THE OBJECTIVE
José Antonio Montano

Un mundo para Sánchez

«Los vídeos sanchistas exhiben el mundo que desea el propio presidente. Un mundo donde no hay problemas incómodos, ni abucheos ni malas caras»

Opinión
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Un mundo para Sánchez

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Como a Franco le ponían salmones y ciervos en sus pescas y cazas, a Sánchez le ponen militantes del PSOE en sus vídeos. Hay unas imágenes documentales poco conocidas del dictador (me refiero a Franco) en que le dispara a un ciervo y dice, con su voz atiplada: «¡Pum! Muerto». Un ejemplo patrio de banalidad del mal. Sus asesores le iban soltando ciervos de manera que todas sus cacerías terminaran siendo variantes del tiro de pichón, y la pesca del salmón lo mismo. Los asesores de Sánchez (que es un gobernante legítimo, aunque con aires autocráticos) hacen igual: le van soltando militantes para que su densidad en la vida cotidiana se la vuelva más acolchada al jefe.

La semana pasada hablé de los vídeos sanchistas desde el punto de vista del actor (secundario) Sánchez. Hoy quiero destacar otro aspecto: el mundo que postulan. Más allá de sus propósitos promocionales o propagandísticos, esos vídeos (¡esas películas!) exhiben un mundo que se propone como ideal, el mundo que los asesores desean para el presidente y que desea el propio presidente. La utopía de Sánchez. La creciente producción de tales vídeos, por su lado, es la expresión de una frenética huida desde el mundo real hacia ese otro mundo ideal. En este mundo, el filmado, no hay problemas incómodos, ni abucheos ni malas caras; nadie le grita «traidor» ni «que te vote Txapote». Por el contrario, solo hay problemas solucionados por Sánchez y buenas caras. Y complicidad y aliento. Y sobre todo oídos para recibir la palabra de Sánchez.

«Este mundo, así lo dice su cine, tiene como primer requisito el estar poblado por militantes o simpatizantes del PSOE»

Es un mundo preparado para Sánchez: un mundo para Sánchez. Este mundo, así lo dice su cine, tiene como primer requisito el estar poblado por militantes o simpatizantes del PSOE. En sus deambulaciones e incursiones, Sánchez debe toparse con ellos y solo con ellos. Los jubilados de la petanca de Coslada, los trotones de mediana edad de La Palma, los jóvenes del pisito de Parla o los estudiantes de la biblioteca de Fuenlabrada han de estar atados y bien atados al PSOE, por ser excargos, militantes, simpatizantes o al menos detentadores de algún vínculo de consanguinidad con el partido. Cuando al mundo se le deja al azar ya sabemos lo que pasa, al menos lo que le pasa a Sánchez en ese mundo. Por eso no conviene filmarlo en bruto. Antes de que se encienda la cámara hay que acolcharlo un poquito y poner, por aquí y por allá, gente afín. Entonces Sánchez ya sí podrá pisar el mundo: un mundo espolvoreado por gente del PSOE.

Se le nota a Sánchez cómodo en ese mundo. Y se le nota el fastidio cuando no está en él. Con peor humor, podría decir lo mismo que Woody Allen en la célebre escena de Annie Hall con McLuhan: «¡Si la vida fuese como el cine!». Pero la vida exterior es áspera, mala y antisanchista. Así se entienden también sus desempeños parlamentarios como líder de la oposición a la oposición. Al fin y al cabo, los políticos que le atacan en el Parlamento no dejan de ser figurantes que no tendrían cabida en su cine. Sánchez, con una idea muy clara en la cabeza de lo que el mundo debería ser, jamás les perdonará a Feijóo, Abascal y Arrimadas que no sean militantes del PSOE de esos que le hacen habitable el mundo. Como le ocurre, por cierto, fuera de España, en que su dominio del inglés y su aspecto de galán nada landista le grajea admiraciones. Por ejemplo, de los ricachones de Davos o Ursula von der Leyen, que podrían participar perfectamente en alguno de sus vídeos.

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