THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Vemos cine sin saber de cine

«Al no estudiar cine en la enseñanza secundaria desperdiciamos un instrumento cultural de primer orden para entender el mundo y a nosotros mismos»

Opinión
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Vemos cine sin saber de cine

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¿Hay que estudiar cine en la enseñanza secundaria? Este es el tema concreto de este artículo. Tras este interrogante se oculta una preocupación: creo que estamos desperdiciando un instrumento cultural de primer orden para nuestra formación personal, para entender el mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Lo usamos pero no le sacamos provecho, es un pasatiempo más, como el fútbol. O sea, vemos mucho cine pero no entendemos de cine. ¿Por qué? 

Quizás porque en la escuela y el instituto nos enseñan, más o menos, literatura, pensamiento, bellas artes, teatro, algo de música (poca y antigua), pero no cine, no lo tratan como un hecho cultural, como el tan cacareado séptimo arte. Por tanto, no hay que enseñarlo, sólo hay que verlo.

En consecuencia, no entendemos de cine por falta de cultura cinematográfica: vemos lo que nos echan en las pantallas de las salas y, sobre todo, en la televisión y ahora en las plataformas. A menos que por nuestra cuenta nos dediquemos a estudiarlo, o que alguien nos introduzca en la materia, sólo conocemos el cine que vemos, hoy los telefilmes y las series, con estilos que han contagiado cada vez más a las películas

«No abordamos el cine desde una tradición cultural consolidada»

No abordamos el cine desde una tradición cultural consolidada como es el caso de las ramas de la cultura antes dichas (literatura, pensamiento, bellas artes, etc.) sino como un entretenimiento, una diversión, en donde muchas veces tiene más peso la técnica (por ejemplo, los efectos especiales) que la creación artística como hecho cultural. Como he dicho antes, creo que desperdiciamos un gran instrumento de conocimiento de las cosas y de la posibilidad de conformar nuestra conciencia moral.

Olvidamos que el cine ya tiene una tradición, más de cien años si lo contamos desde sus inicios, casi cien años si lo contamos desde la aparición del cine sonoro. En ese tiempo es innegable que el cine ha dado indudables obras de arte, éticas y estéticas. 

La amistad, sus problemas y contradicciones, se aprende en esa gran película que es El tercer hombre, de Carol Reed, con las extraordinarias interpretaciones de Joseph Cotten, Alida Valli y Orson Welles, guion de Graham Greene. La honradez y el valor personal están encarnados en el Gary Cooper de Solo ante el peligro, dirigida por Fred Zinnemann, o en Doce hombres sin piedad, de Sidney Lumet, con un formidable Henry Fonda pero con otros extraordinarios actores que interpretan a una variedad de personajes tan reales como la vida misma.

Son tres ejemplos de películas clásicas, todas en blanco y negro, que caerán en el olvido si no se estudia la gran tradición cinematográfica del siglo XX. Pero son sólo tres ejemplos, podríamos enumerar muchos más, muchísimos más, que hay que revisitar continuamente, como hacemos con las novelas y con el teatro, para reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestras vidas, sobre las vidas de los otros. 

«¿Despreciamos el wéstern como género cuando explica mejor que nadie la formación histórica de EEUU?

¿Sabemos qué ha significado el neorrealismo italiano de la postguerra, Rossellini, los primeros De Sica, Visconti y Fellini, Germi y tantos otros? ¿La época dorada de Hollywood con el arte, el ritmo y el humor de sus comedias? ¿Despreciamos el wéstern como género cuando explica mejor que nadie la formación histórica de Estados Unidos? La figura del hombre como ser desplazado y asocial, ¿no está inmejorablemente reflejada en The misfits (título muy mal traducido al español como Vidas rebeldes), con sobrias y soberbias interpretaciones de Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift, dirección de John Huston y guion de Arthur Miller? ¿No es una pieza cultural de primera magnitud? Telefilmes y series, por entretenidas que sean, son pura bazofia a su lado. 

Pues bien, todo esto tenemos que ir descubriéndolo por nuestra cuenta porque nadie nos ha indicado el camino en la enseñanza secundaria, esta que es obligatoria y constituye la base para la igualdad de oportunidades, también de oportunidades culturales. No digo que estudiando cine en secundaria aprendamos cine pero como mínimo se nos ofrece la posibilidad de aprenderlo, como sucede con la literatura, el pensamiento o las bellas artes. Sin esta base en secundaria estamos desorientados y la mayoría no se orientará nunca, seguirán viendo desde el sofá lo que les echen. 

Aporto aquí una modesta opinión, basada en la experiencia, pero en todo caso creo necesario reflexionar sobre ello para mejorar nuestro nivel cultural que, en el fondo, es nuestro nivel de convivencia. Vemos continuamente cine sin saber de cine. Este hecho debería ser preocupante.

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