THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

La vergüenza de pactar con Bildu

«Que la izquierda considere a los continuadores ‘pacíficos’ de ETA como compañeros de viaje resulta incomprensible, miserable y vergonzoso»

Opinión
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La vergüenza de pactar con Bildu

Captura de un vídeo de la banda terrorista ETA.

Para mí ETA fue, no es. La organización  disolvió hace unos pocos años y ya no existe. ¿Quedan restos? No lo sé, quizás. Y si quedaran habría que detenerlos y someterlos a investigación para, en su caso, someterlos a juicio. 

Pero contestemos la pregunta: ¿qué fue ETA?

En primer lugar, fue una organización criminal que se dedicaba a la extorsión y al asesinato. Exactamente era una mafia. Había que pagar para que no te mataran, no te robaran, no destrozaran tu empresa, tu negocio, tu bar o tu tienda; no estuvieran en peligro tus hijos, tu mujer, tus padres, tus hermanos. Así se ganaban la vida los miembros de esa banda. 

Causaron mucho daño, físico y moral. Más de 800 asesinatos. Muchos militares, policías, guardias civiles, también empresarios, políticos, cargos públicos, niños, ancianos, mujeres. Todo tipo de personas. Ningún sacerdote. Pero se cuentan mucho menos los heridos y tullidos de por vida por sus acciones violentas, los afectados psíquicamente. Todos ellos son víctimas del terrorismo de ETA. Y también son víctimas sus allegados, familiares y amigos: esposas, madres, padres, maridos, hijos, hermanos. Con vidas destrozadas, con la memoria del crimen en sus cabezas y en sus corazones. No los olvidemos.

«Además de penalmente delincuentes, los etarras eran profundamente antidemócratas»

¿Por qué los etarras practicaban la violencia de forma sistemática? Para infundir miedo a los ciudadanos del País Vasco y del resto de España. Para someterlos a sus dictados. No querían que fueran personas libres sino esclavos a su servicio, que siguieran sus órdenes al sentirse aterrorizados. Por tanto, además de penalmente delincuentes eran profundamente antidemócratas, querían imponer sus ideas por la violencia, esta violencia que provoca miedo. Sus intenciones no se diferenciaban de los sistemas autocráticos y totalitarios. Pretendían configurar un país de  callados, una dictadura. Mandar ellos y que los demás obedecieran sin chistar. 

¿En nombre de qué? En nombre de una esencia nacional vasca basada en una historia falseada y una lengua minoritaria que utilizan mucho menos de la mitad de los vascos y que nadie les impide hablar. Inexplicable, incomprensible, irracional, todo lo que quieran añadir. Pero esa era la explicación: por eso mataban, robaban, amenazaban, extorsionaban, silenciaban. Todo ello sucedía en España, en Europa, en el siglo XX, en el siglo XXI, todo ello en plena democracia, en un sistema de libertades, en un Estado de derecho. 

A veces recordamos a las víctimas de ETA, pero olvidamos los motivos que impulsaban a los terroristas. Son vergonzosos e impresentables. No se trata de que los fines fueran buenos pero los medios condenables. No, no, fines y medios eran igualmente condenables. Los etarras eran —¿o son?— políticamente antidemocráticos, penalmente criminales y moralmente basan sus acciones en los dos grandes pecados: robar y matar. 

«Los continuadores ‘pacíficos’ de ETA no sólo deben condenar los crímenes del pasado sino también rechazar sus ideas totalitarias»

Por eso me resulta incomprensible que un partido, Sortu, englobado en una coalición, Bildu, sea aceptado por otros partidos como continuador pacífico de ETA. Que no sean penalmente criminales es un paso adelante: no pueden ser declarados ilegales. De acuerdo. Pero que sean pacíficos, al menos que no maten ni roben, no les excusa de la otra cara de la moneda: los etarras no eran demócratas sino que eran antidemócratas y los continuadores pacíficos no sólo deben condenar los crímenes del pasado —cosa que no hacen— sino también rechazar sus ideas totalitarias. En otro caso, no entiendo que puedan ser considerados como partidos democráticos. 

Que la izquierda los considere como compañeros de viaje resulta incomprensible, es miserable que acepte sus enmiendas en la ley de Memoria Democrática, una vergüenza para esa izquierda, y me refiero especialmente a ERC, su pareja de hecho, y al PSOE que necesita a Bildu para gobernar y desgobernar.

Ninguno de estos partidos —y otros como Podemos o la por el momento ensalada de Sumar— está moralmente capacitado para considerar a Vox como un partido de extrema derecha y medio fascista. Que se miren en el espejo y vean lo que es Bildu hoy, cómo no ha condenado a ETA, ni a sus acciones ni a sus ideas. No he escuchado a Vox justificar los crímenes de la dictadura franquista ni mostrarse partidario de la democracia orgánica. Por tanto, menos presumir. 

Además, parece que un tal Francisco Etxebarría, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, se pasea por los pasillos de la Moncloa negociando. Atención a este personaje. Inquietante.

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