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Roma Gallardo, Woody Allen y el fraude de ley

«Al suprimir los requisitos objetivos, la ‘ley trans’ ha suprimido los límites entre la probidad y el fraude. Pero para Igualdad toda rectificación es una capitulación»

Opinión

Woody Allen. | Europa Press

  • David Mejía es doctor por la Universidad de Columbia y profesor de Filosofía y Humanidades en IE University.

Alvy Singer, el protagonista de Annie Hall, confiesa que lo echaron de la universidad por copiar en el examen de metafísica: «Miré dentro del alma del chico que tenía al lado». Como la semana pasada se enfadaron los economistas porque utilicé a Mary Poppins para hablar de bancos, me dispongo a irritar a los penalistas hablando del fraude de ley a partir de Woody Allen.

Desde que comenzaron a circular los primeros borradores de la ley trans, muchas voces alertaron de un riesgo que ya se ha confirmado: personas no-trans que tramitan su cambio de sexo para obtener algún beneficio o para marcar postura. El caso más sonado ha sido el del (¿de la?) youtuber Roma Gallardo, célebre por sus críticas al feminismo y, desde hace una semana, mujer. «Fraude de ley» es el sintagma que nos viene a la cabeza y repite el Gobierno. Pero por evidente que parezca el fraude -no existe en la biografía de Gallardo huella alguna de feminidad sentida (más bien, de lo contrario)- hay que demostrarlo. Y para ello habría que probar que no existe discrepancia entre el sexo de nacimiento y el sexo sentido. Empresa complicada, salvo que el funcionario del Registro Civil tenga la capacidad de Alvy Singer para adentrarse en las profundidades del alma del solicitante.

«Es la existencia de requisitos objetivamente comprobables, lo que hace posible la demostración del fraude de ley»

La dificultad radica en la letra misma de la ley, que establece la declaración del interesado como único requisito para el cambio de sexo. En el Reino Unido, por ejemplo, la obtención de un GRC (Certificado de Reconocimiento de Sexo) exige haber vivido en el género deseado durante al menos dos años. Es la existencia de requisitos externos, y por tanto objetivamente comprobables, lo que hace posible la demostración del fraude de ley. Pero la ley trans define la identidad sexual como la «vivencia interna e individual del sexo tal y como cada persona la siente y autodefine», convirtiéndola en un territorio amurallado cuyo único soberano es el sujeto.

El Ministerio de Igualdad se ha mostrado reticente a revisar sus proyectos, incluso tras constatar sus efectos indeseados. Por eso es improbable que accedan a retocar la ley trans a fin de limitar las transiciones fraudulentas. No será posible ablandar su dogmatismo, porque entienden que toda rectificación es una capitulación. Y en este caso, quizá tengan razón. ¿Por qué no aceptarían una modificación que exigiera, como en Reino Unido, la prueba de haber vivido según el sexo sentido durante un tiempo razonable? Porque se considera un requisito opresivo, que atenta contra el espíritu de la ley: una persona puede identificarse como mujer conservando la anatomía, la fisionomía y el nombre masculino. Y habiéndose identificado como hombre hasta hace dos meses. Al suprimir los requisitos objetivos, la legislación ha suprimido los límites entre la probidad y el fraude. Todos pensamos que Roma Gallardo no es una mujer, pero lo que nosotros pensemos es irrelevante; esa es la clave de la ley. Gallardo está a salvo de cualquier imputación, y la inmunidad se la garantiza la propia ley.

14 comentarios
  1. Feliu

    El transhumanismo del Ministerio de Igualdad se caracteriza no tanto por pensar en hacer justicia como en tener una voluntad de buscar su fín más preciado: el socialismo posmoderno.
    Desde la impostura política de sigue engañando al personal.
    Para este fín, esta ley, y otras, generan «un caos necesario» para «el cambio social».
    No pueden ni siquiera plantearse como un error.
    Para esta gente es el camino «necesario»…

  2. Athini_Glaucopis

    El problema está en qué se entiende por «mujer» o por «varón», en un contexto legal en que «varón» o «mujer» no son categorías biológicas, sino «morales». Porque, después de todas las vueltas de tuerca que el feminismo le ha dado al asunto, la «mujer» viene a quedar definida como un ser humano que se caracteriza por su bondad, inteligencia, empatía, laboriosidad…., en tanto que el «varón» ha quedado definido como un ser con apariencia humana pero que no debería siquiera considerarse como tal, pues se caracteriza por ser un compendio de todas y cada una de las cualidades negativas (violento, destructivo, malvado, necio, sin sensibilidad….).

    En rigor, fraude de ley sería el que cometen quienes, pese a no considerarse seres moralmente malvados, se empeñan en seguir considerándose «varones» por tener unas determinadas gónadas, en vez de acatar la definición moral que la ley ha establecido y, en consecuencia, declararse «mujeres».

  3. indignadog

    La única forma de incurrir en fraude sería confesar que no es trans, y que se acogió a la ley por motivos espurios. Está obligado a presentarse públicamente como mujer, de lo contrario si podría tener problemas.

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