La puntita del Gobierno, nada más
«Sánchez no ha querido una crisis que fuera más allá. Su Sanchidad no está ahora para que parezca el Consejo de Ministros justamente lo que es: una olla de grillos»
Sánchez no ha querido una crisis que fuera más allá. Tenía que parecer un relevo obligado por esa cosa tan molesta que son las elecciones. Su Sanchidad no está ahora para que parezca el Consejo de Ministros justamente lo que es: una olla de grillos. Transmitir normalidad era la consigna, como esas parejas que aparentan vivir en el paraíso, pero cuando nadie mira se tiran los trastos a la cabeza. Por esto ha sido una crisis tan insípida y menguada.
Los sustitutos de las ahora candidatas del PSOE son simples obreros del partido. Absolutos desconocidos. Tampoco las que se van eran muy populares. No vayamos a creer que Darias y Maroto son reconocidas más allá de la acera de su ministerio. Quizá la primera en Canarias porque está muy vinculada a su política desde hace años; pero la otra, Navajita plateá, conoce Madrid como yo el cinturón de asteroides de Saturno, de lejos.
Los dos nuevos ministros tienen el mismo perfil: fieles servidores de la causa sanchista. No merece la pena apuntar sus trayectorias o sus estudios cuando solo cuenta su lealtad al líder. La novedad ha sido que Sánchez necesitaba genitales masculinos. No se les preguntó por el sexo sentido, sino por el visible. El casting fue rápido. Un vistazo de cintura para abajo y comprobación de servicio ciego al líder, y listo. Ahora sí ha quedado todo ajustado a la ley de paridad. Esto me recuerda a esa persona que entró en una librería y pidió libros de color azul para que le pegaran con la decoración.
«Sánchez sabe que es muy importante no distraer al adversario cuando se está suicidando»
Muchos querían que Sánchez echara un par de huevos a la sartén y se deshiciera de Irene Montero. Es normal. No ha habido ministra de izquierdas que hiciera más daño a la causa desde los tiempos del GAL. Pero Su Sanchidad no ha querido su sustitución. Lógico. Podemos vive en una guerra civil permanente, en un idus de marzo constante, y mantener a las podemitas y animar al tiempo a Yolanda Díaz supone conservar el equilibrio de fuerzas para que se desgasten ambas partes. Sánchez sabe que es muy importante no distraer al adversario cuando se está suicidando.
El resto es un ruido que no deja oír cómo el cerebro de Sánchez teje su red. Al tiempo que despotrica contra el líder del PP -me refiero a Feijóo- para ganarse el sueldo de progresista, tiene en la cabeza los movimientos y reacciones del resto de actores políticos. Si Fraga albergaba felizmente el Estado en su cabeza, este, nuestro Sánchez, maneja con soltura un manual de muerte asistida del enemigo. Que nadie piense que el presidente está fuera de juego, o que afloja porque tiene un pingüe puesto internacional al alcance de la mano. Quia. Morirá matando, si es que muere.
El hecho de que haya cambiado dos cromos porque le han obligado en el patio del colegio, no significa que no sea el matón del cole. Todo lo contrario, Sánchez va colocando sus piezas con autoridad y sentido. Ahora pone a un gallego en el Ministerio de Sanidad para luego colocarlo como candidato a la Xunta de Galicia.
Sánchez tiene muy interiorizado que su objetivo es mantenerse en el poder, y que todas sus decisiones deben ir encaminadas a ese fin. No tiene nada que ver con la gobernabilidad, que es lo que critica el PP, ni con la habilidad de los ministros en su trabajo. Si le hubiera convenido una crisis total del Gobierno con 22 ceses, no duden que habrían rodado 22 cabezas. Su propósito ahora es consolidar el sanchismo en el Gobierno y en el PSOE de cara a la cohabitación con la formación que esté a su izquierda. Y si es con Yolanda Díaz y su coalición amable, mucho mejor.