THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

La turra que no cesa

«Pam e Irene Montero son el prototipo de políticas turras solo superadas por Yolanda Díaz, que se empeña en hablar como si fuera una de los ‘Teletubbies’»

Opinión
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La turra que no cesa

Irene Montero y Ángela Rodríguez 'Pam'.

Siempre me ha sorprendido cuando alguien dice «esto es de mi época» porque yo creo que las épocas de uno son todas las que vive, así que no diré que esta no es mi época, pero de verdad que casi preferiría que no lo fuera, porque si por algo se caracteriza es por su insoportable pesadez.

Creo que el número uno de las turras se lo lleva el tema del cambio climático: no hay nada que venga de cualquier gobierno que no sea denominado ecosostenible ni gobernante que se precie que no haga referencia a la emergencia climática. Y, entiéndanme, no quiero decir con esto que no sea un tema importante y que no merezca un debate serio con evidencias científicas, pero es difícil no tomárselo como una cancamusa cuando la gran referencia mundial a la que todos reverencian es una cría sin formación académica. Nunca he entendido que le den voz en diferentes instituciones sin tener idea de nada, ni datos que avalen su postura. Y tampoco le da mucha seriedad al asunto que la culpa de un incendio sea del cambio climático o no según gobierne en esa comunidad el PP o el PSOE. Y menos aún que lo diga el presidente del Gobierno que coge sin tasa el Falcon aunque sea para recorrer los 460 km que hay de Madrid a Castellón.

El segundo de la lista diría que es el feminismo gubernamental. No me refiero al feminismo de verdad, necesario para alzar la voz ante las injusticias que sufren las mujeres en temas como el hijab, la ablación del clítoris o la explotación sexual, sino a ese burdo intento de ingeniería social que nos ha caído encima con este Gobierno, que se autodefine como el más feminista de la historia pese a que no para de subir el número de violaciones o de que sus diputados votan en contra de la prostitución y acto seguido contratan los servicios de prostitutas. O que hablan del empoderamiento de la mujer y de la libertad de hacer con su cuerpo lo que quiera, para que luego salgan ministras a linchar a una ciudadana por tener un bebé por gestación subrogada.

Más allá de la polémica artificial creada alrededor de Ana Obregón -porque ni es la primera persona famosa que lo ha hecho ni la primera de esa edad, pero sí una de las pocas que ha sido crítica con el Gobierno de Sánchez-, de un tiempo a esta parte la turra se centra, sobre todo, en que las mujeres tienen que inclinarse por carreras científicas. Da igual que haya más mujeres que hombres en las universidades españolas y que en algunas carreras científicas también predominen las chicas: las mujeres tienen que estudiar lo que digan los ministros de Igualdad y de Universidades, pese a que ninguno de ellos ha estudiado carreras científicas. Yo me doctoré en Filología Española y estoy encantada de haber estudiado latín, griego y sánscrito, y si ahora tuviera que escoger, volvería a hacer exactamente lo mismo. En primer lugar, porque me gusta mucho; en segundo, porque siempre he tenido trabajos bien remunerados y acordes con mis estudios y, en tercero, porque ante la turra que dan, lo que creo que le sale a cualquiera es rebelarse. 

«La inefable Yolanda Díaz dice que no quería ser ministra, pero aceptó; ni vicepresidenta, pero aceptó»,

Este domingo leí que Cs exigía a Ángela Rodríguez ‘Pam’ que tomara medidas contra la brecha de género en las carreras de ciencias. La noticia me dejó realmente sorprendida, no solo porque se supone que Cs es un partido liberal y no debería tratar a las mujeres como tontitas que necesitan de la tutela del Estado para elegir bien sus estudios: lo realmente sorprendente es que le pidan algo a Pam. ¡A Pam! Sí, ya sé que cobra un sueldazo que sale de nuestros bolsillos, pero teniendo en cuenta que solo se la conoce por sus constantes salidas de tono, lo más sensato es que no haga nada, por muy injusto que sea que nos sangren a impuestos para que ella gane un pastizal. Y, por si todo esto no fuera lo suficientemente absurdo, Sara Giménez, que es la que realiza la petición, estudió Derecho y Pam, Filosofía, así que ya me dirán con qué autoridad le van a decir a las demás que estudien carreras STEM.

Al margen de eso, Pam, junto con su amiga Irene Montero, son el prototipo de políticas turras solo superadas por la inefable Yolanda Díaz, que se ha tirado no sé cuántos meses amagando con presentar su proyecto y que se empeña en hablar como si fuera una más de los Teletubbies. La verdad, no sé muy bien qué opinión debe de tener de sus posibles votantes para dirigirse así a ellos, ni tampoco sobre sus tragaderas, porque es tratarlos de tontos cuando dice que no quería ser ministra, pero aceptó; ni vicepresidenta, pero aceptó, ni tampoco presidenta, aseguraba, pero ahora presenta su candidatura para serlo. Se llevó allí a una especie de chamana para montar una delirante consagración de la primavera, quizá para limpiar las malas vibraciones de Helio Roque, otro de los participantes, que se caracteriza por su desprecio a mujeres y ancianos. Y ya se coronó cuando le dijo a Ada Colau que había convertido a Barcelona en un referente internacional, que como no sea en un referente de ciudad sucia, con plagas de ratas, calles levantadas y llena de okupas y delincuentes, ya me dirán.

Y, por supuesto, no podemos acabar un artículo dedicado a las turras que nos asolan sin olvidarnos de los ofendiditos, que no tienen bastante con que a la inmensa mayoría nos den absolutamente igual cómo sean o cómo se sientan porque bastante tenemos con nuestras propias vidas, que nos lo tienen que imponer y se dedican a cancelar cualquier acto político o presentación de libro que consideren que perturba sus virginales oídos. Y es que podrían sentirse la mar de especiales o de ofendidos en la intimidad de sus casas, pero no, ellos prefieren socializar las turras.

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