La cara de Laporta
«Laporta ha sacado su cara más victimista. Como buen independentista conoce el argumentario. La primera premisa es que todo es un ‘linchamiento mediático’»
Una cosa hay que reconocer a muchos de los protagonistas del mundo del fútbol y es que cuando salta un escándalo dan la cara. En todos los sentidos. Porque hay que tener mucha cara para estar dos horas contestando preguntas sin decir nada creíble. Como ya ocurriera con Luis Rubiales, el presidente de la Federación Española de Fútbol, cuyo caso está desde hace meses en manos de la Fiscalía Anticorrupción, hoy Joan Laporta ha intentado explicar lo inexplicable y justificar lo injustificable durante una extensa y abierta rueda de prensa.
Laporta ha dado la cara. Meses ha tardado desde que estallara el mayor escándalo de la historia del fútbol español. Y ha negado sin que los árbitros hayan beneficiado en 17 años al equipo que pagaba al vicepresidente de los árbitros, al hombre que decía qué árbitros pitaban, subían o bajan de categoría, el hombre que influía a la hora de decidir quién era internacional y quien no.
Dice Laporta que no hay nada penal, ni corrupción deportiva ni modalidades vinculadas a sobornos. Esto lo adelanta Laporta en función de un informe preliminar encargado al departamento de Compliance. Todo correcto según el presidente azulgrana para que el todo son solo servicios de asesoramiento deportivo (scouting y asesoramiento arbitral), algo que afirma que son habituales en el sector del deporte profesional. No dice nada de lo habitual o no que es tener en nómina 17 años al vicepresidente de los árbitros y a su hijo.
La cara de Laporta llega a justificar lo caro de los servicios por los más de 600 informes simples y por unas grabaciones caseras de partidos de fútbol. Por cierto, informes que algunos entrenadores que ha tenido el Barcelona niegan haber conocido en ningún momento. La cara de Laporta aumenta cuando alardea de su actuación en 2003. Se autoimpone medallas de prudencia y rigor. Dice que cuando se enteró del acuerdo con Negreira, preguntó qué era y que cuando le dijeron que era solo asesoramiento arbitral, pues lo vio muy interesante y decidió seguir. Así, con un par. No cuestionó que se pagara al segundo máximo responsable de los árbitros que pitaban los partidos que juega su club. Ni cuestionó la extensión y calidad de los informes, por cierto, no existentes de Negreira padre. Eso no le preocupó. Ahora dice que no los vio pero que debían ser verbales.
Toda la explicación la ha ceñido Laporta a los informes del hijo de Negreira que explicaban si a un árbitro había que llamarle de usted o de tú. Si era simpático o arisco. Informes que se repetían todos los años, debe de ser por si los árbitros cambiaban y se hacían más antipáticos. No es corrupción, Laporta afirma.
Pero por si acaso, Laporta ha sacado también su cara más victimista. Como buen independentista conoce el argumentario. La primera premisa es que todo es un «Linchamiento mediático». No entra en detalle, pero apunta a la prensa de Madrid, ya sea deportiva, generalista, económica, digital, televisiones, radios. Todos van contra el Barcelona. Nada dice de toda la prensa mundial, en especial la europea, que sigue atónita este capítulo de corrupción deportiva del club que «era más que un club». Avisa que ya han presentado unas veinte denuncias contras periodistas. Que se sepa y se extienda.
En la lista de villanos aparece también un enemigo clásico que además ha sido el único que ha venido insistiendo en pedir explicaciones a las distintas directivas del Barcelona y en especial al presidente del Barcelona, Joan Laporta. Se trata del presidente de la Liga Javier Tebas. Otro elemento del fútbol español al que hay que seguir siempre con cuidado y detenimiento y que nunca defrauda. Aunque hay que reconocerle que, en este caso, el daño de imagen que el escándalo Negreira está ocasionando al fútbol español puede tener gravísimas consecuencias negativas para el resto de los clubes de una competición manchada por la sospecha.
Y el tercer argumento es buscar al enemigo más clásico, el de los clásicos: el Real Madrid. Justificaron en su momento Laporta y el barcelonismo todo el tinglado de casi dos décadas en intentar neutralizar el favoritismo que aseguran que siempre ha tenido el equipo blanco en las competiciones. Laporta incluso acusa de cinismo a Florentino por haberse personado el club blanco en la denuncia abierta.
No seré yo el que niegue el tradicional favoritismo que siempre ha tenido el Real Madrid, que tiene y que seguro que seguirá teniendo. Los rojiblancos lo seguimos sufriendo. Pero es injustificable usarlo de coartada para montar un sistema de pagos al segundo máximo responsable de los árbitros. 17 años de facturas mensuales que lo único que han conseguido es manchar el recuerdo de una de las mejores plantillas de la historia. Los años de gloria del Barcelona de Guardiola, Messi, Xavi o Iniesta no se merecían esos presidentes ni esas juntas directivas.
Laporta abusa de la fuerza y posición del Barcelona, una institución sagrada en Cataluña. Cuando dice que hay esferas de poder que no soportan el «catalanismo» del Barca, recuerda a Jordi Pujol cuando decía que la investigación sobre Banca Catalana era un ataque a Cataluña. Apela a lo más burdo del sentimiento. Intenta dar coartadas políticas o emocionales. Nunca el fútbol español tuvo la imagen clara y transparente. Pagar al número dos de los árbitros es inmoral y veremos si ilegal. La UEFA mira con recelo y no es para menos. Esto ensucia y mucho. Y Laporta ha dado la cara para no decir nada. Y eso no engaña.