y la sanidad primaria. Problemas que afectan a toda España y que el Estado en su conjunto (Gobierno central y autonómicos) deberán afrontar conjuntamente.
Las cinco provincias castellano manchegas rechazaron a Madrid. Seguramente los responsables de aquel desatino se habrán arrepentido mil veces, pero deberían responder de alguna manera por semejante disparate.
Con las palabras de Ayuso, solo estoy parcialmente de acuerdo. Algunos de los mejores médicos van a Madrid y otros, a otras regiones. Con el dinero del que dispone la CCAA, es bastante incomprensible que no sea capaz de solucionar los problemas de la atención primaria.
Desde que se presentó el referéndum para la reforma política, en 1976 (era yo un crío pero tenía criterio), sólo he votado una candidatura socialista, la de D. Joaquín Leguina, en 1991. Un gran hombre.
En las anteriores elecciones a la Asamblea no voté, porque pensaba (y hoy todavía más) que el Estado Autonómico es un cáncer que, si no se opera, destruirá España.
Después, con el mal ya hecho y aparentemente irreversible, empecé a votar en esas elecciones.
Hubo un tiempo en el que la Comunidad de Madrid era S.A. Hacía viviendas sociales. Ahora es S.L. y da becas a niños ricos. Y el Ayuntamiento de la capital malvende pisos sociales a fondos buitre. Cosas del «liberalismo» y de esa banda de ladrones y sinvergüenzas que se dicen «liberales», cuando en verdad son ladrones de lo público.
Las becas hay que dárselas a los mejores, ni ricos ni pobres, solo a los mejores, prolongar el estudio más allá de la capacidad intelectual es contraproducente,
Esa es la especialidad de la agenda 20-30 respaldada y con ministerio de Podemos por el PSOE, no sólo expropiar y vender las viviendas, si no el campo, las ganaderías o la agricultura.
Es la izquierda la que más ha privatizado en España lo público bien gestionado, porque lo mal gestionado lo utilizan para forrarse.
Sí, y no. Estoy de acuerdo en que debe haber becas que premien la excelencia en los estudios, pero también creo que debe haber becas que sirvan para paliar las desigualdades económicas. Un vástago tarugo de familia con posibles puede permitirse el lujo de cambiar de carrera, de universidad, de pagar las carísimas terceras o cuartas matrículas… Al final, ese golfo inútil terminará con un título superior, y los contactos de la familia harán el resto. En cambio, el vástago de una familia humilde no puede suspender porque sus padres no pueden pagar terceras o cuartas matrículas, lo que le llevaría a tener que abandonar la carrera. Además, en la casa humilde no hay ni el ambiente de estudio ni los medios materiales de los que disfruta el vástago de la familia con posibles. Eso no es igualdad de oportunidades. A la derecha cavernícola española le molesta ese concepto porque pretenden que sólo los hijos de «buenas familias» (de derechas, por supuesto) deben estudiar, mientras que los hijos de los obreros deben seguir siendo obreros. El «ascensor social» de los estudios debe estar acompañado de medios para equilibrar las cosas. Nacer en el Barrio de Salamanca o en Conde de Orgaz o en Pozuelo no es ningún mérito. Es suerte.