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Se lo cargan todo

«Las izquierdas y los nacionalistas se cargaron la racionalidad jurídica, histórica y filosófica para primar las emociones y ya no tiene remedio»

Opinión

Brézhnev y Honecker se besan en la boca en una famosa pintura en el Muro de Berlín. | Unsplash

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Los socialistas y asimilados, incluidos los podemitas, tienen dos caras. En la oposición hacen demagogia y se manifiestan con su típica violencia verbal y física. Emplean su tiempo en imprimir pancartas y en practicar coreografías. Escrachean, rodean las instituciones y se enfrentan a la policía. Es el activismo como alma. Por eso Pablo Iglesias y su comparsa tiran la piedra legislativa tan alta como pueden, sin importar cuán estúpida sea la ocurrencia, solo para cargarse de argumentos cuando gobierne la derecha y vuelvan a la calle. 

La otra cara, la gubernamental, ha sido siempre un disparate. Mitificar ahora a Felipe González, el de los GAL y los mil casos de corrupción, es un chiste. Los tiempos de Zapatero fueron los más surrealistas de la historia de la democracia. Fue un tipo que sentó las bases de la ruptura del consenso constitucional que hoy sufrimos y de la crisis de 2008. Horrible, sí, pero nunca se vivió una etapa peor en la democracia como la actual. 

Estas izquierdas de la «coalición de progreso» se están cargando la esencia de la democracia; esto es, la neutralidad de la administración, el Estado de Derecho, la separación de poderes, el parlamentarismo como control del Ejecutivo, el respeto a la justicia, o la legitimidad del pluralismo político y del ejercicio de las libertades. Lo hacen con el mayor descaro posible para provocar y no importa el daño que hagan a la credibilidad del sistema.

«Cuando la legitimidad descansa en la finalidad y no en el procedimiento, mal vamos»

Pero no se confunda usted. No es que estas izquierdas tuvieran el objetivo último de destruir la democracia liberal. Es que su único proyecto político ha sido siempre conseguir y conservar el poder a toda costa. Y si para eso debe morir la esencia de la democracia, la matan. No importa la forma de gobierno, sino disfrutar del poder. Eso es lo que tienen las ideologías basadas en la moral, que acaban arrasando todo. Más claro: cuando la legitimidad descansa en la finalidad y no en el procedimiento, mal vamos. 

Ese es el problema, basar la política en la moralización de la sociedad y del Estado por el supuesto mandato del Santo Dios del Progreso. Una vez que se acepta dicho principio, comienza la pendiente hacia el autoritarismo. Ese camino de perdición me recuerda a cuando a Trotsky le preguntaban una y otra vez «¿Pero cómo dejó usted que se le fuese el poder de las manos? ¡Dejó que Stalin se erigiera en dictador!». Trotsky suspiraba, y tras dejar un lapso de dos segundos, repetía la explicación. El poder, como la democracia, no es algo que se caiga de las manos de forma súbita, sino poco a poco. 

Somos rehenes de los colectivistas. El nacionalismo y socialismo, incluso en su vertiente socialdemócrata, se acaban entendiendo porque tienen la misma matriz lingüística y de pensamiento. Son colectivistas y buscan que las personas asuman la identidad que les venden. Conciben la sociedad como una suma de colectivos que reivindican o hacen cosas. Por eso socialistas y nacionalistas acaban pergeñando alianzas efímeras contra el enemigo común, normalmente los liberales. En esa lucha, arrasan con la libertad.

En ese viaje se han cargado la Constitución y sus fundamentos. Uno dice que si se proclama la nación catalana desaparece la nación española, base de la libertad que tenemos y del propio texto, y sale el típico bobo llamándote «apocalíptico». Las izquierdas y los nacionalistas se cargaron la racionalidad jurídica, histórica y filosófica para primar las emociones y ya no tiene remedio.

«Lo que era un buen propósito -el feminismo- mutó en el juguete de una chiquillería absurda y justiciera»

Ahora se han cargado el feminismo. Una filosofía humanista, como la definió Clara Campoamor, que quería la igualdad legal y de oportunidades, se acabó convirtiendo en una excusa para la transformación política y la ingeniería social. Lo que era un buen propósito, nacido de la igualdad de los seres humanos con independencia de su biología, incluido el color de piel, mutó en el juguete de una chiquillería absurda y justiciera. 

No les bastó con cambiar la lucha de clases por la lucha de sexos para seguir con el negocio del victimismo y el conflicto, de las trincheras y la moral impositiva. Ahora han conseguido que no haya sexos, géneros, ni siquiera personas. Solo el Registro Civil. La existencia, el alma o la personalidad la hacen depender de un funcionario que registre nuestra voluntad. Si no pasa por el Estado no existe, y eso son palabras mayores para los colectivistas. Con ese borrado de las mujeres la lucha de sexos ha muerto, y eso desquicia a las feministas tradicionales, que habían basado su existencia en la diferencia genital.

Tienen lo que se merecen. El odio y la demagogia que sembraron se les fue tanto de las manos que ahora se lo reparten entre ellos, entre feministas totalitarias y las izquierdas cainitas. Para preponderar unos sobre otros arrasan con lo que haga falta, como dos borrachos que en el fragor de la pelea se tiran el mobiliario del bar. Nadie gana y el local acaba destrozado.  

54 comentarios
  1. Boswell

    Pero insisto. Hay esperanza.

    El movimiento anti wokismo, todas a una, ya se ha iniciado en USA, y tardará algo en llegar a Europa, pero llegará.

    Y lo lideran personajes muy relevantes del Arte, la Comedia, las Ciencias, la TV que tradicionalmente se han considerado como liberales, es decir, de Izquierda, y ahora se rebelan contra la estupidez del wokismo.

    Y otro apunte: ya todo es internet.

    De la misma manera que hace años los Medios tradicionales (TV, Radio, Periódicos de papel…) dictaban la realidad (lo que no se dice en las Noticias, literalmente no existe), así ahora manda la incontrolable internet.

    De vez en cuando cancelan a algún notorio opositor, como por ejemplo, Jordan Peterson, pero con el tiempo vuelve a ser rehabilitado debido a un clamor general.

    Gracias a la internet la realidad ya no se puede ocultar (seleccionar), y termina aflorando descarnada, desflorada, en toda su potencia.

    Pues eso.

    (Lo de desflorada me ha gustado bastante, la verdad. Ja, ja).

  2. Boswell

    Escribes, Jorge:

    “. Con ese borrado de las mujeres la lucha de sexos ha muerto, y eso desquicia a las feministas tradicionales, que habían basado su existencia en la diferencia genital.

    Tienen lo que se merecen. El odio y la demagogia que sembraron se les fue tanto de las manos que ahora se lo reparten entre ellos, entre feministas totalitarias y las izquierdas cainitas”.

    Así es. Por ello el disgusto (desesperación, mujeres al borde del ataque de nervios) de las feministas tradicionales.

    Están recibiendo la propia medicina que ellas recetaron: odio al hombre. Ahora ellas lo reciben también. Sarna (saña) con gusto no pica.

    Justicia poética, Karma, algo.

  3. Grossman

    Buen artículo.

    Segundo intento, el anterior se lo ha merendado el sistema.

    El socialismo está contra la democracia burguesa, la libertad individual, la división de poderes porque está en su ADN.

    Para la izquierda la democracia es el socialismo, cuando se imponga, todos serán libres e iguales, felices y se masturbaran unos a otros.

    Hasta ese momento no habrá democracia, hay un sistema que hay que destruir hasta que llegue su mundo feliz.

    Para ello es necesario la violencia con distinta intensidad, según las circunstancias y puede ir desde manifestaciones violentas, escraches, impedir que hables en las universidades, terrorismo o el exterminio del opositor si tienen todo el poder.

    Que gobiernen otros partidos lo ven como una anomalía, una usurpación del poder que legítimamente les pertenece solo a ellos y cuando pierden es una tragedia, no solo porque pierden el estatus económico burgués, que les encanta, sino porque su avance a la sociedad perfecta se ve interrumpido.

    Sánchez lo que ha intentado es crear un sistema en el que solo puedan gobernar la izquierda con la ayuda de los nacionalistas, terroristas y golpistas, que impediría cualquier alternancia de poder.

    Y casi lo consigue pero son tan inútiles que el pueblo ha terminado hasta el gorro de ellos.

    Y en eso se parecen socialistas, comunistas, nazis y fascistas, en que sus sociedades sólo serán libres cuando todos los ciudadanos sean socialistas, nazis o fascistas.

    Pero eso es imposible a no ser que elimines masivamente a los disidentes.

    Que es lo que hacía Trotski, que no era ningún santo, no nos confunda sus gafas de seudo intelectual, lo único es que Stalin entendió mejor los manejos del sistema instaurado por el inventor del estado totalitario, Lenin. Un genocida que se quedó a medio camino porque murió pronto.

    Y aquí tenemos ministros comunistas, es decir, que ven bien asesinar a la gente en masa, y están muy orgullosos de su ideología, que yo no distingo de la de Hitler.

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