Leyes geniales
«Las arengas en torno a la ley de vivienda refuerzan la impresión de que el Gobierno no busca tanto solucionar problemas como el mandar mensajes»
Decía Camba que la desgracia de la literatura española es que no hay más que genios. Yo tengo una intuición parecida con nuestros gobernantes. No caben los políticos técnicos, mansos y ponderados porque -por desgracia para todos- ha calado la impresión de que las genialidades son lo único que queda tallado en la lápida de la posteridad. Quienes siguen la actualidad a media distancia estarán al tanto de que el Gobierno tiene los apoyos para sacar adelante su ley de vivienda. Y aunque no conozcan los detalles de la ley, sabrán que es «la primera ley de vivienda de la democracia». Nos dicen que es «una conquista histórica», pero nadie termina de entender muy bien por qué, ¿por qué? ¡Porque el porqué no importa! Se ha corrido el rumor de que para pasar a la historia no es necesario hacer las cosas bien, sino anunciar genialidades.
Ferlosio decía que el fascismo consiste en no limitarse a hacer política y pretender hacer historia, pero el vicio está al alcance de cualquier demócrata mínimamente megalómano. Las arengas en torno a la (aún no-nacida) ley de vivienda refuerzan la impresión de que las iniciativas gubernamentales no responden tanto a la voluntad de solucionar problemas como a la de mandar mensajes. El fiasco de la ley del solo sí es sí es el ejemplo más evidente. No se calibró tanto el impacto real como el impacto mediático. Y así, se negaron los previsibles efectos indeseados al calor de la narrativa épica de colocar el consentimiento en el centro «por primera vez en la historia». El problema de abusar de la retórica de las conquistas históricas es que cuando la realidad obliga a reformarlas, la conquista se convierte en incautación.
Si la solución al problema de la vivienda en España pasaba por la aprobación de esta ley, es legítimo preguntarse por qué han tardado tanto. Pero el BOE no es una lámpara mágica, capaz de hacer realidad cualquier conquista histórica a demanda. Quienes conocen el tema coinciden en que el problema de la vivienda es complejo, estructural y exige pensar a largo plazo. Pero el Gobierno parece más interesado en cincelar el Monte Rushmore de sus leyes estrellas para sacar pecho electoral y fijar su lugar en la historia. ¡Qué importa que las leyes sean útiles, lo importante es que sean geniales!
Según Camba, hay algo peor en la literatura que los genios: los aprensivos, «los enfermos de enfermedades imaginarias, que siendo perfectamente tontos, se creen atacados de genialidad».