Listos, listas y aprovechados
«Las elecciones se ganan y se pierden en las urnas. Y por muchos listos que vayan apareciendo en el camino, son los ciudadanos españoles los que deciden»
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.
Ya no hay tiempo que perder. Estamos en el lío, que diría Mariano Rajoy, y a menos de dos meses de las elecciones autonómicas y municipales. Así que se impone la exigencia de volver a pisar la calle y de dejarse ver en las procesiones de Semana Santa. Es tiempo de penitencia, camino del calvario. Tiempo de sonrisas y de promesas aplazadas. Tiempo para sonreír a los electores. Tiempo para tomar impulso y recuperar la confianza perdida en refriegas muchas veces innecesarias.
Cuando en la política española todavía quedaba ingenio, a veces no exento de cierta mala leche; cuando los contendientes procuraban esconder sus bazas, podían producirse historias y anécdotas como la que me contó en una ocasión el hijo de uno de los protagonistas de la misma. En los baños del Congreso, frente a la pared, uno al lado del otro, coincidieron el entonces ministro de Justicia, Pío Cabanillas Gallas, y el portavoz del Grupo Socialista, Alfonso Guerra. Tras el inevitable cruce de miradas, según confesó posteriormente uno de los comparecientes en aquel mingitorio, se produjo el siguiente diálogo entre ambos: «Al fin no te veo conspirando». Respuesta inmediata del aludido: «Es la primera vez que sé lo que te traes entre manos».
Parece difícil imaginar lo que se dirían en una situación parecida algunos de los diputados del Gobierno y de la oposición que hoy ocupan escaño en el Congreso, pero lo que está claro es que el nivel ha bajado bastante. Nuestros políticos ya no están para bromas. Es más, han hecho de la confrontación una especie de modus vivendi difícil de erradicar. Los debates –y lo veremos en las próximas campañas electorales– ya no son sobre diferentes propuestas y programas para solucionar los graves problemas de España, sino sobre cuestiones que afectan a cuestiones personales –con todo tipo de descalificaciones–, que en nada ayudan a resolver los problemas reales de los españoles. El «y tú más» impide que haya acuerdos, mientras la ciudadanía acaba por desentenderse de estas absurdas peleas e intenta buscarse la vida como buenamente puede.
«A Yolanda Díaz ya no le preocupa en absoluto lo que pueda decir y hacer Pablo Iglesias»
Aunque todavía no estemos en campaña electoral, a la izquierda del Partido Socialista ya se han desatado las hostilidades. Yolanda, siempre Yolanda, ha dado por fin un paso al frente, dejando en evidente fuera de juego a sus compañeras de Consejo de Ministros, Irene Montero e Ione Belarra. A la vicepresidenta segunda del Gobierno y candidata a la presidencia ya no le preocupa en absoluto lo que pueda decir y hacer el hasta hace algún tiempo secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. Sabe que puede sumar igual o mejor sin ciertas compañías. Y, encima, no tiene que aguantar de nuevo los intentos de control y tutelaje de la persona que la eligió para incorporarse como ministra de Trabajo en el Gobierno de Sánchez.
Es pronto para prever las consecuencias electorales de la irrupción de Yolanda Díaz como candidata de Sumar, por mucho que el CIS de Tezanos se empeñe en favorecer a la nueva formación política. Sus pronósticos son tan poco fiables como las encuestas de intención de voto que se hicieron con motivo de las elecciones en Castilla y León o Madrid, por poner solo dos ejemplos recientes. Si por Tezanos fuera, el próximo Gobierno de España volvería a estar presidido por Sánchez, con los apoyos suficientes del nuevo partido formado a la izquierda del PSOE. Dejando al PP y a Vox sin apenas representación parlamentaria…
Pero las elecciones, aunque las encuestas del CIS trabajen y cocinen en ese sentido, se ganan y se pierden después en las urnas. Y por muchos listos, listas y aprovechados que vayan apareciendo en el camino, son los ciudadanos españoles los que deciden.
Y todo parece indicar que, salvo que Feijóo y su equipo persistan en algunos errores estratégicos, habrá cambio de Gobierno.
