La educación que queremos
«Niños y jóvenes reciben una educación improductiva porque así lo quieren sus padres»
Lo prometido es deuda, y las deudas mejor pagarlas pronto. Intentaré explicar hoy por qué dudo de que los intereses creados sean la causa primordial de que nuestro costoso sistema de enseñanza proporcione una educación de pésima calidad.
Esta explicación por el lado de la oferta es verosímil pero incompleta. Como cualquier otra actividad social, la enseñanza sufre conflictos de intereses. Pero esos intereses operan siempre y en todos los países. Lo grave es cuándo esos intereses son tan fuertes que llegan a capturar la enseñanza en beneficio propio. ¿Por qué el bien común triunfa sobre los intereses privados en Corea pero no en España? ¿Por qué triunfaban en la España de 1965 o de 1985? ¿Por qué son, en cambio, tan fuertes en los Estados Unidos, donde muchos colegios permanecieron cerrados durante la mayor parte de la pandemia?
Además, los profesores españoles no son homogéneos. En relación con otros países, su salario promedio es alto; pero también lo es su consumo de ansiolíticos y antidepresivos. Los «desertores de la tiza» que se dedican a planear el trabajo ajeno quizá sean felices; pero muchos docentes también son víctimas del sistema. Carecen de autoridad y su trabajo se ha trivializado. Más que docentes, son meros custodios que se limitan a sobrevivir.
Tiene más poder explicativo una hipótesis por el lado de la demanda. Cuando en España tanto los colegios públicos como los privados optan por una enseñanza lúdica, de bajo esfuerzo y escasa competencia, donde el desiderátum es que los alumnos «aprendan disfrutando», es porque, digan lo que digan, a ello es a lo que realmente aspira la mayoría de sus padres.
En una versión más benigna, sus preferencias serían algo más realistas pero estarían atrapados en un mal «equilibrio» de normas sociales. Muchos querrían saltar a un mejor equilibrio; pero a quien lo intenta lo castigamos en el plano individual. Además, corre el riesgo de que su esfuerzo resulte baldío en el plano colectivo.
Numerosos indicios empíricos son coherentes con esta hipótesis de demanda, que en esencia ve a la educación como un consumo más.
De entrada, las encuestas de opinión nos dicen que en España imperan valores contrarios a la excelencia educativa. Comparados con nuestros vecinos europeos, despreciamos más la competencia y deseamos que pague más impuestos quien más gana, incluso cuando esas ganancias se deben a que se ha educado mejor. También somos más partidarios que otros europeos de gravar los ingresos antes que el consumo, y de gravar los ingresos de forma más progresiva.
De hecho, nuestra estructura fiscal sintoniza con estas preferencias igualitaristas. Por ejemplo, según la AIReF, tras la reciente subida de cotizaciones sociales, un salario bruto de 80.000 euros está gravado con un tipo total medio (IRPF más ambas cargas sociales) del 63% (que a partir de 60.000 euros se eleva al menos a un 79% marginal). Nos quejamos de que el «modelo productivo» no crea los puestos de trabajo a los que decimos aspirar; pero la verdad es que ese tipo de puesto requiere una inversión en capital humano que nuestra fiscalidad se encarga de hacer muy poco rentable.
Asimismo, la desigualdad entre autonomías en cuanto a rendimiento escolar, que equivale a un año de escolarización, también concuerda con que los ciudadanos de distintas regiones valoren tipos de enseñanza distintos. Así es que obtienen peores resultados académicos aquellas autonomías que dedican su sistema público de enseñanza a favorecer el ocio y cultivar su narcisismo identitario.
Por otro lado, la supresión de todos los sistemas de evaluación a escala nacional, incluida la progresiva dilución y la reforma de la selectividad universitaria, refuerzan engañosos mitos exculpatorios, por la simple vía de presentar a las generaciones más engañadas como las mejor preparadas.
«Es notable que muchas de las pautas pedagógicas que tanto han contribuido a reducir el esfuerzo hayan conquistado tanto colegios públicos como privados»
Hasta la actitud de la derecha de no dar la batalla de las ideas en este terreno educativo, lejos de ser el error que suele creer mucho voluntarista, podría confirmar que la gran mayoría del electorado valora realmente la enseñanza más como consumo que como inversión.
Cierto que las familias gastan mucho dinero en servicios educativos, incluso gastan más en clases particulares; pero también es notable que muchas de las pautas pedagógicas que tanto han contribuido a reducir el esfuerzo hayan conquistado tanto colegios públicos como privados, pese a que a estos últimos cabe suponerlos más obedientes a la demanda de las familias.
Esas familias también gastan mucho y hasta se hipotecan para financiar el adiestramiento de un hijo que despunte en algún deporte. Incluso aplauden que los entrenadores le exijan esforzarse y ejerzan su autoridad sin cortapisas.
Semejante dispendio en lo deportivo sugiere otro motivo de que en todo lo demás domine la educación complaciente. Quizá muchos ciudadanos perciben a la actual sociedad española como poco meritocrática. Para ellos, esforzarse en la enseñanza tendría menos sentido que hacerlo en una actividad con instituciones relativamente independientes, como suelen ser las del deporte.
Antes de respirar aliviado, observe que esa hipótesis tampoco libraría de responsabilidad a los ciudadanos. Dada nuestra aversión a la competencia, la sociedad también sería poco meritocrática… porque así lo queremos.
Hoy pensaba descansar de escribir sobre mi opinión. Pero el tema va de ‘educación’ y este es mi tema.
Actualmente estoy jubilado, pero he sido profesor aunque me gusta más la palabra de maestro. He dado clase en la Universidad y en el instituto de FP. Antes había trabajado en la empresa privada.
Llegué al centro cargado de ilusión. Pensaba que la enseñanza no habría cambiado respecto a la ‘excelente’ que yo recibí. El primer día descubrí que nada era igual.
Sobre el aula. El sistema educativo actual quita toda autoridad al profesor. Este es incapaz de manejar la dinámica de la clase, si en esta hay algún alumno que no quiere que se dé clase. Saben ustedes que a un alumno (menor de 16 años) que incordia el sistema no permite sacarlo de la clase para que esta continúe. La dirección y la inspección suelen volverse contra el profesor que trata de controlar la dinámica de la clase.
El resultado es lamentable, la gran parte de los profesores se sienten impotentes, tiran la toalla y que sea lo que dios quiera pero que no me toquen la nómina. Sufren estrés que afecta a su estabilidad psicológica.
Sobre el sistema: El sistema educativo español es demoníaco. Al terminar la EGB un alumno debería saber: 1. leer y entender, 2. escribir sin faltas, 3. expresarse sin dificultad, 4. sumar, restar, multiplicar y dividir, así como manejarse con proporciones (regla de tres).
La mayoría de los estudiantes que hoy reciben el título de EGB ni entienden lo que leen, ni escriben correctamente, multiplican con dificultad ( más de dos cifras difícil), de dividir o de proporciones ni hablemos.
La ministra Cela para resolver el problema, ha sacado del currículo la regla de tres. Hay que ponerlo fácil!.
El sistema no tiene controles que evalúen el aprendizaje efectivo: reválidas a nivel del estado. Los sindicatos de profesores y los políticos no quieren medir no sea que los ciudadanos se enteren del timo al que están siendo sometidos con el sistema educativo y la división autonómica. La educación es uno de los ámbitos donde la división autonómica más daño ha producido.
Hay un aspecto que no quiero dejar de lado. Hoy, el estado impone que las aulas sean mixtas (niños y niñas juntos). Los niños están en inferioridad respecto a las niñas a la misma edad
sobre la familia: El sistema educativo es un fallo completo ya que no educa, ni enseña. La familia se hace imprescindible en el proceso.
Los niños cuyos padres se implicaban en la enseñanza obtienen mejores resultados. Los padres que quieran a sus hijos deben seguir de cerca los currículos que están estudiando y ayudarlos y completarlos. Ante un sistema que falla, es la única alternativa posible para los padres.
Los padres también han perdido la autoridad frente a los hijos. No tienen mecanismos de hacer que un niño ‘haga los deberes ‘ o ‘se coma la sopa’. Casos han subido a los tribunales donde los padres han sido castigados. Esto ha provocado un cambio en la paternidad actual. Muchos padres simplemente ‘pasan’ frente a verse con un hijo caprichoso e imposible. Estos mismos padres protestan airados ante el centro escolar para quedar bien delante de su hijo, por causas que antes merecerían una reprimenda padre-hijo.
Una anécdota. Hace unos años por cuestiones que no vienen a caso tuve ocasión de comer con un alto dirigente del PSOE (de la época de Zapatero).
En la comida, mi mujer que también es profesora se explayó explicando el proceso de su centro para alumnos de alto rendimiento. Este proceso nunca ha esto claro en el BOE.
Al terminar la explicación el dirigente del PSOE le contesto: » Pero separar a los alumnos más inteligentes y darles una educación al ritmo que pueden absorber ahonda en la desigualdad». Dí un golpe en la espinilla a mi mujer y cambiamos de tema.
El problema real es que con la escusa de ‘la igualdad’ están impidiendo a la mayoría a desarrollarse.
Y qué me dicen de los niños con necesidades especiales que hoy por voluntad de Cela hay que meterlos en las clases normales, incluso en contra de la opinión de los padres. Y sin evaluar las consecuencias de esa decisión.
Todo es algo entre demoniaco y demencial.
Sobre el sistema:
Hay dos casos concretos que me causaron dolor y en privado hasta lágrimas.
1. Pille a un chico estropeando respuestas de un examen. Me sorprendió tanto que le pregunté porqué hacía aquella tontería. Me contesto: «no necesito más de un 5, si sacará más tendría problemas con los compañeros». No supe que contestar.
2. Otro chico , este más revoltoso y guerrero. Le pregunté porqué perdía el tiempo
y no aprovechaba lo que le estábamos enseñando. Me contesto: » esto no cuesta dinero, aunque no me esfuerce aprobaré, cuando llegue a la empresa y me pague me esforzaré en aprender». No supe que decir.
3. Otro chico. Este enredado con drogas. Intento hablar con él. Estás destrozando tu vida y tal. Me contesta: » Mis padres están separados, mi madre tiene que trabajar todo el día, no tengo un euro, la vida no me da ‘ningún caramelo’, así que los fines de semana que puedo me coloco. Es el único momento de placer que conozco., también me lo quieres quitar?. No supe que decir….
Tres son las «patas» fundamentales en la educación: la família, la escuela y la sociedad. Cada una de ellas con sus valores y virtudes.
Todas son igual de importantes, pero tal vez la que más es la familia.
La escuela también es fundamental, pero el criterio tiene que ser no determinado por ninguna ideología. Esto que parece una obviedad se diluye en cuanto los políticos intervienen con su «mala preparación», y nulo conocimiento, de las reales necesidades que requiere una educación integral de la persona.
Y esta política económica con propuestas como las de Podemos, han tenido un coste social enorme .
Es un proceso que con la reducción de precios van empobreciendo y reduciendo al sector productivo que no puede subsistir con costes por encima de los precios fijados.
EL PAIS (07 MAR 2023) en el artículo”Venezuela, sobrevivir con el salario mínimo más bajo de América Latina “ de FLORANTONIA SINGER , hay el siguiente texto
“La devaluación de la moneda y la feroz inflación han reducido el ingreso mínimo en el país a poco más de cinco dólares al mes>
””El ingreso mínimo vital en Venezuela está fijado en 130 bolívares, que equivalen a unos 5,4 dólares, vuelve a rozar niveles de miseria, tras una voraz devaluación de la moneda en los últimos meses, y se ubica como el más bajo de América Latina, seguido por los de Haití y Cuba que este 2023 están más cerca de los 100 dólares, por encima de los 57 dólares mensuales que según Naciones Unidas marca el umbral de la pobreza extrema”.
Loa asesores de Sánchez están mas cerca de Maduro que de la UE.