Armas y pecados de Ayuso
«El cinismo del Gobierno central es evidente. El ministro Félix Bolaños nunca hubiera forzado su presencia en un acto de los gobiernos vasco o catalán»
El director abrió sin llamar y preguntó enfadado: «¿Quién coño está robando las tizas?». Se hizo un silencio que rompió a los pocos segundos advirtiéndonos que lo averiguaría, y que al culpable se le caería el pelo (eran los 90, y los maestros todavía intimidaban). Mientras cerraba la puerta, fijó la mirada en Gabriel, el pieza de la clase (eran los 90, todavía se podía estigmatizar a los niños de por vida). Tras el portazo la profesora soltó un «ya lo habéis oído» y siguió con la lección. Unos días después subí a clase pasadas las cinco para coger el diccionario que había olvidado (eran los 90, las espaldas de los niños podían cargar toneladas de libros del colegio a casa y de casa al colegio). Cuando abrí la puerta, Gabriel, que estaba junto a la pizarra, dio un salto y se llevó las manos a la espalda. «¡Eras tú!», grité. «No», contestó, «pero como van a echarme la culpa igual, por lo menos me quedo con las tizas». Entonces no supe apreciarlo, pero Gabriel me había dado una lección de proporciones bíblicas: si estás condenado a la fama de pecador, por lo menos disfruta del pecado.
Tal vez en la Comunidad de Madrid han llegado a una conclusión similar y han decidido encarnar el papel chusco que desde hace años le atribuyen sus enemigos. Hagan lo que hagan, siempre serán macarras, desleales y poco institucionales a ojos de sus adversarios, luego qué más da. Sólo así entiendo su decisión de impedir, jefa de Protocolo mediante, la subida del ministro de la Presidencia a la tribuna de autoridades. No estaba invitado, lo sé, pero estaba allí y es un ministro del Gobierno de España. Sus rifirrafes con la catenaria y demás requiebros lo dejan en mal lugar, pero su principal error fue dejarse retratar como un trofeo de caza. La victoria de Ayuso no fue dejar a Bolaños fuera del palco, sino exhibirlo frustrado en su orilla. Ayuso tenía su trofeo, y aquellos que en las postrimerías del procés comenzaron a espesar el relato de un Madrid desleal como el verdadero problema de España tenían la guinda de su pastel.
El cinismo del Gobierno es evidente, ¿es lógico que toleren peor el incumplimiento de la norma de protocolo que el incumplimiento de la Constitución? Es evidente que Bolaños nunca hubiera forzado su presencia en un acto de los gobiernos vasco o catalán. Y es una pena. Porque a los que tenemos alma jacobina nos gusta que el Gobierno central se haga respetar. Ahora bien, nos da un poco de vergüenza que sólo se atreva en Madrid.
Pedro Sánchez, que hace unos meses rebajó las penas por malversación, afirmó este jueves que la propuesta de Bruselas de subir las penas por malversación «coge a España con los deberes hechos». Ante un adversario así, cómo no va a haber votantes que aplaudan que se le confronte con métodos menos ortodoxos.