THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Vox, al día siguiente

«Si el fin es tener una pasarela nacional para las elecciones resulta vergonzoso. Un partido serio no utiliza una moción de censura para hacer propaganda»

Opinión
109 comentarios
Vox, al día siguiente

Santiago Abascal y Ramón Tamames. | Jesús Hellín (Europa Press)

Si la moción de censura acaba en planchazo, que tiene pinta, la dirección de Vox debe dar una pensada a su situación. No sería el primer fracaso, sino uno más que arrastran los dirigentes del partido desde noviembre de 2019. Tras la irrupción sorprendente de 2018 en Andalucía y las dos elecciones generales siguientes se las prometían muy felices. Iban a sustituir al PP, la «derecha cobarde», y a protagonizar una nueva «reconquista». Querían dar la batalla cultural para contrarrestar la «hegemonía marxista», desmontar el Estado autonómico por engendrar los nacionalismos, y recuperar la soberanía nacional robada por la Unión Europea.

Marcaron territorio a su izquierda, y definieron a su enemigo: el PP. Desde entonces todo lo han hecho contra ese partido. La paradoja es que, tras tanto insulto y desprecio, ahora no son nada si el PP no saca más votos que el PSOE. Un buen ejemplo es Andalucía, donde hoy no sirven porque los populares consiguieron mayoría absoluta. En otros lugares son el bastón del PP, aportando el número de escaños necesarios para completar un gobierno con la vieja «derechita cobardona». Y esto se va a repetir en las elecciones de mayo de 2023.

La estrategia de machacar al PP pero buscarlo, como en Castilla y León, es una enorme contradicción. Esta moción que presentan ahora formalmente contra Sánchez es otro artificio, el segundo de este tipo, para tener protagonismo frente a los populares. Bastardear así una institución y una de sus prácticas deteriora la democracia y erosiona a quien lo hace. No puede salir gratis la manipulación de las figuras constitucionales, sobre todo cuando quien presenta la moción se arroga en exclusividad la pureza en los principios.

«Una moción de censura se hace para sustituir al Gobierno, no para criticarlo»

Los objetivos de Vox con esta moción no concuerdan con los requisitos de dicha figura. Una moción se hace para sustituir al Gobierno, no para criticarlo. Para eso existen otros métodos. Ni siquiera para fiscalizar la acción gubernamental. Ya están las sesiones de control y el debate sobre el estado de la nación, del que ya hubo el pasado mes de julio. En esto, la dirección de Vox pincha en hueso.

Una moción tampoco está para exponer ideas alternativas a las del Gobierno. No es la vía. A pesar de que Vox insista en que los medios manipulan y los marginan, tienen a su disposición a la prensa. Estos días hemos visto varias entrevistas a sus líderes. Es más; tienen sus propios periódicos y fundaciones, y son muy activos en las redes sociales con las que llegan a mucha gente. Si el objetivo es tener una pasarela nacional para las elecciones de mayo el asunto resulta vergonzoso, un timo en toda regla. Un partido serio no utiliza una moción de censura para hacer propaganda. Hemos tenido unas cuantas y todas han sido nefastas, incluida la que ganó Pedro Sánchez. Y recuérdese que le salieron las cuentas porque el PNV traicionó a Rajoy.

Luego está lo del candidato Tamames. El rechazo que produce entre el electorado de Vox es descomunal. Así lo dicen las encuestas. Ha sido presentar la ocurrencia, y que casi el 25% de sus votantes se vayan al PP según los sondeos. Vox niega este término y puede ser cierto, pero no añaden que Tamames les sirva para ganar electores. La seriedad es siempre un factor decisivo, y el maridaje entre el catedrático progre y el dogma de Vox es de coña marinera.

«Será un fracaso. A esto le seguirá, previsiblemente, otro fiasco en las urnas en mayo»

Todo apunta a que los 52 diputados de Vox votarán a Tamames tapándose la nariz. Será un fracaso. A esto le seguirá, previsiblemente, otro fiasco en las urnas en mayo. No es que no sirvan para formar gobiernos en ayuntamientos y autonomías que eviten coaliciones de izquierdas, es que del objetivo de ser el partido de la derecha al constituirse en el comodín del PP va un trecho muy grande.

La dirección de Vox podrá aguantar en la cúspide como hace la de Podemos, que pasó de soñar con ser el partido hegemónico de la izquierda a suspirar por influir algo con su minúsculo grupo parlamentario en las próximas generales.

Lo sano cuando se fracasa es dimitir. Sobre todo si los planes no cumplen los objetivos. Ocurre en toda empresa privada que se precie. Otra cosa es la ley de hierro de las oligarquías, donde los dirigentes se aferran contra viento y marea a los cargos y sueldos, y al halago de los meritorios. Si «solo queda Vox» como partido digno, honrado y honesto, su dirección podría dar un buen ejemplo al resto y dimitir en bloque tras el fracaso. Y si no, allá cada uno.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D