PP y Vox: ¿teatro o realidad?
«Vox va a atacar al PP por el flanco de la esencia de la derecha conservadora. Pero Feijóo sabe que un voto ganado en el centro es uno que no suma el PSOE»
En el manual del buen gurú electoral hay un punto básico: para pintar algo en unas elecciones es preciso tener personalidad. No vale presentarse como algo difuso o dependiente porque se da una imagen de debilidad, y la gente prefiere lo sólido. Es importante también sentar plaza y vallar el territorio propio para que el electorado confíe, porque si el candidato no transmite poder y soberanía, el votante no lo quiere. No menos imprescindible es desautorizar y desprestigiar la oferta del adversario. Es una competición, y tan decisivo es venderse bien como denostar a la competencia. Sí; es un juego sucio que deja cadáveres éticos.
En los dos últimos días hemos visto que dirigentes señalados del PP y Vox anuncian la ruptura entre ambos como si alguna vez hubieran estado unidos. Unos dicen que Feijóo es como Felipe González hace décadas, un truhán progre, y otros que Vox es el brazo tonto de la izquierda. Ayuso denuncia que los diputados de Rocío Monasterio no la van a «arrastrar en su deriva» porque Vox, sin sentido, dijo que no iba a votar a favor de las deducciones al IRPF a inversores extranjeros y repatriados. Y la dirigente voxista pone a Ayuso al servicio de Feijóo para «pactar con el PSOE», y pronto la acusará de hablar por orden de la Cadena Ser y El País.
La realidad es que si Ayuso no consigue mayoría absoluta en Madrid solo tiene a Vox, y viceversa, claro; porque si Ayuso no echa mano de Vox, la gente de Monasterio no sirve para nada, como en Andalucía. Y cuando no hay utilidad el electorado lo percibe y se decide por otra opción. Quizá sea este el sueño húmedo de algunos, volver a ser un partido testimonial con la pureza virginal de sus principios inamovibles.
«Vox prefiere perder y no tocar bola, a moldear su dogma a la realidad y a la necesidad»
La estrategia de Vox es buscar la utilidad no en la gobernabilidad sino en la preservación de las ideas. Más claro: prefieren perder y no tocar bola, a moldear su dogma a la realidad y a la necesidad. Esto procede de su raíz profundamente conservadora. Es tan así que aceptan participar en un sistema autonómico que desprecian solo para defender sus ideas en la batalla cultural contra la izquierda y evitar el hundimiento de la nación, la civilización, la tradición o cualquier otro elemento del universo conservador.
La estrategia del PP es también sencilla. Ha vuelto la idea de Rajoy de 2011: las elecciones se ganan por el centro, entendiendo por centro todo el magma de la corrección política. Ahí está la mayor parte del electorado. No solo eso, sino que un voto ganado en el centro es uno que no suma el PSOE. No estoy defendiendo el centrismo como no defiendo las hamburguesas de factoría, pero la política es así. Desgárrese las vestiduras si quiere, pero es una verdad inamovible.
Vox va a atacar al PP por el flanco de la esencia de la derecha conservadora. Denunciará en esta campaña electoral, como ya viene haciendo desde hace meses, que los populares han tragado con las leyes ideológicas de la izquierda. En concreto: aborto, paridad y trans.
A esto, Vox está añadiendo la poca «españolidad» del PP, diciendo que Feijóo ha permitido y alienta la «inmersión lingüística» en idiomas regionales en detrimento del español. Todo esto, dicen los voxistas, es porque Feijóo y los suyos defienden que nuestro país es «plurinacional».
El conjunto, concluyen, es una enorme traición, una cesión a la «dictadura progre» y nacionalista confirmada por apoyar al Partido Demócrata de Estados Unidos, y no al Republicano, o aceptar la Agenda 2030 de «sumisión al globalismo y a la histeria climática». No sé cómo venderán esto a nivel local, pero ahí están los de Vox, pegados cual lapa a su argumentario.
«Que el PP trate a Vox como unos orates sin medicación es un error»
Luego está el victimismo, ese que tanto daño les hace, soltando que la prensa está comprada para machacar a Vox. Sostener que no dar la razón al partido de Abascal es estar vendido al oro del bipartidismo es muy pobre.
Por otro lado, que el PP trate a Vox como unos orates sin medicación, unos exagerados de «sujétame el cubata», unos inconscientes que hacen la pinza con el PSOE para ganar simpatías a su izquierda es un error. La atracción del voto centrista se basa en guardar la moderación en las formas y el contenido, y en tratar con respeto al elector. Por esta razón no debe quedar al descubierto el deseo de ganarse al elector del PSOE descontento con el sanchismo, y los trucos malos para conseguirlo.
Unos y otros, PP y Vox, contribuyen así a excitar los ánimos de la gente. Es lo que nos faltaba cuando las izquierdas viven de sembrar odio y cavar trincheras, de escenificar todos los días la distancia entre el amigo y el enemigo, sobre todo dentro del propio Gobierno. Como escribió Julio Camba: «Soy un hombre de mi época, aunque, la verdad, preferiría serlo de cualquier otra».