Llegan las cuotas a la universidad
«Abrazamos la desaparición total de toda meritocracia a cambio de un discurso cargado de politiqueo y propaganda»
En recientes declaraciones, el ministro de Universidades, Joan Subirats, ha manifestado, así sin eufemismos, sin dejar que nos agarremos a la silla, que resulta necesario incentivar en el ámbito universitario la matriculación de hombres o mujeres cuando la brecha de género en la carrera de turno sea muy evidente. Por otro lado, hace unos días descubrí que la célebre tortura que consiste en que el reo vea caer una gota de agua por su frente hasta perder la cordura no es gota malaya sino china. Tanto da, el caso es que mucho tiene que ver ese método de tortura oriental con el modo como la universidad va perdiendo poco a poco la cabeza. A sus ya conocidos problemas que tan de lejos vienen -recuerden: endogamia, foco en la productividad, cero humanismo, posespecialización, etc.- habría que añadir este último: abrazamos la desaparición total de toda meritocracia a cambio de un discurso cargado de politiqueo y propaganda.
Y es que, como digo, el asunto no tiene coherencia alguna. Es verdad que los datos son claros a la hora de reflejar esta descompensación. Educación Infantil, por poner algún ejemplo, cuenta con un 90% de alumnas féminas, Enfermería se va al 80% y Medicina a más del 70%. Por contra, los hombres copan Informática con un 80% de matriculados, 70% en Ingeniería y más del 60% en Matemáticas. Así, la primera pregunta que me viene a la mente es: ¿Y qué? ¿Hay algún problema? La segunda se la hace mi yo de dieciocho años: ¿Hubiese cambiado la carrera que quería hacer por el mero hecho de que me regalasen la matrícula? ¿Acaso la elección no es un proceso previo que se sustenta en otros pilares? La siguiente la emite el autor de este artículo a sus casi cuarenta: ¿Aceptaría yo una matrícula que no he merecido sólo para cubrir una determinada cuota? Y la última: ¿Qué persigue está gente con semejantes brindis al sol? Aquí abajo tienen la sección de comentarios para responder con su propia experiencia, si así gustan.
«Hace ya mucho tiempo, desde mi generación por lo menos, que hombres y mujeres eligen su camino en libertad, sin patriarcados ni gaitas»
Como ya nos vamos conociendo, sé que alguno responderá argumentando que Enfermería, Educación Infantil y Medicina son carreras dedicadas al cuidado, que el patriarcado les ha condenado a esto y blablá. A lo que yo respondo, por un lado, que son actividades igual de legítimas y en algún punto más dignas que las que lleva a cabo un ingeniero encerrado en su habitación probando las bondades de ChatGPT; por otro, que hace ya mucho tiempo, desde mi generación por lo menos, que hombres y mujeres eligen su camino en libertad, sin patriarcados ni gaitas; y, por último, que si quieren cambiar esta tendencia, desde luego la mejor estrategia no es regalarles la matrícula a o subir la nota de aquellos cuyo género no concuerda con la mayoría de los estudiantes. Probablemente, insisto, en caso de necesitar cambiar esta tendencia, habría que acceder a niveles de educación bajos, modificando hábitos, rompiendo estratos culturales, desmontando mecanismos psicosociales, etc. Pero, claro, eso implicaría un plan a largo plazo, nada que sirva para las elecciones que ya asoman a la vuelta de la esquina; nada aprovechable para quien no tiene vista más allá de cuatro años. No es un mal epitafio para este sistema de educación: murió atragantado por un panfleto político.