La batalla por el Sur Global
«Para ser el mayor enfrentamiento militar que se libra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, el apoyo al castigo a Moscú es bastante decepcionante»
La pérdida de influencia de Occidente sobre una gran parte de las economías emergentes y en desarrollo lleva varios años ocurriendo. Ha sido necesaria la invasión rusa de Ucrania y la consecutiva crisis energética para ponerla ahora en evidencia. ¿Servirá de llamada de atención para corregir algunas políticas que han aumentado los recelos hacia las democracias occidentales por parte de ese conjunto de países que se han englobado en eso llamado sur global? En un mundo multipolar, en el que el modelo de capitalismo democrático se enfrenta al de un capitalismo intervenido en manos de unos regímenes dictatoriales o directamente cleptocráticos, ¿cómo atraerlos de nuevo a nuestro bando? El vacío de poder ha sido aprovechado por potencias como China, India o Rusia, acelerando el vuelco en el equilibrio geopolítico mundial.
Un ejemplo es lo ocurrido en Latinoamérica en los últimos años. Si España fue uno de los grandes inversores del continente en los noventa, lo que permitió a su vez la internalización de las grandes empresas del Ibex 35 su transformación en multinacionales, en las últimas dos décadas ha sido China el gran motor de la región. Es hoy su principal inversor extranjero y el más importante mercado de destino de las exportaciones latinoamericanas (un 26% del total). Su influencia económica ha crecido a un ritmo vertiginoso. Entre 2000 y 2020, el comercio entre la gran potencia asiática y Latinoamérica se ha multiplicado por 26 (de 12.600 a 315.000 millones de dólares). Mientras, los intercambios comerciales con Estados Unidos, que sigue siendo su primer socio comercial, y la Unión Europea, relegada hoy a un tercer puesto, lo han hecho solamente por dos.
«El vacío de poder ha sido aprovechado por potencias como China, India o Rusia, acelerando el vuelco en el equilibrio geopolítico mundial»
¿Pero qué países forman ese Sur global que hoy se quiere escapar de la influencia de Occidente y se echa en manos de China y Rusia? Y ¿por qué? Janan Ganesh del Financial Times intentaba hace menos de un año, cuando el concepto cogió vuelo en los foros internacionales, quitarle romanticismo a la idea. Del tercer mundo, que no sonaba bien, se pasó al mundo en desarrollo, que injustamente unía a todos en un mismo destino, se ha pasado a meter en ese Sur global a países que están en África, Latinoamérica, Asia u Oceanía, aunque varios de ellos se encuentren geográficamente en el hemisferio Norte. Les une su exclusión habitual de la conversación pública internacional, el estar marginados de las grandes cumbres y su escasa representación en las instituciones internacionales. El columnista pedía a los progresistas occidentales que se despojaran de la visión sentimental que tienen sobre ese grupo de países y asumieran que en realidad muchos de ellos se entienden y simpatizan con el régimen de Putin.
Quizás la máxima expresión de esa creciente pérdida del peso económico y político de Occidente sobre esos países no alineados son los resultados de las sucesivas votaciones que sobre la agresión rusa a Ucrania se han registrado en Naciones Unidas. La última, hace dos semanas, en la que 32 de los 180 países miembros se abstuvieron de votar a favor de una resolución para pedir la retirada de las tropas rusas del país europeo. Entre ellos, varias economías latinoamericanas, africanas e importantes potencias emergentes como India o Suráfrica. En un intento de demostrar su independencia, el sur global encuentra en sus relaciones económicas y políticas con China y Rusia una alternativa a las potencias occidentales.
Estos países, sin conexión alguna con el conflicto, sufren los daños colaterales de la invasión rusa de Ucrania en forma de fuertes subidas de los precios de la energía y los alimentos. Debido a la prolongación de la guerra, no se puedan descartar hambrunas en Oriente Medio y África. La globalización de las consecuencias de una guerra que no les atañe dificulta el apoyo del sur global al bando occidental. Y cuestiones como el nacionalismo vacunal demostrado por las grandes potencias durante la pandemia de la covid (los países del G7 por ejemplo adquirieron un tercio de la oferta de vacunas teniendo sólo el 13% de la población mundial) no ha ayudado especialmente a los vínculos entre el Norte y el Sur global. Hoy en día, sólo un 15% de la población de los países de renta más baja ha sido inmunizada con sólo una dosis mientras que en Estados Unidos y Europa millones de viales han caducado en los últimos meses sin haberse enviado allí donde más se necesitan.
Si a ello unimos la agenda de descarbonización derivada de la lucha contra el cambio climático que quieren imponer las economías avanzadas sobre las que todavía no han consolidado su desarrollo industrial y que ni mucho menos cuentan con los medios para cumplir con esas exigencias, los recelos hacia Occidente se entienden tal vez mejor. Y la triste realidad es que su desencanto es tal que esos países, vulnerables en su mayoría al abuso de cualquier gran potencia de su entorno, están dispuestos a pasar por alto el terrible antecedente que puede sentar en el orden mundial aceptar la claudicación de Ucrania.
Como advertía el historiador estadounidense Timothy Snyder, profesor de la Universidad de Yale, especializado den Europa Central y del Este y en el Holocausto, en un artículo recientemente publicado en Letras Libres titulado ¿Por qué necesita el mundo una victoria ucraniana?, esta es imprescindible para detener las atrocidades de la ocupación rusa, que tacha de genocida. Para preservar el orden jurídico internacional fundamentado en la idea de que un país no puede invadir a otro. Para defender el proyecto de paz de la UE, dar una oportunidad al Estado de Derecho en Rusia, debilitar el prestigio de los tiranos como Putin o recordarnos que la democracia es el mejor sistema y disipar la amenaza de una gran guerra en Europa.
En el mundo sólo 40 economías han respondido con sanciones a Rusia, básicamente los 27 países miembros de la Unión Europea, el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Japón y pocos más. Para ser el mayor enfrentamiento militar que se libra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, con crímenes de genocidio y lesa humanidad atribuidos a Putin, el apoyo al castigo a Moscú es bastante decepcionante. ¿Ha perdido Occidente el apoyo de la opinión pública global?