'Tito Berni': todo humanidad
«Hay un efecto positivo para Sánchez, pese a todo: la inmensa humanidad de Tito le ha alcanzado a él también. A todos nos convierte en sus sobrinos»
Llama la atención que el presidente Sánchez lleve meses intentando parecer humano sin conseguirlo, mientras que Tito Berni, desde el primer minuto, es todo humanidad. Claro, Sánchez pretendía parecer humano desde la virtud, pero la humanidad está en el vicio. Tito Berni lo ha logrado a la primera.
A mí me ha dado un chutazo saber que quedan socialistas que priman el placer sobre la doctrina. Sí, es presuntamente con dinero público o turbio, pero dejemos de lado esto ahora: ¡pelillos a la mar! A mí me interesa el dato, y menudo dato: una cuarta parte de los diputados socialistas (15 de los 61 varones, un 25%), votaban por la mañana abolir la prostitución y por la noche se servían de sus dones venales. Me recuerda a aquel juez parisino de la época de Baudelaire, que de día perseguía el can-can y de madrugada se vestía de bailarina y lo practicaba en el cabaret.
Yo, que soy un romántico, me hago una melancólica composición de lugar. Pienso en esos hombres que por unas módicas monedas, quizá ni siquiera suyas, tocaban el cielo de la sensualidad, como sultanes otomanos, al tiempo que abogaban por suprimir ese cielo. Y esto último no por convicción seguramente, sino porque era lo que les imponía su medio de vida: la política, ya se sabe, con sus servidumbres. En este caso, la obediencia al líder estirado.
Por otra parte, qué entrañables las fotos en la habitación con la chica. Tienen algo de chusco y torrentiano (o incluso mucho), pero ante todo son tiernas. Pasaba lo mismo con las de Roldán. Esos hombres que, ante el sexo fácil, se convierten en niños. Qué pureza de pronto, esa vuelta al jardín de infancia con las espaldas peludas, como dice Landaluce. Quienes hablan de explotación no ven que ellas son las superiores y ellos los inferiores, que hasta deben recurrir a juguetitos hinchables de lo achicados que están. Aunque el gusto hace de Tito Berni un Falstaff, un rey de la vida. Meterla y meterse, como en otros tiempos.
«Lo que molesta no es la corrupción sino el placer»
Sé que lo que molesta no es la corrupción sino el placer. Por eso, como hacía Montaigne, me gusta romperles los oídos con la palabra. Hablo aquí del placer de ellos, como era el caso: ellas (cuyo placer tendrá otras ocasiones) no estaban pasándoselo bien, estaban trabajando. Ofreciendo sexo consentido a cambio de un estipendio: una transacción limpísima, cuya reprobación parte de una mezcla de ideología teológica y sobrevaloración del coito (¡en el que muchas y muchos vuelven a depositar «la honra»!). Naturalmente, cuando es obligada sí hay que perseguir y abolir la prostitución. Hace falta repetir esto como una jaculatoria, porque los que confunden lo uno con lo otro tienen embarrado el terreno.
Estos días a la derecha no se le cae la palabra «putero» de la boca. Después de que la izquierda le hubiera arrebatado el monopolio de la moralización, vuelve a estar en su salsa. Al fin y al cabo, esa fue la prelación histórica. Sabemos que se está vengando, por supuesto. Y esta es la cuestión: la primacía de la venganza. Tiempos tristes, de pasiones tristes. Mientras que Tito Berni y los suyos, con los viejos y humanos instintos, han taladrado el hormigonado ortodóxico del puritanismo vigente. Se han estado dedicando a lo importante, que es vivir. Lo cual tiende a resultar vicioso.
Hay un efecto positivo para Sánchez, con todo: en esas antiguas fotos en que posa junto a Tito Berni parece por fin un poco humano. La inmensa humanidad de Tito le ha alcanzado a él también. A todos nos convierte en sus sobrinos.