Los fusibles quemados de Sánchez
«Cuando estalla una crisis Sánchez lo primero que decide es que se la coma solo el ministro o ministra correspondiente»
No ha demostrado Pedro Sánchez a lo largo de su presidencia que sea un hombre que se deje llevar por nada ni por nadie. Políticos socialistas que estuvieron trabajando hombro con hombro en su equipo más cercano de confianza fueron fulminados sin pestañear cuando dejó de necesitarlos. Arrojados al mayor de los olvidos. Ni un gesto, ni una llamada en meses. Ya no le valían y desaparecían por completo de sus pensamientos. Ni una emoción, ni un sentimiento, ni un gesto más allá de las palabras protocolarias de despedida. A veces, ni eso. Si no le sirven, ya no existen para él.
Tampoco el sentido ético de la responsabilidad política es de los más desarrollados en el presidente. Es más bien inexistente en Sánchez. Las pruebas se suceden. Cuando estalla una crisis Sánchez lo primero que decide es que se la coma solo el ministro o ministra correspondiente. Su silencio puede ser de días hasta que considera que el supuesto autor del desaguisado se ha dejado la vida en responder por lo que ha hecho y que por tanto la opinión pública ya se lo ha etiquetado a ese ministro. Da igual que muchas veces se trate de una ley aprobado por el gobierno de forma colegiada en Consejo de Ministros. Si la crisis parece que se suaviza entonces sí saldrá él, en persona, en carne y hueso, a respaldar esa ley y vender sus bondades. Puede ocurrir que a veces la tormenta se reavive. Así ocurrió, por ejemplo, con la ley el “sólo sí es si” cuando la mayoría de las audiencias provinciales, e incluso el mismísimo Tribunal Supremo, siguieron rebajando condenas a delincuentes sexuales. El escándalo era magnifico. Así que Sánchez tocó trompetería para anunciar en enero, y en febrero, y en marzo, una reforma urgentísima para corregir el daño. Reforma a la que todavía se espera.
En este caso la responsable del desaguisado, la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha ayudado con su defensa llena de soberbia e inhumanidad, a polarizar en torno a ella y a su equipo de amigas, el desastre de la ley. Ella y Sánchez sabían que su pertenencia a Unidas Podemos le daba una carta de vida que garantizaba su permanencia en el cargo.
No me imagino a ningún presidente democrático europeo manteniendo en el cargo a la responsable de la ley que ha soltado a casi ochenta violadores a la calle. Pero Sánchez nunca ha dudado. Ni la cesa, ni la hace dimitir. Irene Montero es un fusible perfecto, porque además a Sánchez no le viene mal que se achicharre un poco porque eso beneficia a su protegida Yolanda Díaz. Y es que la vicepresidenta gallega, defensora de la democracia, es la doblemente elegida, a dedo. Primero la designó Pablo Iglesias como sucesora a frente de Unidas Podemos. Ahora Sánchez la ha designado también como cabeza de la izquierda de la izquierda. Hasta el punto e regalarle minutos de televisión para que gritara a Ramón Tamames en la moción de censura y presentara su candidatura de Sumar.
«El gran fusible, sin embargo, y con categoría de tea requemada, es el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska»
El gran fusible, sin embargo, y con categoría de tea requemada, es el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Nunca el paso de un juez por la política ha sido tan decepcionante. Un ministro que siempre ha mostrado un gesto de soberbia. Pocos ministros se han llevado varapalos tan grandes. Y no solo de la oposición, de los medios, sino incluso de los socios Frankenstein del gobierno. Desde los inmigrantes muertos en territorio español en la valla de Melilla, al informe policial fabricado por Interior para tratar de ocultar las coacciones a dirigentes de Ciudadanos en la marcha del Orgullo LGTBI de Madrid. Eso por no hablar de la falta de sensibilidad total antes las cada día más urgentes necesidades de las fuerzas de seguridad tanto en recursos humanos como en recursos salariales. Solo en una cosa ha funcionado como un hacha. Desgraciadamente ha sido a la hora de acelerar el reagrupamiento de presos etarras en cárceles vascas, ya bajo las competencias del gobierno vasco. Daba igual que los informes de Instituciones Penitenciarias o de otros organismos fueran contrario, pero los pactos del jefe con Bildu son lo único sagrado para el ministro.
Y pocos varapalos tan humillantes y graves ha sufrido Marlaska como la sentencia del Tribunal Supremo sobre el cese ilegal del coronel Pérez de Cobos como jefe de la comandancia de Madrid. Es algo que supera todo lo que un político digno aguantaría. Ni la crítica de la razón ni la de la oposición le afectan a Marlaska. Pero que a una persona que ha dedicado casi toda su vida a la carrera judicial, le acusen de haber intentado que se cometiera una ilegalidad y de haber realizado otra es algo que supera toda la ética profesional. Pues ni le inmuta. Se sabe quemado y no se va a ir. Su soberbia, su elitismo, su convencimiento de ser superior intelectualmente a todos, le impide toda autocrítica.
Es verdad, que también sabe que Sánchez no le va a echar porque le viene bien como ese fusible que se achicharra para salvar la instalación. Ya hubo una crisis de gobierno en la que Marlaska salvó el sillón porque fueron varios candidatos sucesores que dijeron no a Sánchez cuando les proponía la cartera de interior. Desde ese momento Sánchez le mantiene como pim pam pum de casi todo.
Grande-Marlaska e Irene Montero los dos mejores fusibles que están requemados de tanto cortocircuito. Pero a Sánchez le valen. Le da igual. Lo único que le importa ahora es su próxima presidencia europea. Y que no le molesten con minucias domesticas como ese varapalo sin precedentes del Supremo a Marlaska.